sábado, 25 de febrero de 2012

BURÓCRATAS DEL MUNDO: REBELAOS

“La vida comienza con un grito; pero se reanuda cotidianamente con el timbrazo del despertador”

Abro los ojos cuando el corazón sobresaltado quiere sacar sus manos por mi boca, para apagar el viejo despertador cuya incontinencia a hora exacta, permite que a las seis de la mañana deje escapar todo el montón de ruido que durante veinticuatro horas, ha ido acumulado con paciencia sádica. Yo, más automático que el reloj, levanto la mano y le sumo el tapón del ruido. Se calla, pero sé que una silente carcajada se le queda enrollando en el áncora. Lo miro de reojo, con el único que puedo abrir, a esa hora todos los parpados son de plomo, y él con toda su carota me dice fosforescente: Levántate, son las seis.
Siento y pienso: cómo es posible que en ocho horas de estar aquí, no haya reparado en la lisura de las sabanas, en la tibieza, en la sabrosura de la cama…El maldito despertador insiste en tono de niño burlón: Ya nomás te queda una hora cincuenta. Te está esperando mi hermanito el reloj checador… ¡El reloj checador! Otro sobresalto cardiaco; arrojo a un lado la cobija, tambaleante, en el claroscuro de la alcoba mis dotes adivinatorias me conducen al baño. Entre la taza y la regadera me asalta la duda (mi masoquismo no tiene límite) ¿Qué hora es? Salgo por el reloj despertador y lo planto frente a mí, mientras me rasuro, mientras me baño, mientras permanezco dentro de ese cuarto donde, si el mundo fuera perfecto, no correría el tiempo.
La preocupación no es gratuita, al más leve descuido el reloj juguetón acelera: ¡Éjele que ya nomás te falta una hora pasadita y no sabes que ponerte! Me lleva quince minutos escoger la ropa del día; mis mejores calzones están en el guardarropa de mi hijo mayor…voy por ellos. De los dos pares de calcetines que hay en el mueble unos tienen hoyito y los otros son uno de uno y otro de otro; la camisa que quería está colgada serenándose en el tendedero del patio; desde aquí la veo crucificada en el alambre, resignada bajo la presión de las pinzas. Finalmente, aunque no a gusto, triunfo. Salgo vestido de la recamara. En el reloj del comedor, dicho sea de paso: aparato más considerado que el despertador, son las siete y media.
Calculo: Huevos tibios de un minuto, un minuto pan tostado, tres minutos y van cuatro; una taza de café exprés, seis minutos. Lo exprés del café no se refiere a la concentración de su contenido sino a la velocidad con que lo bebo. El calentamiento del motor del auto consume los diez minutos límite para llegar a checar a las ocho en punto. Aquí termina la carrera contrarreloj y se inicia la competencia contra todo ciudadano que se cruce o empareje con uno. Con una reversa rechinante dejamos chimuela la cochera…Allá vamos como catapultados; somos uno entre muchos iguales; ¡ah, sí, pero yo llevo preferencia porque tengo que llegar a checar!... ¡Ábranse cabra de bolones! Avanzo diez metros…Quince metros…Un metro. Alguien me quiere rebasar por la derecha; lo reconozco: es un compañero de trabajo que también viaja contra reloj, lo está esperando el mismo diabólico checador, martirio de burócratas, horma de mi zapato. Mi congénere quiere ganarme el lugar en la fila de autos pitofleros. Setenta y dos metros adelante, frente a la escuela primaria las madres detienen sus coches, con toda lentitud hacen descender a sus engendros mientras el policía de tránsito levanta los brazos en actitud comulgatoria. Los hijos de la checada desesperamos, nos desquitamos con el motor. Tic tac, el tiempo camina en redondo en las carátulas de los relojes. Ese infeliz no va a checar primero que yo: me digo para mis adentros; acelero y tomo en sentido contrario un tramo corto de la calle lateral, salgo a una zona desahogada, acelero sobre el empedrado, me gritoneo con un taxista que si viaja como dios manda, llego a la bocacalle, una gran fila de veloces automóviles pasan frente a mí, supongo que si no me atrevo me van a dar las ocho en esa esquina; me decido, cierro los ojos y acelero; llego a mi destino, me bajo del auto como lo hacía El Llanero Solitario de su caballo: aún andando; corro atropellándome con otras personas que van a lo mismo, arrebatando mi tarjeta de su casillero, los de atrás me empujan y las de adelante no me dejan llegar…Tic tac, tic tac, , meto la tarjeta en la ranura del reloj, un leve chasquido: Las ocho uno; estoy dentro de la tolerancia. Por dentro algo se me desinfla, ya calmado decido esperar al amigo que venía queriendo ganarme el lugar; llega a las ocho once. ¡Yo soy diez minutos más listo que él!

