viernes, 27 de agosto de 2010

BIOGRAFÍA DEL HÉROE VICENTE NARIO

Nació Vicente Nario en la hacienda “El Capadero” cercana media legua de Tepexco de Abajo, perteneciente a la diócesis de Valladolid hoy Morelia, el martes 14 de julio de 1789, justo a la hora en que, en París las huestes revolucionarias tomaban La Bastilla. Quizá ese hecho marcó la vocación independentista de Vicente Nario. Hijo de don Felipe Nario gaditano de origen, párroco de la iglesia de Tepexco y de su hermana, sor Josefa Nario, más conocida como La Pepa, apodo que coincidentalmente se le dio a la Constitución de Cádiz promulgada en marzo de 1812, sin que aún haya quedado claro si la fama de Pepa Nario tuvo algo que ver con aquel cuerpo de leyes, o si se le apodó La Pepa por haber sido promulgada el 19 de marzo día de san José esposo de la virgen María y padre putativo (P.P.) de Jesús de Nazaret según los evangelios, muy influyentes en esa época. Hijo de un incesto por doble partida, pues el padre de Vicente era padre y su madre Pepa era madre, y entre ellos hermanos, la pareja, la familia, la sociedad y la Iglesia ocultaron los lazos consanguíneos tanto lineales como colaterales, y nuestro héroe apareció siempre como huérfano o cuando mucho con muy poca madre y muy poco padre.
Desde el primer día de su nacimiento, el pequeño Vicente tuvo que sortear su mala suerte: oculto entre trapos y en una canastilla tipo “moisés” fue dejado por la madre su madre en el quicio de la puerta del convento con una carta que, la historiadora Eulalia Guzmán encontró enterrados en el Bolsón de Mapimí, y sin explicación alguna de el porqué hasta allá, afirmó que eran los pañales y la cuna de nuestro biografiado. La misiva se puede ver en una vitrina del museo de sitio de Tepexco de Abajo, Michoacán, está escrito en caligrafía preciosista y dice: “Al padre o madre que encuentre al hijo de mis entrañas. Le pido cuidar a esta criatura que está llamada a ser… si no padre, cuando menos tío de la patria. No se arrepentirán, lleva sangre libertaria. Su madre” ¡Del padre ni su luz!
Chente Nario creció como mandadero y correvedile del convento, agradeciendo al cielo cada día no haber sido víctima de infanticidio tan en boga en los conventos en esos tiempos. Su primera infancia se ocupó en aprender las operaciones matemáticas elementales, a leer y escribir transcribiendo versículos y pasajes de la Biblia, único libro permitido dentro del claustro. Pepa lo atendía disimulando su amor maternal hasta que a los doce años tuvo que huir del convento asediado por un cura pederasta que no han faltado nunca, ni antaño ni ogaño, empleándose tan pronto probó la libertad, como ayudante de arriero con uno que hacía viajes de Carácuaro a Tzin Tzun Tzan y viceversa.
Se estrenaba el siglo XIX, y en la Nueva España, el que no era cura, militar, peninsular, letrado y hombre, no tenía futuro. Los maceguales, las mujeres, los mestizos y los criollos tenían normada hasta la manera de vestir. ¡Qué capaz que un indio usara la indumentaria de un criollo, mucho menos ropa militar o talar! Era llevado a la Santa Inquisición, torturado, y si la libraba, era solamente mutilado de alguna de sus partes nobles, todo en nombre de Dios y de la Santa Madre Iglesia Católica, Apostólica y Romana.
El joven Nario se convirtió en un autodidacta clandestino, no había de otros entonces, logrando obtener la cultura e información suficiente como para ser un bachiller en cánones, de haber habido alguna institución educativa que reconociera sus estudios adquiridos entre mula y mula de las que arriaba de subida y perseguía de bajada sin apartar los ojos de la lectura. La Real y Pontificia Universidad, medieval-escolástica, era a la sazón la única institución educativa; no había universidades patito como ahora hay en cada esquina. Tendría 18 0 19 años, los biógrafos no se ponen de acuerdo en esto, cuando Chente supo que el Generalísimo insurgente don José María Morelos y Pavón era el mismísimo arriero Chema que años atrás le había enseñado los secretos de la arriería y los sentimientos de la nación. A partir de entonces Chema y Chente sólo fueron apartados por la muerte del primero en los cepos inquisitoriales.
Transido por el dolor que le causara la proditoria muerte de su mentor, Vicente Nario abrazó tardíamente la carrera de las armas mediante un curso por correspondencia que impartía desde Estados Unidos la Remington recién fundada. Su sentimiento era de legítima venganza, adobada con las salpicaduras de las salsas libertadoras que cayeron de Francia, Cádiz, Estados Unidos, Haití y Venezuela. Inspirado también en la bien intencionada frase de James Monroe “América para los americanos” nuestro héroe sin ser esclavo, decidió emular los movimientos esclavistas que ya triunfaban en Norteamérica, y en la isla La Española, convencido de que para matar al enemigo bastaba un machete bien afilado.
No fue Simón Bolívar el primer americanista que cruzó fronteras para correr a los intrusos, antes que él, nuestro héroe Vicente Nario se lanzó a ojos cerrados para luchar codo a codo con todos los libertadores que después se honraron con nombres de calles y estatuas: Toussaint Louverture de Haití, José de San Martín de Argentina, Bernardo O’Higgins en Chile, el antedicho Bolívar en Venezuela, Artigas en Uruguay, Francisco de Paula Santander en Colombia; todos ellos supieron que Vicente Nario les sobreviviría doscientos años, como su nombre lo sugería.
Al iniciarse la década de los veintes del siglo XIX la mayoría de los alzamientos libertarios habían triunfado y, nuestro biografiado se hizo notable en la vida institucional, tras de años de andar a salto de mata y escondido en cuevas y destierros, pero, contrariado por la dirección que habían tomado los intereses públicos, se levantó contra el primer emperador Agustín de Iturbide; eso le valió ser capturado cuando intentaba entrar por Tampico. Amarrado y sobre una mula, fue llevado hasta la ciudad de México en un sufridísimo periplo que los historiadores se avergüenzan de describir, sólo se atreven a contar la anécdota de que, habiéndose caído de la mula, se quebró dos costillas, una pierna y la clavícula, y al no haber sido atendido a tiempo por manos expertas, le soldaron checos los huesos, quedando deforme y baldado para el resto de sus días.
Pero la república le hizo justicia y en el gobierno de su tocayo Vicente Guerrero fue electo diputado, cargo que cumplió a pesar de sus deformidades que lo hacían blanco de las burlas de sus intolerantes compañeros parlamentarios.
Entre sus aportaciones legislativas más importantes y que se siguen aplicando hasta nuestros días, podemos señalar la ley Herodes, la ley del más vivillo, la ley de fueros de fuera y otras que ni para cuando, ni con otros dos Vicente Narios se acabará.
Quede dicho en abono de la ingratitud de la república, que el nombre de nuestro héroe no ha sido puesto todavía en letras de oro en el recinto legislativo de San Lázaro.

