lunes, 31 de octubre de 2011

POSADA

José Guadalupe Posada escribió: “La muerte, es democrática, ya que a fin de cuentas, güera, morena, rica o pobre, toda la gente acaba siendo calaca”.
Al grabador más popular de México, le tocó nacer en un lugar y tiempo convulsos; el país apenas si tenía treinta años de haberse independizado formalmente de España; había ensayado una monarquía de imitación rotundamente fracasada y caminaba tambaleante hacia la democracia, habiendo probado 46 presidencias con repetición de hombres sentados en la máxima silla por períodos brevísimos. En febrero de 1852, cuando nació José Guadalupe Posada, mero el día de la Candelaria, el presidente era el potosino Mariano Arista que había tomado posesión trece meses antes, y no duraría más que otros once en el cargo. El centro de la república había sido el lugar sede, del golpe inicial de independencia y era por ello el teatro principal del juego de fuerzas para lograr la estabilidad necesaria que permitiera auto-gobernarse. La democracia era sólo una aspiración que, increíblemente, encontraba grandes obstáculos: la Iglesia, los terratenientes y los ricos encomenderos, entre otros, quienes suspiraban por la monarquía y por un mundo de privilegios; la gente de izquierda, los liberales, la canalla, eran vistos con recelo y, cuando había la oportunidad, se les daba su escarmiento en las tinajas de San Juan de Ulúa, o alguna otra mazmorra de la misma laya.
El arte y el humor en sus distintas manifestaciones, tenían que ser las únicas formas posibles de llegar a la crítica de la paupérrima situación nacional propiciada por la lucha de poder y riqueza, sin esperar mayores represalias que una buena sonrisa. José Guadalupe Posada logró conjuntar el humor y el arte, para señalar la triste realidad en que le tocó vivir. La osamenta monda y lironda de sus grabados, ya desnudos, ya vestidos con galas de catrina, evocaba la carencia de todo, descarnados, menesterosos como el pueblo mismo; el símbolo del hambre desde siglos atrás, el rostro de uno de los cuatro jinetes del apocalipsis con los cuencos vacíos y la mueca de burla dibujada en los dientes mondos.
Al pueblo de los años que conformaron la segunda mitad del siglo XIX y las dos primeras décadas del siglo XX, le faltaba carne, le faltaba trabajo, le faltaba techo y ropa; mientras que a las clases explotadoras cobijadas bajo el palio de la Iglesia, pisando los pasillos alfombrados de palacio, le sobraba todo. A esos hombres enriquecidos les faltaban dedos donde ponerse anillos traídos del viejo mundo y panza para embutirse los embutidos ultramarinos e hígado para procesar los licores espirituosos con que agasajaban al camello que había logrado pasar por el ojo de una aguja.
Contra esa clase cínica y desalmada creo José Guadalupe Posada sus grabados y su profunda filosofía poco estudiada y comprendida. De su Aguas Calientes natal tuvo que huir para refugiarse primero en Guanajuato y después en la capital, por suerte para todos sus contemporáneos, y para nosotros los que heredamos su arte, su pensamiento plasmado en los grabados que salieron de sus manos, y su humor corrosivo tanto como incomprendido, porque de haberlo entendido, hubiera tenido que probar las goteras de San Juan de Ulúa.
Para Posada la igualdad entre los seres humanos es uno de los más grandes valores de la convivencia; todo lo que atropelle esa igualdad, lesiona la armonía social. Pero para él, la muerte, es la única que nos hace iguales, es la que ataca parejo sin considerar al rico o al miserable, al poderoso o al siervo, al genio o al idiota, a los hermosos o a los feos; “la muerte es democrática”. La muerte en manos de José Guadalupe Posada, no es un estado físico, es un personaje que se escribe con mayúscula: Muerte. Es la Muerte la igualadora, la que nos pone a reflexionar en la vacuidad de distinguirnos de los demás por lo que somos o tenemos. Todos llevamos como destino y condición humana, un esqueleto dentro de nuestro pellejo, una calaca dentro de nuestra cabeza y una última mueca de burla de nosotros mismos, imperecedera, porque no tiene labios que la cierren.

martes, 18 de octubre de 2011

CASO DE ALARMA

Alarmante la prevaricación que por voz de uno de sus miembros, ha hecho la Iglesia Católica, de la frase atribuida al personaje de su veneración: Jesús el Cristo, referente a separar y distinguir los ámbitos de pertenencia: “A Dios lo que es de Dios y al Cesar lo que es del Cesar”. Alarmante porque pretenden desacreditarla ahora, para justificar la intromisión de los ministros de la Iglesia en la vida social y política, que por razones bien conocidas, el Estado mexicano se vio obligado a limitar, para poner coto a los abusos que, a lo largo de cuatrocientos años, vino perpetrando esa organización religiosa, sobre el pueblo mexicano crédulo e indefenso.
El enfrentamiento entre “conservadores” y “liberales” en nuestro país, ha llenado los capítulos más sangrientos de la historia. Desde la Conquista que, muchas veces se ha dicho con razón, que se hizo, primero con la cruz y luego con la espada; hasta la guerra cristera en la primera mitad del siglo XX. La pugna entre los intereses de los que se apoderaron de todo, incluso de los seres humanos, sus testaferros, y de los que se quedaron sin nada, los muertos de hambre, obligados a creer mentiras y a pagar diezmo, es la causa de que México sea uno de los países más empobrecidos del mundo. Nótese que no digo pobre sino empobrecido, porque la riqueza existe, sólo que ha estado a través de quinientos años en manos de unos cuantos, entre los que se cuenta precisamente la iglesia católica mexicana y sus oficiantes que reverencian a Roma, antes que a la patria a la que le han quitado mañosamente todo lo que tienen y comparten con el Vaticano.
Los que trajeron la cruz como emblema, el “Santiago” como grito de guerra, y la Guadalupana como emperatriz de América, diciéndose mensajeros del cielo, se apoderaron de los mejores lugares de la tierra mexicana. No es de chiripa que en todas las ciudades de la nación las catedrales, parroquias y templos en general estén en los mejores espacios, en el corazón mismo de los centros urbanos, mientras que las moradas de los penitentes que sostienen esa opulencia se derraman en las goteras, en las cañadas, en los arrabales de las ciudades. Y así como eso, durante cientos de años le ha convenido a la iglesia fomentar la pobreza como mérito para heredar un más allá que se inventaron ad hoc, pero que nadie puede probar su realidad. Cuando Juárez secularizó los bienes de la Iglesia, ésta detentaba el noventa por ciento de las tierras de la nación, útiles y ociosas, no importaba mientras fueran de ella, los pobres se morían de hambre.
La lucha por las posiciones sociales es la lucha por las posesiones reales, es la lucha por la recuperación del dominio económico en la proporción que lo tuvieron en la época colonial, aunque bien a bien no lo han perdido del todo. La iglesia católica mexicana es la más rica de entre otras que pululan en el país con los mismos frustrados propósitos, apoderarse de la voluntad de los crédulos. Es una de las más ricas del mundo. Existe información de que las más gordas aportaciones de dinero que llegan al Vaticano, van desde México; no es casual que un Papa decida venir a saludarnos tantas veces.
Lo que ahora hace el Estado: vivir, y muy bien, de nuestros impuestos, otorgar servicios tales como registrar nacimientos, casar y enterrar, encarcelar a los malos, entre muchos otros, los hacia la Iglesia, sólo que en un momento de la historia el Estado se los arrebató y decretó su exclusividad; pero esta no se ha resignado a la pérdida, porque era lo que le reportaba las grandes utilidades. Pero el Estado, con todas sus equivocaciones es más democrático que la Iglesia, cuando menos pretende repartir o compartir con el pueblo, y no hace ostentación con retablos forrados de oro laminado en los altares siempre puestos frente a la miseria de los que se hincan con humildad exigida y premiada con promesas falsas.
La pugna es ni más ni menos por el poder y la riqueza. La Iglesia sigue añorando lo perdido, a pesar de no haberlo perdido completamente, pues conserva sus fueros y el perdón de los impuestos que al pueblo jodido si gravan. Conservan su influencia al grado de no castigar a monstruos como Maciel, fabricados, solapados y protegidos por la complicidad de los poderosos jerarcas de la sotana. Pero el Estado que se dice democrático, debiera marcar su distancia y no hacer concesiones. La Iglesia es de las que cuando se les da la mano se toman el pié. Es una organización, que tiene mil setecientos años de mangonear a una buena parte del mundo; el Estado en cambio no está muy bien organizado, por eso debe tener cuidado, mucho cuidado, y no hacer concesiones de las que pudiera arrepentirse en breve tiempo.
Valentín Gómez Farías, Benito Juárez, Plutarco Elías Calles, han sido los héroes civiles que en su momento pusieron coto a los abusos de la Iglesia. El mismo Miguel Hidalgo reconoció en su momento el abuso de trescientos años de dominio eclesial. A todos ellos les fue como en feria porque la Iglesia y la Inquisición en su momento, atacó con toda su fuerza, la tortura no es invento de ahora, esa también nos la trajeron los que nos impusieron la religión, y la aplicaron cuando no se les obedecía.
Mientras el PRI puso a los que gobernaron el país por más de setenta años, hubo tolerancia, no entrega; pero desde que los conservadores del PAN llegaron a pretender gobernar, la Iglesia ha sentido que es el momento de recuperar lo perdido. Eso no puede ser. No debe ser.
Estoy de acuerdo: no se debe transigir con las mafias, ni con las que reparten droga, ni con las que reparten estampitas, por mucho que ahora prevariquen de lo que dijo Jesús: “Al Cesar lo que es del Cesar”… ¿No estarán pensando que se refirió a Cesar Borgia?

lunes, 10 de octubre de 2011

MONOGRAFÍA DEL LAMBE CAZUELA

El dedo índice es el dedo divino por excelencia: en todas las imágenes de Dios, lo tiene siempre señalando hacia las alturas cuando su genio es apacible; horizontal y amenazante cuando se propone castigar a los mortales; flamígero en casos extremos de los que la historia consigna pocas ocasiones, como la expulsión de Adán y Eva del paraíso terrenal y el exterminio de Sodoma y Gomorra. Comunicativo como en la pintura de la Capilla Sixtina conocida por todo el mundo. Se sabe también que cuando menos en una ocasión Dios usó el dedo índice como bolígrafo y el cielo como cuaderno de caligrafía, según lo dejó consignado don Francisco González Bocanegra en una de las estrofas del himno nacional mexicano en que le atribuye al supremo la inscripción del eterno destino de la patria mediante el uso del dedo. Debe entenderse que el autor utilizó el dedo…Mejor dicho, la palabra dedo, refiriéndose al índice que es por antonomasia el dedo. Ningún otro de la mano o de los pies recibe este tratamiento antonomástico. No se ha sabido de persona, paisano, diputado, partido o funcionario alguno que utilice un dedo distinto al índice para indicar, votar, elegir o asentir. No se vería bien a un elegido por el pueblo levantando el dedo gordo; aunque recordemos, éste tiene también su historia desde tiempos del imperio romano, cuando el pulgar servía, apuntando para arriba para perdonar la vida del cristiano, y hacia abajo para dar paso a la muerte en la arena.
En México el dedo índice se llama Lambe Cazuela y sus hermanos son: el Niño Chiquito y Bonito, el Señor de los Anillos, el Tonto y Loco, y el Mata Piojo. Cada uno tiene una función distintiva a saber: El niño Chiquito que también se apellida meñique sirve para cosas tan disímbolas como levantarlo elegantemente en el momento de tomar el té en una tasa de porcelana, tanto como para sacarse los mocos distraídamente mientras espera uno que el semáforo se ponga en verde.
El Señor de los Anillos o anular sirve como su nombre lo indica, para portar el anillo de bodas y carece de otra función visible; en cambio el Tonto y Loco tiene un apellido contradictorio, pues cordial no solo hace referencia al corazón sino a la cordura de la que, según opiniones, carece este dedo que se mueve al vaivén que le marcan los de junto. Así también sirve para demostrar carencia de cordialidad cuando en posición eréctil y flanqueado por sus hermanos flexionados, consigue una muy tradicional señal obscena que, según se sabe data desde el florecimiento de las ciudades griegas.
El Mata piojo sin embargo tiene un apellido congruente: Pulgar; ni más ni menos porque su trabajo más antiguo era el de matar pulgas, actividad que, según famosos antropólogos, aunque ahora caída en desuso, le viene desde los tiempos del pitecantropus pekinensis, abuelito de los susodichos antropólogos.
El dedo Índice finalmente, tiene el remoquete de Lambe Cazuela como ha quedado dicho, en virtud de que, antes del destino camaral y la proverbial y nunca bien comprendida función dedocrática, este dedo se usó para repasar los calzones de los frijoles, que así se llaman las solidificaciones que se quedan pegadas en el borde de la cazuela después de haberse enfriado. Así mismo en cualquier otra obra de arte culinario donde la cazuela juega un papel insustituible, como es el caso del mole, sea rojo, negro o verde. Así también postres como la calabaza en piloncillo y el ate de guayaba, requieren indispensablemente de ser preparados en cazuela o probados con el índice.
No es posible soslayar, si se quiere hacer un estudio completo el carácter sensual del dedo índice, y nótese que digo sensual y no sexual que es un asunto muy distante a este moral trabajo. El dedo está subconscientemente considerado como la terminal de la sensibilidad más refinada. Verdad es que el sentido del tacto reside en toda la piel, pero por alguna asociación, por cierto bastante bien estudiada por Freud, suponemos que el dedo constituye la piedra de toque de esa función; de ahí que el dedo se comprometa antes que ningún otro órgano, en todo tacto y contacto, ya cercano ya de larga distancia al usar el teléfono; aunque suele haber secretarias no muy normales, que utilizan el lápiz por el lado de la goma para marcar los números, con las consecuentes equivocaciones dada la falta de insensibilidad del adminículo.
Para Freud soñar con el dedo índice tiene la inequívoca interpretación de referirse a lo masculino; así pues, depende de que el soñante sea dama o caballero para inferir sus deseos rectos o desviados.
Últimamente, el índice es un dedo de trabajo, es nada menos el operario del gatillo de las armas de fuego, el más activo de todos y, como es sabido: que órgano que no se usa se atrofia, pero el que mucho se usa se hipertrofia, podemos estar seguros de que ha poco veremos ciudadanos o vecinos con un dedo índice muy ágil y hasta con callo en la pancita.
Pero la mente humana tiene circunvoluciones impredecibles: le pregunté a un conocido reportero de nota roja, que si dios le concediera un tercer ojo, ¿Dónde quisiera que se lo implantara? Me contestó que en el dedo índice. “No hay otro lugar más adecuado” -agregó- “eso puede permitirnos a los chaparros ver los cuerpos desde atrás de las aglomeraciones de gente con solo levantar la mano”.