Use Moto.

El reglamento de tránsito vigente en Xalapa, obliga a los conductores y pasajeros de motocicleta a usar casco y anteojos, y aunque no lo dice, se entiende que es para seguridad y protección de la cabeza en caso de una caída, y de los ojos, ora sí que por si las moscas y, otros insectos, o piedrecillas del pavimento que pudieran saltar, ocasionando con el golpe ceguera momentánea con los consecuentes malos resultados. Por eso el nuevo Director de Tránsito del Estado, ha ordenado la implementación de un operativo que recuerde a los motociclistas la obligación de protegerse con los aditamentos mencionados. Pero hay otras medidas de seguridad en las que el reglamento es omiso, y el operativo no los puede exigir, siendo que deberían ser tan obligatorios como el casco y los lentes. Yo que soy viejo y experto motorista, se los platico así.
Un buen motociclista debe cuidar la seguridad, cuando menos de tres cosas: su persona, su vehículo, y el tránsito de su entorno, lo que implica a su vez otras muchas cosas; veamos:
¿Cómo se cuida la persona? Precisamente protegiendo las partes vitales: cabeza y ojos mediante casco y anteojos o mica integrada al casco; este debe ir sujeto al mentón con una correa fuerte, no muy apretada ni muy floja, la medida es que, entre la correa y la barba quepan las puntas de los dedos índice y cordial, de otro modo el casco es inútil, porque se puede zafar de la cabeza con un solo golpe, o con el viento simplemente. Los lentes deben ir sujetos en torno a la nuca con una liga o cinta elástica, los hay especiales. Si se va a viajar en carretera, lo mejor es un casco que cubra integralmente la cabeza y el mentón, teniendo mica cerrada. Los guantes, de los que no dice nada el reglamento, debieran ser también obligatorios y de piel, que es el material que mejor resiste los golpes y los raspones; entiéndase que deben ser guantes de protección que no hagan perder la sensibilidad, no son para el frío, así que no deben tener forro interior. Chamarra de piel cerrada, aunque haga calor, porque circulando no acalora; pantalón largo, de tela gruesa; zapatos cerrados y bien atados o botas de preferencia. Quien circula sin casco, ni lentes, ni guantes, en pantaloncito corto o minifalda, con zapatos de tacón o chanclas, escena frecuente, esa persona no debe circular, debe ser detenida y advertida del riesgo que corre en el caso de una caída por mínima que sea.
El Vehículo o sea la moto, debe ser revisada todos los días desde antes de subirse a ella, cuidando que las llantas no vayan a tener una tachuela o clavo que pudiera hundirse en el hule con el rodamiento, por supuesto bien infladas y no lisas o gastadas del dibujo. Los frenos deben accionar con eficacia, eso se sabe oprimiendo el maneral o pedal a la vez que se empuja, si la moto rueda a pesar de estar oprimidas las bridas de frenado, deben ajustarse, si no se sabe cómo, más vale no subirse a la máquina. Debe comprobarse que las luces rojas traseras de advertencia de frenado se enciendan al aplicar el pedal y maneral. Que la luz delantera siempre vaya encendida y que las luces intermitentes de anuncio de viraje funcionen bien. Muy importante: que la moto tenga dos espejos retrovisores bien colocados, de modo que al espejear el conductor se vea los hombros y lo que hay detrás. Si todo está al tiro, puede uno iniciar la marcha con confianza. Las motos destartaladas, sin luces preventivas, sin espejos retrovisores, no deben circular.
El cuidado del tránsito del entorno es también importante: Como en las ciudades del Estado de Veracruz, no hay áreas reservadas a motoristas, como ocurre en otras ciudades de Estados y países más civilizados, es necesario estar muy atento a lo que ocurre alrededor, abajo y arriba. El rebase por la derecha no debe hacerse, primero porque está prohibido, segundo porque los pasajeros de taxi suelen abrir la puerta y bajarse intempestivamente sin calcular que viene una moto por la orillita, tercero, porque a veces con que el pasajero de un auto saque un codo, o el perro mascota que pasea con la familia saque la cabeza de la ventanilla y ladre, es suficiente para que se pierda el equilibrio del susto. Todo viraje debe ser anunciado con suficiente anticipación con las luces intermitentes de izquierda o derecha. Los dueños de pizzerías y de entregas a domicilio, debieran tener prohibido someter a sus empleados motorizados al correteo para satisfacer el pedido. Las alcantarillas, y rejillas de desagüe deben cuidarse, porque las constructoras que las hicieron no pensaron en ciclistas y motociclistas, por eso pusieron las aberturas paralelas y no transversales al fluir de vehículos, con lo que se convirtieron en trampas que suelen cobrar víctimas entre los conductores de llanta flaca. Debe procurarse no circular atrás ni delante de camiones muy altos, porque los choferes suelen ver más a distancia que abajo de la trompa, perdiendo de vista al que circula muy cerca en vehículo chaparro. Tampoco estacionar la moto atrás de carros altos por la misma razón, y en calles empinadas como hay tantas en Xalapa o Papantla, la moto debe estacionarse con la llanta delantera hacia la parte más alta de la calle, si se hace a la inversa, lo más seguro es que se caiga, porque los soportes de estacionamiento siempre se abaten hacia atrás.
Si se viaja con pasajero atrás, debe considerarse el peso de la persona y advertirle que en los virajes se debe mover al mismo ritmo, haciendo la misma inclinación del cuerpo que el conductor y la moto, para no desplazar el punto de sustentación del peso, si se mueve hacia el otro lado, seguramente se perderá el equilibrio. El pasajero debe sujetarse abrazando la cintura al conductor, recordando que es asunto de seguridad y no de cachondez. Aunque algunas motos traen agarraderas a los lados del asiento, más vale no usarlos y sujetarse de quien conduce, así se forma un solo volumen, más fácil de controlar en movimiento.
El frenado es toda una técnica que requiere de conocimientos de dinámica e inteligencia; es distinto con o sin pasajero, de subida o de bajada, con piso seco o con piso mojado. Brevemente: Todas las motos traen frenos en las ruedas delantera y trasera. Lo ideal es frenar suavemente, con la misma fuerza en ambas, cuando se viaja solo. Nunca se debe frenar con una sola rueda, siempre con las dos, variando la intensidad de adelante o de atrás según el caso. Con pasajero se tendrá que frenar con más intensidad en la parte que carga más peso, o sea atrás, pero sin mucha diferencia; si el piso está mojado debe frenarse ligeramente más con el delantero y más suave con el trasero, porque si se le da más fuerza al trasero, se puede trabar y arrastrar la rueda posterior coleándose la moto, perdiéndose el control. De bajada más fuerza al trasero y el delantero auxiliando. De subida con sólo desacelerar puede frenarse. En motos de velocidades puede frenarse con motor, en automáticas siempre deben aplicarse los frenos. Ahora que si nos coge el agua, de bajada, en calle empedrada, con pasajero, con moto automática y, con frenos ineficientes deberemos rezar a coro: “Si por tu sangre preciosa…” Etc. Etc. Etc.
Para funalizar, recuerde siempre que las motos son como los cuchillos de cocina y las pistolas, sólo son peligrosas en manos de pendejos.