jueves, 19 de agosto de 2010

¿QUIÉN ES JUAN SANDOVAL IÑIGUEZ


Sandoval Íñiguez Juan, es el arzobispo de la archidiócesis de Guadalajara, ese que hace unos meses negoció con el gobernador de Jalisco, Emilio González Márquez, de evidente cerebro reblandecido por el alcohol y la catequesis, una archí limosna de noventa millones de pesos del erario público estatal, para edificar un templo dedicado a los “mártires” de la cristiada. Proyecto frustrado porque provocó tal escándalo público, que tuvo que devolver el dinero, aunque sólo una tercera parte, del resto no se sabe todavía nada, y parece que el proyecto sigue clandestinamente.
Juan Sandoval es Cardenal desde 1994, lo ungió Juan Pablo II. Tiene ahora setenta y siete años de edad, cincuenta y tres años de ordenado y de desordenado bastantes más. Su desorden es mental a juzgar por las expresiones que han quedado consignadas para los anales de la intolerancia, la misoginia, la homofobia, el fascismo, el anacronismo y la acrimonia.
Ha dicho por ejemplo:
-“Se necesita no tener madre para ser protestante”
-“Las mujeres no deben andar provocando, por eso hay muchas violadas”
-“Marcelo Ebrad junto con los organismos internacionales maició a los “magistrados” de la Suprema Corte que recibieron dádivas, por ello no dudo que el asunto de las adopciones vaya por el mismo camino”.
-“¿A ustedes les gustaría que los adopten una pareja de maricones o lesbianas?” Preguntó a los reporteros que lo entrevistaron esta semana.
Estas últimas frases transcritas las dijo recientemente, como reacción ante la resolución de los ministros de la Corte (que no magistrados) respecto al matrimonio entre personas del mismo sexo.
Ahora bien: maiciar es un verbo que tiene implicaciones ofensivas, significa ni más ni menos arrojar maíz a los cerdos; es un verbo de uso ranchero para referirse a la engorda de animales de corral, puede aludir a gallinas u otras aves, pero en plan ofensivo hacia las personas establece una comparación entre estas y las bestias que medran gracias a quien les llena el buche. Para los ministros de la Corte, es inadmisible esta injuria que merece un castigo ejemplar por tratarse de quien viene. Las injurias son un delito y Juan Sandoval lo ha cometido. En honor a la justicia este señor debe ser denunciado, indiciado, procesado y tenido como reo.
Por otra parte, el llamar maricones a las personas que tienen preferencia sexual distinta a la que él tiene (¿?) o no tiene porque no debe tener, también contiene un ánimo ofensivo de triple sentido a saber: primero intenta ofender a los hombres comparándolos con las mujeres; esto encierra una misoginia recalcitrante, agresiva y de uso muy corriente en siglos pasados de los que él no ha salido; en la actualidad la comparación con las mujeres enaltece, aunque él lo use para lo contrario. En segundo lugar ofende a lo femenino al tenerlo como inferior e indigno de ser imitado. Se le olvida evidentemente a este individuo que son precisamente los curas como él los que usan sotana que es ropa de corte femenino. Y en tercer lugar viene lo peor: la palabra maricónes que usa este don Juan, que así se llama, proviene del nombre, el dulcísimo nombre de María que, por antonomasia, es ni más ni menos la madre de su redentor al que él y tantos como él reverencian desde los altares todos los días. Maricón ni más ni menos es el que actúa como las Marías, el que llora como ellas, María madre, María Magdalena y María Salomé las tres plañideras al pié de la cruz. El uso de esas ideas para ofender, implica que Juan Sandoval Iñiguez es un prevaricador y delincuente que merece la cárcel… y para que se redima debería ir
precisamente a las islas Marías.