martes, 27 de septiembre de 2011

¿POR QUÉ SEPTIEMBRE?

En el mes de septiembre México celebra su independencia, la liberación del yugo que representó la cruenta conquista y el sometimiento colonial por trescientos años, tiempo en que la fanática e imperialista España, impuso en América un gobierno monárquico dictatorial, una economía esclavista de explotación y una religión fundamentalista y fanatizante; con lo que se castró tajantemente la autosuficiencia, la autarquía y la inteligencia.
La lucha armada iniciada por Hidalgo y Allende, que culminara con Los Tratados de Córdoba, y el acta de independencia firmada pocos días después en la capital de México, no lograron de manera inmediata sus propósitos, fue poco a poco, con tropiezos y dando palos de ciego, que se fue desembarazando la nación de las ideas y acciones esclavistas, de la indeseable monarquía, de las taxativas de producción, acaparamiento, estanco de las actividades productivas; tuvieron que pasar otros cien años para llegar a las conquistas sociales que permitieron reconocer los derechos de la clase laborante, y la distribución de las tierras productivas para ponerlas en manos de quienes realmente las trabajaban, rescatándolas de del dominio de los hacendados y terratenientes que, hasta ya avanzado el siglo XX aún se oponían a las conquistas revolucionarias mediante la ilegal organización de guardias “blancas” como la famosa “mano negra” que a partir de Almolonga, Veracruz, se apoyaba en gatilleros criminales, para mantener su condición de caciques, jefes políticos, productores y comerciantes de bienes que el Estado pretendía controlar y moderar.
La Iglesia católica mexicana no sufrió menoscabo con el movimiento independentista; fue hasta la primera reforma de Valentín Gómez Farías, en 1883 mediante la cual los bienes de los descendientes de Cortés pasaron a poder de la nación y se destinaron a las tareas educativas, fueron secularizadas las misiones de la California, se confiscaron las posesiones de los misioneros filipinos, se pusieron en subasta los bienes que detentaban los misioneros de San Camilo, los diezmos pasaron a ser voluntarios, desapareció la obligatoriedad civil de los votos eclesiásticos, se prohibió al clero vender los bienes que se encontraran en su poder, fue suprimida la censura de prensa en materia religiosa, la pena de muerte por delitos políticos quedó abolida, se creó la Dirección General de Instrucción Pública para el Distrito Federal y Territorios de la Federación, la cual quedaba encargada de regir la educación y administrar las rentas destinadas a este objeto, así como custodiar los monumentos históricos y antigüedades, abrir nuevas escuelas públicas, impulsar el sistema lancasteriano de enseñanza y vigilar el funcionamiento de los colegios a cargo de particulares; fueron cerrados el Colegio de Santa María de Todos los Santos y la Universidad de México, se decretó el establecimiento de la Biblioteca Nacional y la apertura de seis centros especializados de educación superior; se ordenó al representante de México ante el Papa que pidiera la disminución de los días festivos y el Congreso resolvió que el Patronato, institución que durante siglos había dado a la corona española la atribución de nombrar curas, obispos y arzobispos, era un derecho de la nación; en fin, que fue don Valentín, haciendo honor a su nombre, el primero que trató de poner en su lugar a la Iglesia, dentro de un país laico y democrático, ésta respondió negándole sepultura en sagrado; al morir lo tuvieron que enterrar en el patio de su casa.
Con la famosa “rebelión de los Polkos” la Iglesia presionó, recobró como presidente al nefasto Santa Anna, y recuperó sus ancestrales fueros. Tuvo que llegar al poder otro hombre de inteligencia superior, Benito Juárez, para poder continuar con la propuesta democrática de la nación mexicana. La iglesia no cejó, costeó a precio de oro el advenimiento del segundo imperio mexicano, para mantener su poder y fueros. Los curas de esa época ya no dieron la cara, como lo hizo Hidalgo, Morelos y Matamoros por otra causa verdaderamente noble, los de la guerra de reforma se valieron de testaferros imbéciles como Miramón, Mejía, Almonte y otros muchos que no merecen ser recordados por su nombre. Lo que logró la Iglesia con todo esto, fue algo que ellos nunca concedieron: tolerancia. Hasta que el movimiento pendular de la historia trajo al mandato constitucional a Obregón y Calles, conocedores de la problemática nacional y por ello enemigos de la Iglesia y sus atropellos. Obregón murió en manos de un fanático idiotizado por la “fe”. Calles la libró porque Cárdenas lo expulsó oportunamente del país; en ese tiempo 1926-1929 la Iglesia empujó a la guerra a sus descerebrados incondicionales al grito de “Viva Cristo Rey” con el visible propósito de recuperar los privilegios y la dependencia directa al Estado Vaticano y no al mexicano. El gobierno democrático cedió un poco. Con los gobiernos priistas, se mantuvo un trato de distancia y de respeto; la separación de la Iglesia y Estado funcionó más o menos, hasta que Salinas que desgobernaba el país, atendiendo las recomendaciones de su mujer, dispuso reformas constitucionales que volvieron a insuflarle poder a la Iglesia, a partir de ahí cobran fuerza personajes de moral pública muy discutible, como Posadas Ocampo, Onésimo Cepeda, Norberto Rivera y el culmen: Marcial Maciel Degollado, los cuales, una vez habiendo triunfado el partido que ellos auspician, pasaron a promover una intromisión de pronóstico reservado.
Quienes representan al pueblo en posiciones de poder, no a dios como los curas, sino al pueblo, como los presidentes, gobernadores y diputados, deben estar muy alertas de las maniobras de las mafias constituidas, llámenles “zetas” “crimen organizado” o “iglesias”; las tres buscan lo mismo, desequilibrar el poder constituido legalmente para hacerse de fuerza y riqueza. No es casual que en el mes en que México celebra su independencia nacional, la Iglesia organice el paseo de una reliquia religiosa que insiste en demostrar que el pueblo sigue mental y emocionalmente cautivo; nos están diciendo que la independencia no se ha consumado; el hecho de que, en contraste con las deslucidas convocatorias al grito de independencia organizadas por el gobierno, se organicen procesiones y aglomeraciones de fe, en la misma plaza pública, significan que el régimen de poder constituido democráticamente es menos taquillero que los de enfrente. Porque, para acabarla de joder, como todo mundo sabe y puede ver, el poder terrenal, desde tiempos de la conquista, se ha fincado enfrente del poder celestial, que no para de luchar por sus fueros. Nos urge un gobierno que marque muy claramente la histórica y necesaria separación entre Iglesia y Estado.

lunes, 19 de septiembre de 2011

EL ZORRO

Esta vez hablaré de Miguel Hidalgo, con las palabras de todos los días, con las palabras que usamos cuando, siendo niños, nuestros maestros nos lo mostraron como ejemplo y nuestros compañeros de aula nos enseñaron a hacer chascarrillos con su nombre, demostración clara del impacto que su personalidad hizo en nosotros. Hablaré de Miguel Hidalgo como hombre que dentro de su dimensión humana, supo enfrentarse a su tiempo con sus propios recursos cumpliendo y justificando para sí mismo su origen y su vida, ya que su muerte, la justificó su propia existencia filantrópicamente agresiva y dinámica.
Su Origen: Provinciano, americano, mexicano criollo, sin mezclas, su piel es clara en medio de una sociedad de castas en donde la pigmentación es importante, su mundo está integrado por un curioso elenco de seres que se hacen llamar peninsulares y que miran hacia abajo a criollos, mestizos, castizos, mulatos, moriscos, cambujos, coyotes, jíbaros, saltapatrás , tente en el aire y en el último estrato a los maceguales, distinciones obligatorias por encima de la piel con las ropas de clase y por debajo de ella con el estigma del dominio intelectual que se hace cotidianamente manifiesto en las actividades laborales, en las retribuciones, en el trato y maltrato de unas a otras castas. La iglesia y el Estado son una misma cosa, una domina el pensamiento, otro domina la acción, ambos limitan toda iniciativa de cambio, toda inventiva, todo impulso para modificar las estructuras de poder. Una sociedad como ésta no puede otra cosa que engendrar hombres rebeldes, dentro de sí misma va la semilla de su destrucción, que ésta vez, protagoniza precisamente el primer revolucionario de la Historia de México, Miguel Hidalgo.
Su Vida: Veamos a Miguel Hidalgo el niño, jinete en alazán de crin al viento corriendo por el campo de labranza y sin saberlo, forjando la valiosa destreza que ha de salvarlo en el campo de batalla; pequeño compañero de mestizos, criollos y maceguales, de estos aprende las primeras palabras del otomí y del tarasco y en el fondo de ellas la queja de una casta. No solo aficionado a los juegos del campo, también llena su mundo interior del arte de su tiempo, niño de clavicordio y de guitarra, desahoga la pena de su orfandad temprana con la música triste.
Lo mejor de la cultura de la Nueva España, aprende Miguelito de doce años en un colegio de Jesuitas, incursiona en las letras, en la filosofía y recorre la geografía doméstica de su terruño: Valladolid, Valle de Santiago, Salvatierra, Acámbaro, Cuitzeo, Zinapécuaro Indaparapeo y otras ciudades de trabalenguas que enseñan e ilustran al Joven Hidalgo.
Miguel ya es bachiller en letras a los 17 años, a los 20 recibe un doble premio: el grado de Presidente de las "Academias" y el apodo de "El Zorro", a los 25 es sacerdote presbítero, grado máximo al que puede aspirar siendo criollo.
Miguel el hombre es talentoso, habla seis idiomas y ello le da acceso a la cultura religiosa, a la filosofía de los latinos, a las lecturas modernas de igualdad, libertad y fraternidad que proclaman los franceses, a la queja secular de los tarascos que al lamentar su pena tal parece que cantan.
Miguel el hombre es innovador, critica incisivamente la cultura tradicionalista, crea nuevos métodos de enseñanza de la teología y se expresa de quienes alguna vez le enseñaron y pronto superó, como de ""un hato de ignorantes"".
Miguel el hombre es desprendido al grado de la filantropía y del despilfarro, adquiere bienes raíces en Colima y los regala, obtiene dinero de su curato y lo juega al azar, los bienes verdaderamente valioso nos son los terrenales, él tiene su propio juego de valores supremos.
Miguel el hombre es bohemio, diestro guitarrista, organizador de reuniones y fiestas que terminan en los amaneceres, su alegría y buen humor contagia a los vecinos y escandaliza a otros que aún viven dentro de la mazmorra del tradicionalismo ético- religioso.
Miguel el hombre es un buen padre, reconoce a sus hijos Mariano Lino, Agustina, Joaquín, Micaela y María Josefa y ese reconocimiento le vale la permanente crítica y la reprobación de las autoridades eclesiales.
Miguel el hombre es emprendedor, su iniciativa, lo lleva a promover y realizar pequeñas industrias, convencido de que la producción es uno de los caminos de alivio económico para los lugareños: cría ganado bravo, establece una alfarería, cultiva el gusano de seda, la apicultura, implanta talleres de hilados de lana, explota una mina, curte pieles, maneja una rústica fundición y forja de herramientas; no es mentira la afirmación de que las ahora poderosas industrias del curtido y del calzado de aquella zona, nacieron a instancias de Miguel Hidalgo, el cura innovador.
Ese es Miguel el hombre, el de las dimensiones humanas, el que no tiene dotes sobrenaturales, el que lucha desde su modesto lugar (como puede hacerlo ahora cualquiera de nosotros) contra las fuerzas opresoras. Aún son actuales las palabras de incitación que dice a Pedro... a Pedro José Sotelo, su operario y sirviente más cercano: ""Guarda el secreto y oye. No conviene que siendo mexicanos, dueños de un país tan hermoso y rico, continuemos por más tiempo bajo el gobierno de los gachupines. Estos nos extorsionan, nos tienen bajo un yugo que ya no es posible soportar más tiempo, nos tratan como si fuéramos sus esclavos; no somos dueños de hablar con libertad; no disfrutamos de los frutos de nuestro suelo porque ellos son los dueños de todo, pagamos tributos por vivir en lo que es de nosotros y porque ustedes, los casados, vivan con sus esposas. Estamos bajo la más tiránica opresión"".
Ese es Miguel el hombre, el de los pies sobre la tierra, el que opina que: ""Por mucho que hicieran los gobernantes sería nada si no toman como cimiento la buena educación del pueblo, que ésta es la verdadera moralidad, riqueza y poder de las naciones"".
Ese es Miguel el hombre, el que mientras afirma un ideario renovador, construye cañones en su fundición de Dolores. El que conociendo el poder del sincretismo religioso, se vale de él para revertir sus afectos contra sus propios implantadores.- El que no claudica, el que no se tienta el corazón para condenar a muerte a 350 gachupines. El que apuesta su vida por la suerte de una patria y se gana su paternidad. El que como buen mexicano, se la jugó y se quedó en la raya.
Su degradación: Ahí está Miguel Hidalgo frente a la sombras oscuras que no llegan a hacerse personajes, son sus censores, sus enjuiciadores vestidos con traje talar a quienes urge imponer sin más dilatación ""al criminoso reo, las penas canónicas que merecen sus atroces delitos"".
""El 29 de julio de 1811, estando el señor Juez comisionado en el Hospital Real de esta Villa con sus asociados y varias personas eclesiásticas y seculares que acudieron a presenciar el acto, compareció en hábitos clericales el reo don Miguel Hidalgo y Costilla en el paraje destinado para pronunciar y hacerle saber la procedente sentencia; y después de habérsele quitado las prisiones y quedado libre, los eclesiásticos destinados para el efecto le revistieron de todos los ornamentos de su orden presbiteral de color encarnado y el señor Juez pasó a ocupar la silla que en lugar conveniente le estaba preparada, revestido de amito, alba, círculo, estola y capa pluvial e inclinado al pueblo y acompañándole el juez secular (omito su nombre intencionalmente), puesto de rodillas el reo ante el referido comisionado, este manifestó al pueblo la causa de su degradación, y enseguida pronunció contra él la sentencia y concluida su lectura procedió a desnudarlo de todos los ornamentos de su orden, empezando por el último y descendiendo gradualmente hasta el primero en la forma que prescribe el Pontifical Romano . . . y después de haber intercedido por el reo con la mayor instancia y encarecimiento ante el Juez Real para que se le mitigase la pena, no imponiéndole la de la muerte ni mutilación de miembros, los ministros de la curia seglar recibieron bajo su custodia al citado reo ya degradado, llevándoselo consigo.
Miguel Hidalgo ya no es cura, ahora es un hombre, un reo que va hacia donde lo espera una sentencia más la de su muerte:
". . .Soy del sentir que vuestra señoría puede declarar que el citado Hidalgo es reo de alta traición, mandante de alevosos homicidios; que debe morir por ello; confiscándosele sus bienes y es conforme a las resoluciones expresadas, y que sus proclamas y papeles seductivos deben ser dados al fuego público e ignominiosamente”.
“En cuanto al género de su muerte a que se le haya de destinar encuentro y estoy convencido de que la más afrentosa que pudiera escogitársele, aún no satisfaría competentemente la venganza pública: que él es delincuente atrocísimo, que asombran sus enormes maldades, y que es difícil que nazca monstruo igual a él; que es indigno de toda consideración por su personal individuo; pero es ministro del altísimo, marcado con el indeleble carácter de sacerdote de la ley de gracia, en que por nuestra fortuna hemos nacido; y que la lenidad inseparable a todo cristiano, ha resultado siempre en nuestras leyes, y en nuestros soberanos, reverenciando a la Iglesia y a sus sacerdotes, aunque hayan incurrido en delitos atroces.
Por tanto, si estas consideraciones tuvieran lugar en la cristianía de vuestra señoría, ya que no puede darse garrote por falta de instrumentos y verdugos que lo hagan, podrá mandar si fuera de su agrado, que sea pasado por las armas en la misma prisión en que está, o en otro semejante lugar a propósito, y que después se manifieste al público para satisfacción de los escándalos que ha recibido por su causa"".
Documentos como este dictamen denigran a quienes los producen y enaltecen a quien pretenden degradar.
Su muerte: 30 de Julio de 1811, siete de la mañana de un luminoso pero triste día; Miguel el hombre, con sus cincuenta y ocho años camina hacía el paredón, ha pasado la noche en oración, su rostro luce sumamente pálido, privada y públicamente se ha arrepentido de sus "yerros"; reparte generosamente sus últimos pequeños bienes: algunos dulces, algunas ropas, sigue siendo generoso, filántropo aún consigo mismo, pues ha pedido ser mejor servido en los últimos momentos de su existencia; camina Miguel el hombre rumbo a su muerte:
""Mis proyectos, igualmente útiles y favorables a americanos y europeos, se reducen a proclamar la independencia y libertad de la nación"".
Se forma el cuadro, Miguel el hombre marcha hacia el banquillo donde será atado, lleva un pequeño libro de oraciones en la diestra y un crucifijo en la mano izquierda:
""Los prisioneros que traemos a nuestra compañía así permanecerán hasta que se consiga la insinuada libertad e independencia"".
Miguel Hidalgo está frente al pelotón con los ojos vendados, se escucha la voz de mando, tres palabras que harán llegar la muerte, algunos soldados tiemblan:
""Tiene protección divina/ la piedad que has ejercido/ con un pobre desvalido/ que no ha de retribuir/ ningún favor recibido/ pues mañana va a morir"".
A la primera descarga "el dolor lo hizo torcerse un poco", - dijo un testigo -, la venda cayó al suelo, sus ojos claros reflejaron un tremendo dolor, dolor físico, dolor humano.
""Das consuelo al desvalido/ en cuanto te es permitido/ partes el postre con él/ y agradecido Miguel/ te da las gracias rendido"".
Hubo necesidad de dos descargas más.
Como gotas de cristal pulido, dos gruesas lágrimas rodaron por sus mejillas silenciosamente. A lo lejos los hijos de la nueva patria nos quedamos invocando a Miguel Hidalgo, a Miguel el Padre, a Miguel el Hombre.

lunes, 12 de septiembre de 2011

MIGUELIN

Miguelín abrió los ojos, azules, cuando cantó el gallo a la distancia, el alba apenas apuntaba, se levantó sin hacer ruido y se vistió, fuera de la casa se puso los botines y corrió hacia el corral. Con la misma reata con la que estaba atado el alazán improvisó un bozal y se lo acomodó al caballo, lo jaló hasta una horqueta y lo sujetó. Estirándose un poco para alcanzar el lomo del animal le acomodó la sudadera, la carona y finalmente balanceó la silla y la lanzó con una destreza que la hizo caer justo donde deseaba ponerla; ajustó los pretales, acortó los estribos y montó con un vuelo ágil. Abrió la falsa del corral sin apearse y le dio al alazán un galope ligero hacia donde el sol asomaba apenas. Su silueta se recortó contra el horizonte dorado.
No había querido decirle a su padre que se había comprometido a correr un caballo en las fiestas patronales de la Virgen de Guadalupe en Cuitzeo de los Naranjos; se sentía muy obligado porque era casi hijo de esa parroquia, ahí lo habían bautizado doce años antes, además la carrera era para reunir fondos para la iglesia; pero el mayor compromiso que sentía era porque se lo había pedido su mejor amigo, un niño tarasco de su misma edad con quien sólo hablaba en ese idioma porque no sabía el castellano, Miguelín sin embargo dominaba muy bien tarasco y otomí.
Cuando llegó ya habían comenzado las carreras, iban en la preparación de la tercera y en la cuarta participaría él montando un negro carete, longano, de siete cuartas y pandeadito, propiedad del cura de Cuitzeo. Miguelín tenía fama de ser jinete extraordinario. Su preparación para correr consistió solamente en amarrarse un pañuelo en la cabeza y remangarse los pantalones. Por conducto del propio dueño del caballo casó una pequeña apuesta con dinero de él y de su amiguito tarasco.
¿Dónde está Miguel? Preguntó su padre a José Joaquín su empleado en las labores del campo. – No sé, cuando desperté y fui a buscarlo ya no estaba en su cama.- contestó este a don Cristóbal. Los dos salieron al corral y repararon en que no estaba el caballo alazán ni la silla que don Cristóbal había comprado en Tejupilco. “Cuando dejará de ser rebelde y desobediente este muchacho condenado”... “Estate pendiente, en cuanto regrese me vas a avisar o me mandas a alguien sin que se dé cuenta... esta vez sí no se escapa de una buena cueriza”.
Miguel aflojó la rienda, le hundió los talones en los ijares e hizo zumbar la vara, el carete no se la dejó llegar, frunció la grupa y se lanzó al carril de doscientas varas castellanas. Pareció que corrió solo, ni en el partidero ni en la llegada contaron el otro jinete y caballo, tomó la ventaja desde el instante mismo del disparo, casi dos cuerpos le sacó al contrario. Saltó del caballo antes de que éste se detuviera totalmente, no se paseó de regreso para recibir los aplausos como solían hacerlo los ganadores en estos casos; le dio las riendas al dueño del animal que estaba rebosante de felicidad en la meta, y corrió hasta donde estaba su pequeño amigo, lo abrazó diciéndole en idioma tarasco “ganamos, ganamos”.
Cuando recibió su parte del dinero de la apuesta la dividió en tres, dos de ellas se las dio a su amiguito quien, de primera intención se negó a aceptarlas, pero Miguel lo convenció con unas cuantas frases. Con la tercera parte del dinero se fue alegremente a la mesa de carcamán y lo jugó todo en la primera apuesta. La suerte estaba de su lado, le dio el golpe seco y se retiró. Con grandes risas abrazó a su amigo y caminaron hasta donde había puestos de venta de todos los productos de la región. Compró una hermosa guitarra de Paracho, la más fina y sonora, la más costosa que había en el puesto, la afinó ahí mismo y se puso a tocarla, cantando algún aire lugareño. Volvió a la mesa de carcamán apostó todo y lo perdió sin que le importara mayormente.
Le esperaban casi dos horas de galope para regresar a su casa, sabía además que el recibimiento que le daría su padre no iba a ser muy grato, sin embargo apuró el paso, no quería andar a oscuras el camino. Al contrario de su partida, al llegar trató de hacer el mayor ruido posible, sabía que el silencio en la partida es tan bueno como el estrépito en el regreso a casa. Antes de que don Cristóbal abriera la boca Miguel le dijo: “Mire lo que le traje” y le puso enfrente la hermosa guitarra de Paracho. Pareció que de momento el padre se tragó el enojo... “¿Me vas a enseñar a tocarla?” – Le preguntó con sorna. “Mejor que eso padre, cuando esté enojado yo tocaré y cantaré hasta que vuelva a usted la alegría”. Dicho esto comenzó a cantar acompañándose diestramente con la guitarra. Don Cristóbal Hidalgo se dio por vencido y lo abrazó cariñosamente.

lunes, 5 de septiembre de 2011

PARÁBOLA DE LA CIZAÑA

A un hombre de buena entraña
De agricultor aprendiz,
Le sembraron la cizaña
En su platel de maíz,
Más, careciendo de maña
La parábola ignoró
Y en desbrozar ocupó
Tiempo, dinero y compaña,
Creyendo que era una hazaña
El esfuerzo que ponía
Encarando día con día
Del enemigo la saña.