domingo, 15 de agosto de 2010

CANTAR DE BURROS

“Tu rey viene a ti, manso y sentado sobre una asna, y sobre un pollino, hijo de animal de yugo” (Mateo 21, 5)
El borrico es el verdadero espíritu santo y no la paloma, sobre un burro cabalgó María en su gravidez ingrávida; a lomo de burro huyó José y su familia hacia Egipto, sobre un pollino cero kilómetros montó Jesús en su entrada triunfal a Jerusalén, para dar cabal cumplimiento a las palabras del profeta Zacarías; antes, la quijada de ese cuadrúpedo por antonomasia, sirvió para la comisión del primer filicidio que consigna la historia, sin que dé cuenta si Caín, antes de victimar a su hermano asesinó también al susodicho burro. Los anales consignan asimismo la quijada fresca de asno como arma contundente usada por Sansón para exterminar a mil filisteos (Jueces, 15, 15), guerra que aún no termina aunque ahora con tanques de guerra.
El jumento es el verdadero paráclito, la invocación del pneuma divino.
Lo dicho se confirma cuando no se sabe por mano de escriba ni boca de juglar que el animal del que hablamos y que diera tanto servicio en general a la raza judía y en particular a la sagrada familia y de ahí a todo el mundo cristianizado o no, tuviera una identidad, un nombre propio, una individualización. No, el Equus Africanus Asimus de que habla la ciencia, es un alma universal, mencionando a uno se invoca a todos los burros del mundo y de todas las épocas, la noble bestia no ha cuajado en un “yo burro” como ha ocurrido excepcionalmente con otras especies no humanas, me refiero a Chita la chimpancé madre putativa de Tarzán, o Copito de Nieve el gorila blanco del Zoo de Barcelona, o Flipper la delfín hembra que llenó el hueco en el celuloide que dejaran los perros Lassie y Rintintín de tan grata memoria y espíritu combativo. No, El borriquillo de Sancho tiene una eterna existencia literaria, el Platero de Juan Ramón Jiménez es poético, aparte de pequeño, peludo y suave; lo mismo puede decirse del burro flautista de Iriarte, del asno de oro de Lucio Apuleyo, del burro que pone Shakespeare en el Sueño de una noche de verano y del burro Benjamín de La rebelión en la granja de G. Orwell. El burro dipsómano de Acapulco pone el ejemplo: no ha sido un solo burro, es muchos burros emborrachados y muertos de cirrosis hepática durante varias generaciones de turistas divertidos e inescrupulosos desde que el primero tuvo la mala suerte de ser sorprendido bebiéndose las sobras de cerveza en la playa de La Roqueta; ese burro espectacular, sin nombre, es también todos los burros abstemios del mundo, es el burro emblemático de los demócratas norteamericanos y el burro blanco de las porras del Politécnico Nacional. El burro con anís no es burro es una infusión.
Originario de África, el multicitado animal fue domesticado hace más de cinco mil años, el homo sapiens y el burro llegamos de allá, del prodigioso continente negro, para poblar todos los rincones del planeta, pero mientras los asnos mantienen un número razonable de población, a pesar de sus obvias capacidades de reproducción, los seres humanos, con alma, individualizados con un nombre personal y propio, hemos abusado del apareamiento hasta lo insoportable. Por eso afirmo contundentemente que los burros son mejores que los seres humanos, son pocos, útiles, obedientes, trabajan sin chistar, le ponen los lunes y, no presumen de nada… o de una sola cosa si acaso, admiten comparaciones odiosas con escolares cabeza dura como Pinocho y con millonarios que trabajan los domingos como el pollino del domingo de ramos.
A este planeta tal vez le valiera que hubiera más burros que humanos a pesar de lo que dice el refrán: “cría burros y te sacarán los ojos”.