Su plan se trocó en patraña,
A todos daba gran pena,
Pues por quitar la cizaña
Quitaba la yerba buena
Y de su maizal, la caña
No rindió buena faena,
Agotó así su cultivo
Dejando el campo pelado,
Todo lo que había sembrado
Sufrió el daño y el derribo,
Y como el refrán dijere
Esto se vino a acabar
En lo que era de esperar:
Mala yerba nunca muere.
Hoy se oye el correvedile
Del sembrador aprendiz
Que sembró mucho maíz
Y cosechó puro chile.

martes, 23 de agosto de 2011

TRATADO DE LAS ASENTADERAS

Las nalgas son el centro educativo por excelencia. La vocación paterna de educar y corregir, se ejerce precisamente sobre las posaderas de nuestros resignados, pero afortunados hijos. Los códigos penales de muchos lugares, contuvieron por mucho tiempo el siguiente ordenamiento: “Los golpes dados y las violencias simples hechas en el ejercicio de corrección, no son punibles”. Esta disposición, afortunadamente ya derogada, en su momento dio a las nalgas categoría de centro educativo universal, porque si bien la norma no hablaba directamente del lugar donde los padres debemos golpear; en otra parte de la ley se castigan los golpes con ánimo injurioso o hiriente. Ahora bien, golpes como bofetadas, puñetazos al hígado etc., son ofensivos o lacerantes; en cambio las nalgas las hizo Dios carnocitas como pensando en que su diseño era muy propio para recibir nalgadas. Es curioso, pero mientras una cachetada despierta instintos asesinos, una nalgada mueve a veces hasta sentimiento de gratitud.
La función educativa de la región glútea no es ni con mucho la única ni la más importante: Siendo las asentaderas muy adecuadas para sentarse, están universalmente asociadas con dos grandes corrientes de pensamiento: por una parte con la producción intelectual, por la otra con el ocio y el descanso. Vistas de conjunto dan origen a las teorías del sedentarismo como etapa histórica del hombre coincidente con su florecimiento civilizador. No de chiripa Rodín hizo a su Pensador precisamente sentado; es decir, usando nalgas y cerebro a la vez. ¿Qué conexiones internas tienen estos tres órganos? La ciencia está aún en pañales al respecto.
El ocio se mide en la actualidad bajo el sistema métrico de horas-nalga. Una hora nalga equivale a la facultad de un ciudadano de permanecer culiatornillado en su sillón, ejecutivo o no, las horas enteras. Esta medida del tiempo ocioso es fundamental para calcular pérdidas, números rojos y monto de la deuda; y es aplicable a burócratas, estudiantes universitarios, líderes, diputados y charlistas de café. Las horas-nalga son el ocio lo que las horas hombre son al negocio.
Pero no estaría completo este tratado de las asentaderas si no tocamos el aspecto erótico del asunto, lo cual debemos hacer con la delicadeza necesaria para no ofender a nadie, ya que se trata de un tema peliagudo, en que puede un tratadista resbalar con el menor descuido.
Estadísticamente se sabe, por encuesta hecha en los Estados Unidos y publicada por la cultísima revista científica “Pay Boy”, lo que ya de por sí le da seriedad a la investigación, que a las damas tanto o más que a los caballeros, lo que más les llama la atención del sexo opuesto es precisamente la región glútea. Luego debemos concluir que el amor llega por el mismo camino que la educación.
El aserto cobra características universales, cuando dentro de culturas tan opuestas a la norteamericana, como las africanas de África y las africanas del Caribe, conceden tanta importancia a la zona trasera, como lo registra el adagio que afirma: “Si el negro no tiene la nalga bolea, el negro no vale na”. Y bien ya que tocamos el aspecto racial, cabe hacer notar que en la clasificación de las razas, es precisamente la conformación glútea un rasgo característico digno de tomarse en cuenta, y en particular lo que caracteriza a las razas oscuras se conoce como esteatopigia, nombre que hace referencia a su redondez y prominencia. En otras razas el acento no está en el asiento, lo que da variedad al rasgo digno de tomarse en cuenta. No sería imprudente conjeturar que muchos de los votos recibidos por Barak Obama, pudieron haberse debido a la parte del cuerpo aquí comentada.
La observación vulgar da clasificación también a la forma de esta interesante región del cuerpo humano, haciendo distinción entre nalga boleada, nalga vaquera y nalga canaria. La primera ya la describimos como característica de la negritud; la vaquera es mas bien atributo de los grupos arios y caucásicos; la canaria, como su nombre lo indica viene de can: nalga de perrito atropellado. Algunos platicadores de cafetín le atribuyen la calidad de triste, lo que ha conducido a su caracterización analógica de nalga de cebolla, por aquello de que son para llorar. En estos tres grandes grupos caben casi todas las formas normales. La anormalidad por supuesto nos podría dar otras muchas distinciones.
Quede esta monografía como el primer ensayo introductorio a un tema de suyo interesante pero abandonado por razones absurdamente morales y mojigatas. Ojala investigadores mejor dotados que este servidor, añadan observaciones y análisis a la naciente ciencia nalgótica.

TEOREMA INTRAMUSCULAR

Abordemos ahora el peliagudo tema de las nalgas como centro de salud; por esta ocasión como una monografía, a pesar de que el objeto de nuestra investigación siempre se presenta en pareja. Y bien, propongamos el siguiente teorema: La jeringa es a la nalga lo que la oración a los santos.
La salud ha sido preocupación de la humanidad desde siempre; pero el desconocimiento de las causas de las enfermedades, le llevó a dar características mágicas a los padecimientos y a buscar la salud en embrujos, danzas curativas, retablos, rezos, milagros; hasta que apareció la jeringa; sin olvidar que se pasó por etapas de pócimas, emplastos, ventosas, sanguijuelas, etc. Hasta cierta época lo que más se aproximó a la inyección fue la lavativa, que si bien ya andaba mejor orientada, tenía la falla de ir demasiado al centro del problema, generando con ello el rechazo de quienes por razones masculinas que otras, prefirieron esperar el avance de la medicina para acceder a la salud mediante métodos menos ofensivos a la hombría de bien.
Así pues, con el invento de la jeringa, la nalga se convirtió en el punto más eficaz por donde podía llegar la salud al resto del cuerpo. La dualidad Nalga-Jeringa se hizo inseparable para todo galeno o boticario que procurase una pronta recuperación. La medicina administrada por esa vía recibió el nombre de intramuscular. Pero, comentario al canto, dicho nombre es incorrecto según nuevos descubrimientos, pues si la nalga sirve para las inyecciones, es precisamente en razón de que está conformada por gran cantidad de tejido adiposo que le hace blanda y mullida, cualidades indispensables para que la aguja no encuentre obstáculos y las sustancias curativas puedan ser inyectadas con fluidez. De ahí la equivocación de llamar intramuscular a algo que no tiene nada que ver con los músculos, sino por lo contrario, requiere de mantequita para que resbale bonito. Los hechos apoyan nuestras afirmaciones: se sabe que el campeón rompedor de agujas y jeringas es el musculoso ex artista, ex terminator y ex gobernador, Arnold Schwarzenegger, protagonista principal de Connan el Bárbaro, quien con la mínima apretada nalgar le basta para hacer pedacitos el adminículo de que hablamos. El segundo lugar lo tiene Silvester Stallone más conocido como Rambo I, II, III, IV, V, hasta LXXIV; estos dos casos han demostrado sin lugar a dudas que el músculo es un impedimento y no una vía adecuada; en cambio la miel sobre hojuelas para las inyecciones, es nada menos que Jennifer López, por lo que en honor a la verdad científica, proponemos aquí mismo se cambie el nombre y en lo sucesivo se le llame vía jenniferina; aunque, si hubiere de su parte alguna oposición, podríamos pedir el madrinazgo de Shakira para llamar a esa vía shakirina, aunque yo no lo recomendaría mucho en función de que esta última se mueve demasiado, lo que requeriría de mucho pulso y puntería.
Es necesario resaltar el aspecto jurídico, político (de política internacional) y ético de la dualidad jeringa-nalga, pues en cuanto la jeringa se independizó de la nalga y se introdujo en la vena, comenzaron los problemas de la drogadicción; es decir, se puso en peligro la salud pública. ¿Qué persona decente se inyectaría droga en la nalga? , ninguna. En este aspecto los glúteos conservan su ética tradicional; lo mismo puede decirse del aspecto político y otro tanto del derecho… como del izquierdo.
Una nueva corriente científica le ha pretendido negar importancia a la nalga como centro de salud, proponiendo que las inyecciones se apliquen en el brazo, y se sabe que incluso ciertas vacunas antirrábicas se aplican en la barriga. Posiblemente por eso se llaman anti-rrábicas: contrarias al rabo. Afortunadamente la práctica no se ha universalizado; la zona glútea sigue y seguirá siendo el centro de salud por excelencia.

jueves, 18 de agosto de 2011

DECREPITUD

Nos informa la directora de Asistencia del DIF, que en Veracruz hay más de ochocientos mil viejos. Yo me cuento entre ellos, tratando de conservar los valores de la vida: que sea sana, placentera, útil, autosustentable, programable y digna.
Por razones intelectuales y frías, no apruebo las vidas matusalénicas. Mire usted que vivir 969 años, no es ninguna proeza, todo lo contrario es una vergüenza, un atentado a la naturaleza, a la verdad, al buen vivir, a la sociedad y a las buenas costumbres.
De Matusalén, decano de los ancianos, la Biblia da noticia a medias, sólo dice que vivió todo ese tiempo, que fue hijo de Enoc, y que a los 187 años concibió a Lamec y a otros y otras. No dice en qué año nació, ni de que tamaño eran los años que vivió, no dice a qué edad entró a la adolescencia, ni si era “traga años”, aunque pueda inferirse que si lo era, tampoco nos cuenta a qué edad dio “el viejazo”, aunque es de suponerse que para llegar a casi mil años, es posible que hubiera dado, no uno, sino varios viejazos. De lo poco dicho por la Biblia, se infiere que murió en el año del diluvio, del cual tampoco se tiene fecha precisa; pero aquí también se puede colegir que muy posiblemente no murió de muerte natural, sino ahogado, pues en lo que se cuenta de su nieto Noé, por ningún lado aparece que entre las parejas de animales y personas hubiera andado el vejestorio Matusalén. El capítulo siete del Génesis da cuenta precisa de que quienes subieron al arca, fueron los hijos del profeta: Sem, Chám y Japhet, la mamá de ellos y sus mujeres. Aparte el hato de animales aparejados de la escala zoológica, de changos para abajo, hasta llegar al comején, que según Virulo se encargaría de no dejar rastros de la ahora tan buscada arca. La larga vida de Matusalén está por escribirse, para enmendarle la plana a la Biblia.
En nuestra cultura occidental llegamos a viejos sufrientes, inútiles, atenidos e indignantes, porque la religión que profesamos y la ética que entendemos, nos impide programar nuestra propia muerte antes de comenzar a sufrir los embates de la decrepitud. Creo que ya lo he dicho antes: a pesar de que en este siglo XXI ya estamos preparados para ello, a nadie se nos ocurre que la muerte puede tomarse como decisión personal, todo lo contrario, le dejamos esa decisión absurdamente a un ser (¿?) distinto a nosotros, porque nos asusta enfrentarnos con la voluntad personalísima de morir. La subrogación de nuestra voluntad, nos coloca en una tristísima espera, tan incierta como estúpida, de modo que la impaciencia, también pasa a formar parte del bagaje de la ancianidad, con ella llega la lástima y la caridad. Los programas oficiales de ayuda a los viejos, están precisamente movidos por esas dos emociones humanas, lástima y caridad.
Como dije al principio, la buena vida debe tener ciertas condiciones: debe ser sana. La salud, todo mundo lo dice, es un valor importantísimo, prioritario incluso frente al dinero: “La salud es lo importante, el dinero va y viene” lo repite la sociedad a cada paso; pero así como la juventud se asocia con la salud, la vejez se asocia con las enfermedades y los achaques. También se dice en tono de humor: “Al que después de los sesenta no le duele algo, es que está muerto”. El dolor y el sufrimiento son los indicadores pues, de que tiene uno que comenzar a enfriarse para salir a la intemperie de la muerte. A veces el sufrimiento es tan intenso que sólo lo alivia la defunción, sin embargo, las viejas leyes vigentes pero obsoletas, siguen castigando a quien se adelanta a la voluntad de Dios. Esta reminiscencia jurídica debe revisarse. Nadie es feliz si no está sano. Creo que cuando la vida comienza a padecerse en vez de disfrutarse, es el momento de tomar la medida más digna y generosa: dejar de respirar.
La vida debe ser útil, tanto para el que la vive, como para los demás, desde luego que la vivimos en sociedad y nos debemos al prójimo, pero la vejez tiene como condición la pérdida de la utilidad; primero dejamos de ser útiles socialmente, después pasamos a ser un estorbo familiar y finalmente la vejez nos convierte en seres dependientes, inútiles y atenidos a quienes, por la caridad y la lástima, ya dichas, a regañadientes nos cuidan mientras esperan tontamente la decisión de quien sabe quién.
La noticia de que en Veracruz tiene registrados más de ochocientos mil ancianos, está dada con preocupación, muy explicable. ¿Qué hacer con ellos? A nadie se le ocurre que el gasto en su atención es prioritario. Son gente que ya rindió, que no va a producir más, que representa echar dinero en saco roto porque ya nomás están esperando la muerte, ya no sirven para otra cosa. Todo eso es cierto, la sociedad en que vivimos requiere dinamismo, empuje y ligereza, los viejos somos el lastre, pero la solución no está en institucionalizar el aumento de la edad de jubilación, sino en adelantar una honrosa, feliz y voluntaria defunción.

viernes, 12 de agosto de 2011

ARAUCARIA

Cuentan que en el año de 1771, un naturalista, viajero, llamado Joseph Banks, (1743-1820) pasó por la isla, aún sin nombre, que poco después se llamaría Norfolk, ubicada al oriente de Australia, donde vio por primera vez un árbol endémico al que, de momento llamó “pino australiano”. Lo registró, recogió sus semillas y se encargó de cultivarlo e introducirlo en el acervo botánico del mundo occidental. Por la misma época estuvo en Brasil y Chile, en donde también registró para la botánica a la preciosa buganvilia. Este científico, descubrió entonces, que en el hemisferio sur de América, crecía un árbol de la misma especie del que había visto en Norfolk, y que era un fósil viviente; los mapuches, nativos del cono sur le llamaban “Pehuén”, ellos se auto nombraban pehuenches, (dueños del pehuén), pero por la región en que se daba esa planta (Arauco), se le dio el nombre de araucaria. Posteriormente los científicos se encargaron de ordenarlo en una familia distinta al pino. Se dijo de él que era el árbol más bonito del planeta, lo que no obstaculizó su usó para hacer mástiles de los barcos de la armada británica que en aquel entonces surcaba los mares, en expediciones científicas, de conquista y de colonización. Como siempre, la explotación no sustentable llevó al árbol hasta el borde de la extinción.
Dato técnico: Género: conífera. Familia: araucariaceae. 19 especies en el género, distribuidos en el hemisferio austral. En América subsiste en Patagonia, Argentina y Chile… y Xalapa en el hemisferio norte. Dicho sea con humildad. Son de especie “dioica” es decir, hay árboles machos que florecen, y árboles hembra que dan los frutos: grandes piñas de semilla comestible. En la jardinería con propósitos de ornato público, deben usarse los árboles machos, porque las piñas de reproducción caen pesadamente en el verano, siendo peligrosas pues suelen pesar más de uno o dos kilos, y caer de alturas que pueden sobrepasar los quince metros. Son de lento desarrollo y suelen vivir cientos de años. La araucaria del mercado Alcalde y García, era machito.
Alrededor del año 1890 el embajador de Chile en México, le trajo de regalo a don Porfirio un cargamento de araucarias transportadas por mar desde su país. Posiblemente fueron las primeras que hayan llegado a México. De aquellas araucarias algunas subsisten en la Plaza de la Corregidora en la ciudad de Querétaro; otras en el Parque Juárez de Xalapa, inaugurado en 1892 para celebrar el 400 aniversario del primer viaje de Cristóbal Colón, y otras más en los atrios de varias iglesias jalapeñas. Recuerdo la que estaba en el patio de ingreso de la escuela Revolución, junto al templo de “El Calvario”, que antaño fuera atrio de esa iglesia. A esa araucaria le cayó un rayo, en tiempos de Chirinos, y se secó, siendo substituida, por otra pequeña sembrada por los niños, asistidos por maestros y viejos egresados de ese añoso plantel. Me tocó vivir con gran alegría ese momento y la anécdota, cuando el pequeño encargado de poner la peaña en el agujero hecho ex profeso, se volvió con cara de duda hacia otro niño para preguntarle cómo se sembraba, y el interpelado, después de pensarlo unos segundos le contestó: “pus con lo verde para arriba”. Técnica simple que, obviamente, usó también Sebastián en tiempos de tío Fide, solo que a mayor precio.
La otra araucaria de las traídas por el embajador chileno, estaba en lo que fuera el atrio del templo de San José; con el tiempo convertido en plazuela del mercado Alcalde y García. Ese árbol de más de cien años, acaba de ser victimado por el ayuntamiento de Xalapa que, ignorante de los valores históricos que la ciudadanía incautamente ha puesto en sus manos, ha mandado a asesinar y, con él un siglo de historia humana, si no contamos la historia de la especie en vías de extinción, que desde el cretácico se afana y ufana de haber creado el árbol más bello del planeta.
Neruda cantó: (fragmento)
“Araucaria, follaje de bronce con espinas, gracias te dio la ensangrentada estirpe, gracias te dio la tierra defendida, gracias, pan de valientes, alimento escondido en la mojada aurora de la patria: corona verde, pura madre de los espacios, lámpara del frío territorio, hoy dame tu luz sombría, la imponente seguridad enarbolada sobre tus raíces y abandona en mi canto la herencia y el silbido del viento que te toca, del antiguo y huracanado viento de mi patria”.

martes, 26 de julio de 2011

OPACIDAD

El pueblo veracruzano es, sin temor a equivocarme, chismoso por naturaleza, no se explica de otro modo la proliferación de periódicos, de papel, virtuales, decanos, frescos, de larga vida y de sólo un número. Los “medios de comunicación” crecen aquí como hongos en la humedad y del mismo modo se extinguen; muchos reciben el abono vivificante del Estado, otros no lo logran y mueren por inanición. A la mayoría los sostiene la nota roja y la nota política, lo demás es noticia de segundo renglón, en éste están los “sociales” y las ofertas que cumplen una función azas de mayor importancia que las demás secciones. Hay sin embargo una sección de noticias que resultan ser las más lucrativas: las que no aparecen, o mejor dicho, las que los medios pasan por alto por una de dos razones: porque han cobrado bien su ocultamiento, o porque el mismo medio periodístico ha sido amenazado si apareciera alguna nota referida a tal o cual suceso. El vacío de información se nota porque los chismosos profesionales tenemos ahora las “redes sociales” que nos mantienen al día, de los sucesos que van ocurriendo y la prensa calla. Quizá la credibilidad de esas noticias sea dudosa, pues quien las genera no es especialista del periodismo, no obstante son dignas de tomarse en cuenta las que provienen de testigos presenciales, quienes sufrieron en carne propia el acordonamiento de una zona, o el ataque de la delincuencia en pleno centro de la ciudad o en algún cementerio de administración privada, aunque la psicología nos enseña que la mayoría de las personas que se encuentran en una situación inusitada son propensos a exagerar para concederle mayor importancia al hecho o a su presencia en él. Cuando alguna de esas noticias se difunde de manera incontrolada en el momento en que ocurren y de modo parcial, el impulso de todo buen chismoso es buscar el complemento de la información y, cuando no se encuentra en ningún medio, salta la sospecha de que está siendo apagada por alguna inconfesable razón; es el caso de el desaguisado que el domingo anterior ocurrió en la plaza de las Américas en Xalapa y del que, de no ser por vía de teléfonos celulares entre amigos, por donde corrió la advertencia de no acercarse a esa zona, ningún chismoso profesional se hubiera enterado, porque después de lo sucedido, ha habido un extraño ocultamiento de los pormenores del asunto. El fenómeno no es único, así como ese ha ocurrido otros hechos que de no ser por los “lavaderos” del ciberespacio, pasarían en medio de la neblina que, con dinero o amenazas, se apaga y se oculta. No sería tema de reflexión esto tan frecuente y viejo, si no fuera porque ahora existe una ley que concede a los ciudadanos el derecho de estar informados y de reclamar su cumplimiento, el chisme como garantía social, ni más ni menos, porque el hecho de que estemos enterados o no, no genera ninguna consecuencia, salvo la de permitir que los ciudadanos estemos advertidos de por donde sí y por donde no podemos andar con seguridad. Pero bueno, ya que el Estado se ha echado a cuestas la tarea de garantizar el cumplimiento de los derechos ciudadanos, poniendo el chisme al alcance de todo aquel que sepa leer y escribir, muy correcto es pedir de la manera más respetuosa, porque oficialmente no hay vía, que nos digan ¿qué madres está pasando aquí? ¿A dónde podemos ir sin riesgos? Y bueno, todo este reclamo, basado en la concesión a la autoridad de que nos va a decir la verdad de lo que está ocurriendo, porque finalmente, tendremos que darle un voto de confianza a reserva de que se lo merezcan o no, porque de todas maneras la duda es la que inquieta, que las verdades aunque sea crueles se asumen.
Al inicio de las vacaciones de verano, unos amigos me invitaron a Cuernavaca; decliné la invitación por considerar que la inseguridad que vive esa ciudad, no me garantizaba regresar a mi querido Estado sano y salvo; a las dos semanas, mirando lo que está sucediendo acá, me asaltó la duda… y menos mal que fue solo la duda la que me asaltó: ¿No estaría yo acaso más seguro en Cuernavaca?

lunes, 11 de julio de 2011

PALIACATE

Los jarochos hemos vivido orgullosamente engañados, con el paliacate al cuello y creyendo dogmáticamente que se trata de un invento veracruzano, que sólo nosotros lo usamos para todo. En efecto, el paliacate es aquí toda una institución que ha servido tanto, para sonarse los mocos, como para detener el sudor que fluye de la cabeza, cuando nos lo atamos en el cuello, como aquel famoso candidato a gobernador, don Fernando Gutiérrez Barrios, que lo convirtió en una divisa de campaña, aunque, una vez habiendo ganado, jamás lo volvió a usar. Pero aunque me apene arrojar una pequeña mancha en la inmaculada ignorancia de algunos de mis lectores, les comunicaré algo que yo tampoco sabía hasta ayer que, buscando otra cosa, me topé de chiripa con el origen de tan útil trapito.
Hay tres versiones en un documento cibernético denominado Etimologías de Chile, todas complementarias, no contradictorias, aunque lo parezcan a primera vista, la primera dice: que los portugueses fundaron un puesto comercial al sur de la India en el año de 1502, en un lugar denominado Palicat. Hoy en día se llama Pulicat en el Estado de Tamil Nadu, antes llamado Madrás. Una de las actividades económicas del lugar era la producción de pañuelos muy coloridos, a los que se les llamó precisamente “pañuelos de Pulicat” que con el uso se fue deformando hasta quedar en Paliacat y finalmente Paliacate. Los franceses los llamaron mouchoirs de Paliacate y, handkerchiefs from Paliacate los ingleses. Hay varias referencias de este producto en documentos del siglo XVIII en los idiomas mencionados; el informante de Wikipedia que ofrece su versión, hace notar que los diseños estampados en esos pañuelos, son evidentemente indios, pero de la India, de ninguna manera mexicanos. Cuenta que en el siglo XVII había en el puerto de Paliacat un millar de telares produciendo esos pañuelos entre otros productos, los que fueron distribuidos por todo el mundo por los comerciantes de la época.
La segunda versión, es del Diccionario de la Real Academia española de la Lengua y dice que: se trata de un hibridismo de castellano y náhuatl: Pa, apócope de para y yacatl que se traduce por nariz, o sea: para la nariz, y la tercera versión del mismo origen dice que se trata de dos palabras nahuas: Pal que equivale a color y yacatl, nariz. De todas maneras, estas versiones idiomáticas poco afortunadas, no contradicen el origen hindú del tan sonado pañuelo.
Y si bien el origen del paliacate no es jarocho ni mexicano como creíamos, no todo está perdido, seguramente el uso que se le ha dado en estas tierras de la luna de plata, si es exclusivo: Mire usted que usarlo como ya comentamos que hizo el caballeroso Gutiérrez Barrios, para lograr la identificación de rumbero y jarocho, trovador de veras, que logró sólo porque aquí y entonces nadie sospechaba que el adminículo venía de Cachemira y no de Chacaltianguis como lo creíamos todos equivocadamente. Un segundo uso particular es el de atarlo al cuello a efecto de que la churria y los metlapiles de mugre de la nuca y el pescuezo, no manchen la blanca tela de la guayabera, de ese modo la prenda alforzada aguanta dos puestas o más, y otro uso que definitivamente no he visto hacer en otras latitudes, es el tirarlo al suelo y anudarlo con los pies mientras se baila La Bamba, El Colas, u otro son jarocho que exige de los caballeros ser muy competente con el botín, y de las damas con el chapín. Quiero finalmente, en honor al paliacate, sea de donde sea, decir que es una gloriosa institución, que un jarocho sin paliacate es como un Supermán sin capa, como un El Santo sin máscara, o sea que no vale para maldita la cosa y que, un buen jarocho debe traer dos o tres paliacates cuando menos, uno anudado al cuello, otro para limpiarse el sudor de la frente y cabeza, quitándose el sombrero de cuatro pedradas por supuesto, y otro para limpiarse los mocos; este último no debe usarse para darse un limpión, porque como dice Margarito Ledesma, el poeta de Chamacuero de Comonfort: “las materias y sustancias escurridizas y los humores narizales se resecan en el pañuelo después de que uno se suena, y se ponen tan duros y resistentes como pedazos de vidrio, y de allí vienen los rayones y las tasajeadas y las sacadas de sangre”.

domingo, 5 de junio de 2011

QUE TU MANO IZQUIERDA...

Un santón anacoreta
Alejado del bullicio
Adquirió el bendito vicio
De hojear la Biblia completa,
Supo así el analfabeta
De la necia moraleja
Que tontamente aconseja
Que la izquierda no se entere
Lo que la derecha hiciere
Y obedeció la conseja.

Puso los brazos en cruz
Sin juntar mano con mano
Y de ese modo el fulano
De Dios creyó hallar la luz,
No se rascaba el testuz
Y ni se limpiaba el ano
Por temor a que una mano
Supiera qué hacía la otra
Y cayera en la derrota
Del pecado más profano.

Rezaba mustio y contrito,
Triste dormía y despertaba
Y si un mosco lo picaba
Ni aplaudir podía el bendito,
De sufrir ya estaba ahíto
Pero limpio de pecado
Y al sentirse perdonado
Lo acometió una insolencia
Que amenazó su inocencia
De color inmaculado.

Involuntaria erección
Lo pilló medio dormido
Y entre sueños y afligido
No ha atinado a otra reacción
Que cambiar de posición
Y abriéndose la bragueta
Olvidó de anacoreta
Su insufrible condición
Y a dos manos, con fruición
Se ha tejido una puñeta.

sábado, 4 de junio de 2011

¿FUMAR ES UN PLACER?

“Dios nos dio los pulmones para respirar aire, no humo, pendejo”. Me dijo mi padre el día que me sorprendió fumando, y añadió:- “Si Dios hubiera querido que respiraras agua te hubiera puesto agallas y serías un pinche guachinango, y si hubiera querido que respiraras humo te hubiera puesto un chacuaco en vez de gañote y serías una ladrillera de Chavarrillo”… y me repitió el calificativo para rematar la frase. Tenía yo doce años cuando ocurrió esto y, por la elocuencia de la frase, o quizá por la autoridad que ejercía mi padre, no adquirí el vicio. Ahora que en esta semana se ha celebrado el día mundial de no fumar, recuerdo el suceso con gratitud y cariño hacia ese hombre inteligente que, en el momento más oportuno, me convenció de que fumar era una acción de tontos.
No puedo negar que algunas veces, ya siendo adulto, volví a fumar llevado por el mal ejemplo de algunos compañeros de escuela y de juerga; en las noches bohemias donde en torno de una mesa se decían poemas, se cantaban canciones y se bebían vinillos espirituosos, no podían faltar los cigarrillos; me daba tono sentarme frente al piano con una copa de coñac y un cigarro en la boca al estilo de Agustín Lara, y echarle humo y sentimiento a los ya viejos, para entonces, boleros del músico-poeta. Pero las crudas de tabaco me resultaban peores que las de alcohol y, juntas, ¡no te digo! Eran ni más ni menos una convalecencia de trasplante de corazón.
El segundo consejo sabio respecto al vicio del cigarro, se lo oí también a mi padre, dirigido a un sobrino de él, primo mío, sobre el que no tenía autoridad; le dijo: “Si no puedes dejar el vicio de fumar, deja el vicio de comprar, así sólo fumarás cuando tengas a cerca a un pendejo a quien gorrearle los cigarros, eso no ayuda a los pulmones, pero si a la cartera”. Ese consejo era el complemento del primero. La intuición de ese hombre inteligente que jamás fumó, había descubierto lo que los estudiosos de la conducta humana confirmaron después, que fumar es un uso social, como el brindar con bebidas alcohólicas, que tienen un porqué en reuniones sociales, pero que su práctica en solitario, acusa un desequilibrio de la personalidad. Hay quienes fuman porque no saben qué hacer con las manos, el origen de la acción compulsiva es el mismo del que se truena los dedos cuando no tiene las manos ocupadas, o mueve involuntariamente las piernas cuando pretende tener un rato de reposo. Quien lo hace, seguramente ha sido un hijo maltratado y reprimido.
Conozco fumadores que encienden un nuevo cigarrillo con la colilla del que se han quitado de la boca, son los que tienen los dientes amarillos por la nicotina del tabaco, si usan bigote también lo tienen teñido de alquitranes y les hiede el aliento a florero de panteón. También se de algunos y algunas que si no fuman después de los alimentos y después del coito, no sienten que comieron ni que cogieron… Esos, para mi gusto, si están graves, porque las reglas de la higiene moderna recomiendan que sin perder tiempo, después de comer debe uno pararse a caminar, y después de follar debe uno correr al baño a ducharse el aparato, y no entretenerse en desabrocharse el cinturón, eructar y fumarse un habano con toda la parsimonia que antiguamente exigían los usos de la buena mesa y de la buena cama, que finalmente han devenido en malas costumbres.
Tuve la suerte de estar presente en la sesión de la cámara de senadores, donde se discutió la reforma sobre la ley de salud, prohibiendo fumar; fue, si mal no recuerdo, la última sesión de la LVII legislatura. Los debates se centraron: a favor con el argumento de que el tabaquismo es nocivo para la salud de quien fuma, tanto como para quien está cerca del fumador. Los argumentos en contra se apoyaron en el derecho de cada uno de hacer lo que se le antoje, como garantía constitucional. Para estos últimos el asunto se veía como un problema de salud personal, para los otros era un asunto de salud pública. Seguramente ambas posturas son ciertas: fumar es un acto personal como el suicidio de a poco a poco, que debiera respetarse, siempre y cuando el suicida antes de apuntarse a la sien, no aviente bala a su alrededor indiscriminadamente, que es ni más ni menos lo que hacen los que fuman en público.

sábado, 21 de mayo de 2011

OFRENDA

Sentado frente al piano, comenzaba a tocar una vieja melodía con nombre de mujer, del compositor cubano Ernesto Lecuona; a mis espaldas, adosado a la pared contraria, se erigía el pequeño altar dedicado a los muertos, levantado la mañana del día anterior, primero de noviembre, sobre una mesa de ofrendas. Un arco de carrizo cubierto de hojas de tepejilote y limonaria, adornado con flores de zepoalxuchitl, simulando una puerta, el umbral entre la vida y la muerte, le daba a la pieza cierto aire de solemnidad religiosa. Sobre la mesa de la ofrenda algunas veladoras alumbraban los rostros de mis antepasados muertos, presentes en fotografías recargadas en otros objetos alusivos a la festividad de los difuntos, calaveras de azúcar, cortejos fúnebres hechos de papel maché con cabezas de garbanzo, copas con tequila, vasos con aguardiente, panecillos de forma humana, algunas frutas, vasos de agua e incensarios incandescentes despidiendo humo con olor a misa de cuerpo presente, luz tenue.
La música rodaba incipiente sobre las teclas blancas y negras del piano, cuando un golpe suave sobre la mesa de la ofrenda se escuchó claramente; dejé de tocar, sin retirar las manos del teclado volví el rostro hacia el altar, suponiendo que algún objeto mal colocado hubiera caído, pensando también en que alguna vela de las que estaban encendidas pudiera haberse desacomodado del candelabro con lo que podría provocarse un incendio; como nada de eso había pasado, todo estaba en su lugar a primera vista, volví el rostro sobre la partitura y continué tocando. No había pasado un minuto cuando un segundo golpe, más sonoro, más imperativo, me obligó a dejar de tocar, levantándome del piano, encendiendo las luces de la pieza y acercándome al altar para asegurarme de lo que había producido el segundo golpe. Todas las cosas estaban en su lugar. Un escalofrío me recorrió el cuerpo, interioricé una petición de control y comencé por apagar velas y veladoras para evitar un posible incendio, retiré los incensarios a un lugar donde no representara peligro alguno, finalmente recosté las fotografías que tenían marco y cristal y sólo dejé de pié las fotos de postal. Al volver a sentarme frente al piano un tercer golpe a mis espaldas me hizo perder el control, de tal modo que en vez de volver a la melodía que antes tocaba, comencé a aporrear el teclado con fuerza, como tratando de ausentar con el ruido mi propio miedo. Dejé de golpear y sentí que el vibrato se prolongó más de lo acostumbrado, cerré la tapa del piano, apague las luces y salí, aseguré la puerta de la pieza pensando en evitar con eso que el gato, entrara incitado por el aroma de alguno de los alimentos puestos en la ofrenda, se trepara al altar y provocara algún ruido, que iba a acabar de asustarme más. Después de hacer todo eso subí las escaleras que conducen a la segunda planta de la casa, donde está mi dormitorio. Al caminar sobre el pasillo reflexione en que esa noche de muertos era yo el único en la casa, mi mujer había salido de la ciudad en compañía de su madre para asistir a un chequeo médico, mis hijos hace años que se fueron a formar sus propios hogares. Yo era el único habitante vivo en la casa, así que entré al dormitorio, encendí la luz y cerré la puerta a piedra y lodo.
Ya recostado con los ojos cerrados, la cabeza en la almohada, cavilé buscando explicación de los tres golpes sobre el altar dedicado a los muertos, repasé la tradición desde sus orígenes prehispánicos, hice hincapié en mi posición intelectual que me ha llevado a no creer en un “más allá”, ni en el alma ni en su sobrevivencia, ni en su trasmigración, ni en sus paseos noctívagos, ni en su presencia en los altares y ofrendas anuales. Insistí en el positivismo puro, en que es un cuento el tránsito del mundo al inframundo y viceversa, que todo eso es sólo un juego de bellas tradiciones cuya virtud es hacernos recordar a quienes amamos entrañablemente y que, irremediablemente dejaron de respirar. “Siempre se mueren los otros” uno se da cuenta porque sigue vivo. Con ese pensamiento que me hizo sonreír, comencé a caminar de la vigilia al sueño, cuando un dedazo sobre el teclado del piano me despertó, la nota seguía vibrando en mis oídos. Me pregunté incrédulo: ¿Habré oído de veras el sonido del piano, o solamente lo soñé? Sin llegar a una respuesta, me cubrí la cabeza con la cobija y me dormí profundamente; el día siguiente ya no era día de muertos.

jueves, 19 de mayo de 2011

BREVE HISTORIA DE LA SALUD

Hace dos mil años, la gente creía que la salud era un don de los dioses y, por el contrario, las enfermedades eran el ataque del demonio a los cuerpos abandonados por dios al haber caído en pecado: por eso en vez de hablarse de enfermos se hablaba de endemoniados y poseídos. La curación no estaba en manos del propio enfermo sino de semidioses que con sólo tocar al endiablado hacían huir al Maligno sanando con ello al poseso. Los Testamentos evangélicos dan cuenta de ese típico fenómeno. El Chamuco solía ahuyentarse tomando formas horripilantes de guarasapos, serpientes y otra repugnantes sabandijas que brotaban de la boca, orejas, nariz o ano del endemoniado. Quizá de ahí la reminiscencia en el canto infantil que usan las madres para curar al niño: “sana, sana, colita de rana…” De ahí también el éxito de embaucadores y milagreros como el niño Fidencio, santones como aquel famoso que hubo en El Salto del Tigre, Ver., de cuates que curan el mal de ojo como los Garcimarrero en su infancia jalacingueña y madres gordas que ahora venden amuletos por televisión y a larga distancia.
En casi todo el siglo XX se siguió creyendo equivocadamente, en la salud como milagro divino en que la voluntad humana no intervenía para nada; cosa parecida se pensaba de la pobreza, del matrimonio, de la progenie y de la muerte. “Matrimonio y mortaja del cielo baja”, “La salud es lo importante, el dinero va y viene”. La Suerte era la única aparente generadora de la riqueza; de la salud, se pensaba que la daban, primero Dios, y luego los médicos y las medicinas; los seres humanos se descuidaban; los gobiernos descuidaban a sus ciudadanos, los dejaban vivir en medio de la suciedad, las familias se componían de un padre, una o más madres, un tremendal de hijos, varios cerdos, algunos perros y gallinas compartiendo el domicilio y en últimas épocas a ese heterogéneo grupo familiar se agregó un invariable antropólogo dispuesto a publicar su investigación como “Los hijos de Sánchez” de Oscar Lewis, o un pasante de psicología haciendo su servicio social en la Clínica de Conducta.
La alimentación se efectuaba sin ningún conocimiento de las dietas balanceadas ni de los efectos terapéuticos de la comida diaria; las personas abusaban de los alimentos, de la bebida, del trabajo, del sedentarismo y cuando enfermaban conjuraban médica y farmaceuticamente el mal, esto es, se supuso que la salud era un producto de patente que se expendía en las farmacias, droguerías y boticas, o que radicaba en la receta del facultativo por obra y gracias del diploma colgado en la pared del consultorio; cuando este no atinaba, siempre estaba el santo patrono como último recurso.
Pero llegaron tiempos más lúcidos, finales de siglo, algunos hombres inconformes de vivir sólo su época redescubrieron las viejas prácticas de los pueblos clásicos, olvidadas por conveniencia en el oscurantismo fanático, y se recuperó la idea griega de la salud como un hábito diario, comprometido con el ejercicio físico que mantiene el tono muscular, el ritmo cardiaco, la flexibilidad de las articulaciones, la textura de la piel, en fin que amortigua el avance de la senescencia; la alimentación equilibrada de acuerdo a las normas nutricionales que sólo el estudio y la cultura nos aporta; la higiene personal, la capacidad para encontrar alternativas de acción distintas al tabaquismo, alcoholismo y drogadicción.Una vez encontrada la salud como condición voluntaria y cotidiana de los seres humanos, no se hizo esperar la consecuencia de convertirla en preocupación estatal, así que se le dio calidad de garantía social; en México es un derecho de todo mexicano. En el artículo 4° Constitucional el Estado ha asumido la obligación de preservar la salud de todos los habitantes de este país, preocupándose por ofrecer un ambiente social saludable, servicios higiénicos, centros deportivos, clínicas y hospitales… bien surtidos, distribución equitativa de la riqueza (aunque el salario mínimo todavía es una limosna), programas alimentarios y combate contra las drogas. Ya casi vamos llegando al primer mundo. ¡Que hay fallas! Pues sí, pero cuando menos ya no estamos atenidos a lo que Dios diga.

lunes, 16 de mayo de 2011

VIEJO CAGÓN

Ya soy un viejo cansado
Que va cayendo en desuso,
Observo que ahora rehúso
Lo que nunca había rehusado,
Y me siento desganado,
la comida me da grima
no me arrimo a la cocina
ni en desayuno ni cena
ni aunque la criada esté buena
me sirve de medicina.

La cama, un día mi proeza
En la que nunca fui flojo
Hoy la miro de reojo
Y mi corazón bosteza,
Ya ni derecho, ni cojo
Me arrimo a ella sin sueño,
De mi poder no soy dueño,
Sólo disfruto las siestas
Y no recuerdo las fiestas
Que en ella fueron mi empeño.


Las noches las paso en vela
Llenas de pena y de odio
Repasando el episodio
De una estúpida novela
Que en la tele y en la tela
Me arruga hasta el entrecejo
Y me sorprendo, perplejo,
Con el tronido de dedos
Que, más fuerte que mis pedos
Hacen sentirme pendejo.

La tripa se me ha aflojado
Como al pelícano enano
Que si no apretaba el ano
Por ahí se salía el pescado,
Ya vivo en el excusado
La mayor parte del día,
Salir de allí es osadía
Que no puedo permitirme,
Pues cagando he de morirme
Que es lo que más me temía.

domingo, 15 de mayo de 2011

MATRIMONIO Y MORTAJA ¿DEL CIELO BAJA?

Una chica muy hermosa
escasa de voluntad
solazada en su beldad
y poco voluntariosa
esperaba muy ansiosa
que del cielo descendiera
el que boda le ofreciera
haciéndola su mujer
pues sentía más no poder
con el fuego de su hoguera.

Así mirando hacia arriba
caminando sin cautela
pisa mal la damisela
y el mal paso la derriba,
al tiempo que un pobre iba
arrastrándose en el suelo
y, encima del pordiosero
perdió la virginidad,
más sin disgusto en verdad
y de abajo para arriba.

Ahora dicen los rumores
que los dos son tan felices
que dan todos los matices
a sus tórridos amores,
ni la edad ni los dolores
sus pasiones les rebaja
y aún adentro de la caja
uno baja y otro sube
cabalgando en una nube
remangando la mortaja.

CAMELADA

Por el ojo de una aguja
Un camello no pasaba
Por mucho que lo intentaba
Entre jalones y pujas.

El camellero jalaba
Con más potencia que un toro
Porque llevaba un tesoro
Que era lo que se atoraba.

Un beduino al ver aquello
De pura casualidad,
Aconsejó sin piedad:
Pícale el ojo al camello
Y verás que en un resuello
Pasa con facilidad.

El camellero obediente
Que va sacando otra aguja
Y en el ojo se la empuja
Al camello falleciente.

El animal cogió pista
La joroba le volaba
Y en el desierto del Sahara
Se fue perdiendo de vista.

El camellero granuja
Mirando su éxito en ello
Fue gritando a voz en cuello:
Logré pasar una aguja
Por el ojo de un camello.

jueves, 12 de mayo de 2011

ANTIMORALEJA

Un tonto de pacotilla
Por seguir la moraleja,
Ha puesto la otra mejilla
De la forma más pendeja,

Y el golpeador, aguzado
Le ha repetido el madrazo
Para que sepa el pelmazo
Que lo que aprendió es errado.

Mas siendo este penitente
De moral tan anticuada
Tras segunda cachetada
Quiso seguir imprudente

Así que sin un sonrojo
Pidió su tercer trancazo
Y el otro, de cruel dedazo
Purrún, que le saca un ojo.

Fue el dolor tan acusado
Que sufrió este papanatas
Que se puso en cuatro patas
Dando la espalda al malvado.

¿Es masoquista el vejete?
Se preguntó el golpeador,
Y ya sin ningún pudor
Que le pica el otro ojete.

viernes, 6 de mayo de 2011

A LA TÍA QUE FUÉ MI MADRE

Tal vez a los viejos nos mata
la incapacidad de cambiar
al ritmo del progreso.

La vieja solterona, concepto antiguo, y para decir verdad poco agraciada, fue perdiendo a través de los años la exigua herencia recibida de sus padres: una modesta casa estilo jalapeño confundida en el paisaje tradicional de la ciudad; un terrenillo con matas de café mal cuidadas, plagadas de longanicilla y corrihuela, entreveradas con saúco y gordolobo, un jinicuil frondoso y productivo; unas monedas de oro antiguas que guardaba en el ropero dentro de un estuche de lámina que, antes de ser arca de ese tesoro, había contenido un alacrán de vainilla confeccionado en Papantla; el ropero de cedro, aromado con el perfume del alacrán y una vieja máquina Singer de pedal orgásmico.
Muertos sus padres, casadas sus hermanas de número apostólico, atrapados los hermanos por la leva de Victoriano Huerta, la soledad la acorraló en silencio y la orilló al refugio del amor sustituto: recogió a los sobrinos bastardos y los crió, enseñándoles sus miedos y prejuicios, su terror conjurado en la cruz y en el rosario de cuentas de madera; pospuso su vida personal y placentera, para vivir como dios manda después de la muerte. Mientras tanto, tan sólo con la fuerza que le dio el padrenuestro, entregó su mundo en manos ajenas, rió y sufrió por todo lo que le pasaba a otros, para anestesiar su propio corazón. Así perdió la casita heredada para saldar la deuda de un sobrino caído en el desfalco. Así remató el huerto de cafetos enmarañados, cundidos de corrihuela y secapalo; así también rodaron las monedas de oro viejo, guardadas en caja de alacrán de vainilla que aromaba el ropero, con rumbo al prestamista. También el ropero y la máquina orgásmica salieron por la puerta hacia la casa de empeño, para no regresar jamás.
Cuando la vieja quiso mirarse a sí misma por unos segundos, ya no tenía asideros en la tierra y entonces se fue al cielo; porque, parece mentira, pero el que no tiene nada en este mundo: una mesa, una silla, unas tristes sandalias, no le queda otra cosa que flotar. Los asideros de la vida son bien terrenales, son nuestras pequeñas cosas que ocupan un lugar en el espacio: la vieja cama, el retrato pañoso de la madre, la navaja oxidada que nos dejó el abuelo, los muros de la casa con sus extraños mapas de humedad, la aldaba de la puerta, la acera de la calle bañada por el sol de la mañana, modelada en pedazos de sombra por el alero filantrópico; el aroma del pan brotando del hornito de la panadería. “Tahona estuosa de todos mis bizcochos” como lo recitó Cesar Vallejo; “el santo olor de la panadería” que aspiró e inspiró López Velarde; la calle misma con su trazo de plato quebrado, el tañer vesperal de las campanas sanjoseínas y el ritmo de la vida que pasa sin atajos. Cuando se pierden esos pequeños asideros que lo detienen a uno sin darse cuenta, con los pies en la tierra; cosas tan insignificantes como la acostumbrada posición de la cama, el rechinido de la puerta del cuarto dormitorio, no queda más remedio que flotar y, la ingravidez, la levitación es el primer síntoma de que ya no lo retiene a uno la tierra, es cuando el alma levanta el vuelo y los viejos volamos sin lastres hacia donde nos están esperando los recuerdos.

domingo, 1 de mayo de 2011

ENDOSO EN PROCURACIÓN

Los medios de información televisivos, han recibido de la Iglesia, el endoso al cobro de la fe que sembraron en el pueblo mexicano desde hace quinientos años, poquito menos, los que vinieron a conquistar a nombre del rey de España, y del Papa de Roma. El pueblo mexicano, proclive al fanatismo, al cómodo dogma que niega el análisis lógico, le paga ahora con fervorosa atención, a los medios de comunicación, un abono del adeudo de fe, que firmó hace medio milenio en el reverso del ayate de Juan Diego.
Los intereses han sido tan altos, que exceden a la suerte principal, igualito que como pasa con los préstamos bancarios en los que te facilitan cien y te cobran mil; pero la necesidad se viste de andrajos más costosos que terno de torero. Cuando se tiene un apuro, se empeñan hasta los calzones al Monte Pío, el alma al diablo, la servidumbre al amo, el pagaré a la Banca y la reliquia al santo.
Este ha sido el método infalible, de la Iglesia, del gobierno, de los patrones y ahora de los monopolios de la “información”; no sé si intencional o intuitivamente, pero el mantener al pueblo urgido, necesitado, en permanente e irresoluble apuro, ha dado siempre como resultado apetecible la docilidad y el sometimiento a sus intereses. Esos intereses que pagamos nosotros, los que hemos recibido el préstamo de una fe extraña y estúpida, sostenida por todos aquellos que viven de nuestra credulidad, hincándonos cuando menos una vez a la semana frente al altar, y abriendo la boca todos los días frente al televisor, para refrendar periódicamente nuestra insolvencia intelectual y el sometimiento a lo que quieran y gusten mandar los dueños de nosotros.
Hemos caído en la trampa de creer la mongoloide frase de que “La fe mueve montañas” y, con ello nos ha pasado lo de aquel creyente a quien se refiere esta antimoraleja: “Hubo ha tiempo un feligrés/ que escuchó alguna mañana/ que la fe mueve montañas/ y creyó esa estupidez/ Así que dando traspiés/ con mente limpia y sin maña/ fue en busca de una montaña/ y en el pico hizo pata ancha/ allí sintiose a sus anchas/ y le ordenó de una vez:/ Montaña, muévete pues/ que quiero conocer mundo/ señalando luego el rumbo/ no con un dedo, con diez/ Mas, en tanto señalaba/ se ha venido una erupción/ y su incongruente ilusión/ así acabó sin más nada/ pues lo lanzó en dirección/ de la utópica Chingada.”
Pues eso mismo nos está pasando, creyendo que la fe es sustitutiva del discernimiento y de las acciones consecuentes. Creer en milagros es renunciar a la lógica y hacerle el caldo gordo a quienes nos tratan como niños de tres años de edad; por desgracia lo consiguen quienes invierten millones, que nosotros mismos les damos, en alejarnos de la razón, de la cultura y del discurso ordenado del mundo en que vivimos.
La beatificación de Juan Pablo II, como la ceremoniosa boda de la realeza británica, acontecimientos con que nos embadurnaron el cerebro durante una semana completa los medios televisivos, nos han dejado descerebrados y reblandecidos para que sigamos creyendo en la monarquía como mejor forma de gobierno, en el matrimonio religioso como única forma de legitimar los arrejuntes, y en la santificación como el culmen de las cualidades humanas. Envueltas en tato boato, solemnidad y dispendio, que muy pocos reparan en el anacronismo, en el engaño y en el despilfarro que reúnen semejantes ceremonias. Su vaciedad ofende la inteligencia, su elitismo es un escupitajo al rostro de la democracia. En el caso de la boda real, todo para envolver y adornar y legitimar un simple acto carnal, que por muy buenos que estén los desposados, no es para tanto; y en el caso de la beatificación, acaso sirva para hacer olvidar que Wojtyla le dio la comunión a Pinochet, canonizó a un títere inexistente y a una manga de traidores a la patria mexicana, y mantuvo su complicidad con el “desfundador” de niños inocentes hijos de padres incautos que creyeron que la montaña se movería.A ver quién les paga el abono de la deuda a los medios que heredaron nuestra enajenación “espiritual”.

domingo, 24 de abril de 2011

¿OBRAS MAESTRAS?

Un tonto de capirote
que a nada atina ni acierta
oyó esa fábula incierta
que pregunta con rebote:
¿En una isla desierta
qué libros serían tu dote?
Y la pendeja respuesta:
¡pues la Biblia y El Quijote!
Fuese a comprar las dos obras
y leyó de hito en hito,
sin el otro requisito
de la isla entre las olas.
Se pasaba largas horas
tan absorto y embebido
sin comprender lo leído
sin recordar las parolas
que ni a orinar se paraba
este lector engreído.
que en su vida había leído
pues leer no se le daba.
Y mientras más avanzaba
su incomprendida lectura
la necesidad lo apura
con urgencia incontrolada,
y así nos cuenta esta trivia
de un tonto de capirote
que se ha meado en El Quijote
y se ha cagado en la Biblia.

AVENTURA EXTREMA

Escribo desde mi cama, convaleciente de las vacaciones de semana santa, ritual obligado para un fatigoso descanso. No sé si sobreviviré a los cuatro días de asueto dentro de los cuales nos permitimos todos los excesos que en condiciones de burocrática normalidad se evitan. Me pregunto ¿quién inventaría que la playa y la montaña son los mejores lugares para pasar vacaciones?
El jueves santo salimos muy temprano la familia de cuatro, dentro de mi auto que ya no paga tenencia, rumbo a las costas de la Villa Rica a dónde va la gente a quien no le alcanza el sueldo para pagar hotel de cinco estrellas en Boca del Río. Llevamos hasta el perico aunque, el gato, más inteligente, decidió no acompañarnos y se nos bajó del coche cuando mi hija, la última en subir, abrió la puerta; le echamos la culpa de la huída del minino, a sabiendas de que de todos modos se hubiera salido por la ventana abierta por la falta de clima artificial dentro de la charchina. No hicieron falta los atascos de carretera perpetrados por sindicatos inconformes, las casetas de peaje se bastaron solas para estancar el tránsito. A vuelta de rueda avanzamos con el billete de cincuenta pesos en mano viendo la caseta cerca en distancia pero muy lejana en tiempo. Nunca falta un vivo con placas del D.F. o del EdoMex., que cuando estás a punto de llegar se te mete a la fila con riesgo de provocar un alcance y, si lo logra por tu cortesía, se voltea a pitorrease de ti. Después de la caseta y ya un poco encarrerados, digo, dentro de lo que permite el motor gastadito de mi automóvil, no faltaron detenciones por reparación de la carpeta asfáltica, hecha por trabajadores asoleados y ennegrecidos por la intemperie, que le hacen a uno señas con franelas rojas o paliacates jarochos para que se detenga detrás de una fila gigantesca de camiones de doble remolque, y otros armatostes que no dejan ver lo que pasa adelante, sólo el cambio de textura de la carpeta, avisa con sus ranuras que adelante hay maniobra. Todo mundo dentro del coche se pregunta por qué los operarios de caminos no descansan esos días. La compostura carretera permite que los chilangos y mexiquenses se bajen a las cunetas y rebasen por la derecha a los que vamos cuidadosamente en la fila que no camina. Por fin llegamos al pueblo de Villa Rica, que ha dejado de ser un lugar romántico y solitario, para convertirse por esta semana en un gran patio de maniobras y estacionamiento con vista al mar. Sobre los angostos pasadizos que dejan los turistas después de estacionar sus autos, modestos como el mío, se hacen pelotas de frente y de reversa los camiones de La Armada que vigila que todo marche viento en popa. Los restaurantes de tres o cuatro mesas bajo cobertizos de palma, ofrecen cocteles de toxinas de alergia y fritangas aromáticas al más rancio estilo culinario jarocho que, me hace pensar que si hubiera comido Hernán Cortés a su llegada al lugar, otro gallo nos hubiera cantado. Las cabañas de madera ofrecidas en renta, docientos cincuenta pesos diarios, muy baratas, con ventilador, cucarachas por doquier, hormigas, excusado comunal a veinte metros de distancia y regadera a la intemperie, todo compartido con vaya usted a saber quién; aunque, dicho sea en honras del turismo local, de repente se dejan ver algunas jovenzuelas bastante bien estibadas, algunas con cimientos como para seis pisos.
Para el viernes santo la cruda etílica fue curada con cerveza en ayunas a la hora de la salida del sol y sentados frente al levante, sobre sillas plegadizas de tela, de esas que una vez dobladas requieren de un curso y manual del operario para volver a ponerlas en posición de utilidad. Los que disfrutábamos el amanecer en pleno chacoteo, éramos los mismos que horas antes nos mirábamos con recelo de desconocidos y, a lo mejor entre ellos estaba alguno de los que nos habían rebasado por la derecha y había recibido una andanada de mentadas de madre jarochas. El día pasó entre tragos, botanas, almuerzo, invitaciones, más tragos, revoltura de todo porque unos llevaban tequila, otros ron, otros cervezas y uno que otro güisqui del más corrientito del mercado. Para el atardecer todos estábamos embarrados de arena, con los ombligos fuera del calzón de baño y mirando pa’bajo.
El sábado de Gloria los chilangos iniciaron el día con su insociable costumbre de mojar al prójimo, así que nos habilitamos con cubetas de todos tamaños y los que no con vasos y culos de coca cola de plástico cortados a modo de que funcionaran como recipientes. La guerra de agua ocasionó algunos enojos, sobre todo cuando un atrevido bañó a mi mujer a quien no le gustan las bromas y tuve que surtírmelo… o intentar surtírmelo con lo que la diversión se convirtió en una guerra campal de todos contra todos a cachetada limpia, nalgadas, arañazos, hasta que La Armada haciéndose espacio con su carromato monstruoso intervino para meter paz, para que no llegara la sangre al río… bueno, en este caso al mar que para ese tiempo ya estaba picadón también.
Algunas prudentes familias, decidieron cerrar ese día su período vacacional, subir sus chivas a sus respectivas charchinas y emprender el regreso al altiplano, no faltó el cruzamiento de tarjetas de presentación, invitaciones para el año entrante y desde luego disculpas por los excesos y molestias; los más resistentes seguimos consumiendo lo poco que iba quedando, para amanecer el domingo de resurrección como recién resucitados. Quepa aclarar que las camas de los albergues o cabañuelas de alquiler, no son nada cómodos, que los mosquitos le zumban a uno toda la noche en las orejas y le pican hasta entre los dedos de los pies, que también hay garrapatas que se suben a la ropa cuando se visita el cimiento de la casa de Cortés, que en realidad es lo que queda de una caballeriza.
El último día decidimos ir a “la Quebrada” que es una ranura rocosa entre dos lomas posiblemente basálticas, a la que se llega echando los hígados. En el trayecto de ida y vuelta, no faltó quien se parara sobre las espinas de una mimosa púdica, quien se rayara el cuero con el cornezuelo, quien creyera ver una serpiente y que nos cosieran los moscos a piquetes. El botiquín de primeros auxilios que llevaba mi señora, fue lo que más se usó en este paseo. Desde lo alto de la loma se puede ver el edificio de la nucleoeléctrica de Laguna Verde. No es como La Quebrada de Acapulco, porque aquí nadie se puede tirar desde arriba… más de una vez. Se puede bajar hasta donde golpea la pleamar, por una escalera de piedras que nos dijeron que mandó a hacer Dante cuando fue gobernador. ¿Pa’ Qué? ¿Quién sabe?
De regreso el domingo decidimos coger el camino que pasa por Mozomboa, para no arracimarnos con la chilangada. Otro viacrucis: tuvimos que vadear un río, ahí se nos quedó la charchina porque se le mojó el distribuidor y hubo que sacarla con ayuda de dos bovinos que la jalaron, luego la talacha de secar cables, bobinas que no tienen nada que ver con los bovinos del arrastre; el camino una lástima, entre baches y topes se hace una eternidad; vinimos a caer por el rumbo de Actopan-Almolonga y ya rumbo al Castillo otro sufrimiento que nos hizo llegar a la conclusión de que este Estado no es turístico, a no ser que sea de turismo de aventura extrema.
He jurado pasar la próxima semana santa en mi oficina, no importa que mis hijos se burlen de mí y me digan que ya estoy como los oficiales de tránsito que cuando les toca día franco se van a parar al crucero.

viernes, 15 de abril de 2011

SOFÁ CELESTIAL

Mi pequeño sobrino se acercó a mí con cara de duda y me preguntó: “¿Verdad tío que Dios está sentado en un sofá? Tuve que hacer un esfuerzo para contener la risa que podía haberlo sorprendido y, le contesté con otra pregunta, mientras trataba de encontrar una respuesta adecuada a su preocupación: ¿Quién te ha dicho eso? Nadie- me contestó y agregó- “yo creo eso porque los sofás son muy cómodos”… “y dios necesita estar cómodo si la ha de pasar sentado por toda la eternidad” agregué intentando completar el pensamiento del chamaco. ¡Ajá! dijo el pequeño, y concluí: pues sí, Dios está sentado en un sofá. El niño de cinco años se fue muy contento con la respuesta y yo me quedé tratando de escrutar todas las consecuencias que entraña la enseñanza de falacias ofrecidas como verdades. Recordé que la idea de que Dios está sentado, nos la dieron las catequistas a los niños que antaño, fuimos obligados a asistir a la doctrina, y tal vez no fue tan mala la enseñanza, porque nos dio la pauta de que, la mentira es el pan nuestro de cada día y, las verdades son por lo regular ofensivas y groseras. Un mundo socialmente refinado y armónico requiere del engaño como el mejor lubricante, no se puede ir por el mundo diciendo verdades, a no ser que se acepte el riesgo de echarse encima enemigos gratuitos. El emporio de control y riqueza estructurado sobre cimientos de mentiras, que partió de Roma desde el siglo IV, que se dio en llamar Iglesia Cristiana y que después de mil setecientos años conserva su hegemonía en toda Europa y América, impuso desde entonces a base de sangre y tortura un control tan grande, porque condenó y combatió la duda, el análisis, la inteligencia, y dio como “verdad” indiscutible y dogmática, una sarta de mentiras como esa de que dios tuvo un hijo que murió por nosotros tres días, después de los cuales resucitó y está sentado a su diestra y, en el orden de ideas de mi sobrino nieto, ocupando tal vez el mismo sofá. Nuestra vida está normada por esas falacias, mire usted si no: la semana “mayor” es exactamente del mismo tamaño que todas las semanas del año; en ella se celebran hechos que, las generaciones vivientes los dan por ciertos, pero de los que nadie tiene información precisa de cuándo ocurrieron; ni siquiera si ocurrieron en verdad o es un bonito cuento flotando en el espacio y el tiempo, el cual se ubica a veces en abril como ahora, a veces en marzo y a veces en febrero; cronológicamente no tiene asiento, es decir, no tiene sofá. Que si ocurrió en el año 33 o seis años después o antes, tampoco se tiene la certidumbre, la gente lo admite por dogmatismo o por fatiga mental; ante discusiones bizantinas, lo cómodo es aceptar la celebración y tratar de divertirse a su costa, a pesar de las críticas y prohibiciones de la propia Iglesia que siempre ha estado en contra del buen humor. Los días de asueto por una celebración religiosa, son una aberración en países democráticos como el nuestro, que pretenden ser laicos. Históricamente pudiera justificarse la conmemoración en donde la Iglesia y el Estado siguen sometiendo al pueblo en común acuerdo, para exprimirle el bolsillo y los sesos; pero en un país con pretensiones liberales, que tuvo una luminosa guerra de Reforma y una oprobiosa guerra cristera, en las que la religión hegemónica hizo todo lo que tuvo a su alcance para oponerse a los intereses de la República, celebraciones como la holganza en la semana “santa” son un despropósito y un acto de lesa inteligencia. Desgraciadamente tenemos que asumirlo hasta los que estamos avisados del engaño, porque nadie da golpe, las escuelas cierran sus puertas, las oficinas entran en el tobogán de la indolencia con mayor velocidad de la acostumbrada, los trabajadores reclaman el asueto, la propaganda induce a las compras de objetos vacacionales, los hoteles invitan a hacer turismo, Protección Civil se apresta a cuidar a los incautos visitantes y, en general la mentira tantas veces repetida se convierte en una verdad absurda económicamente explotable. Hay quien evita la polémica afirmando que toda creencia merece respeto, pero cada día me convenzo más de que hay creencias que no merecen ningún respeto.