sábado, 11 de febrero de 2012

EL OPIO DEL PUEBLO

Carlos Marx, escribió en 1844: “La religión es el opio del pueblo”. Lo hizo dentro de un contexto social que le daba sentido diferente al que podríamos darle ahora; no quiso ser tan negativo y cruel en contra de esa vía del pensamiento, sino que tomó la metáfora de Emmanuel Kant, quien antes que Marx Escribió: “Bienvenida sea una religión que derrame en el amargo cáliz de la sufriente especie humana algunas dulces, soporíferas gotas de opio espiritual, algunas gotas de amor, esperanza y creencia”. Tómese en cuenta que en ese tiempo y lugar, no estaba prohibido el consumo del opio. China, recientemente había perdido precisamente “la guerra del opio” contra la imperialista y colonialista Inglaterra, la pérfida Albión, y se había visto forzada a aceptar un mercado libre, donde se incluía la amapola y sus derivados. Cuando los filósofos europeos hablaban de la religión comparándola con el opio, no perdían de vista que el nombre de la planta de la que se extraía, se llamaba “adormidera” y que, uno de sus derivados, la morfina, había recibido ese nombre en alusión a Morfeo, el dios griego del sueño. Pero además, porque ellos: Marx, Kant, Engels, Freud, no se privaban de su placentero consumo.
Pero no cabe duda que la comparación es un hallazgo: la religión adormece, hace creer y tener esperanza en que habrá de venir una felicidad que, finalmente nunca llega, mientras se está vivo, pero resigna y de alguna manera hipnotiza, anestesia, obnubila el pensamiento. En esa medida, la religión, cualquiera que esta sea, y los narcóticos, producen efectos parecidos, ergo: los narcotraficantes y los ministros de las iglesias, trafican con parecido soporífero y, procuran que se nos haga vicio, que nos resulte indispensable para soportar y tolerar la inequidad, las injusticias, la pobreza ante la visible y tantas veces denunciada por mal habida riqueza de los que ven en el pueblo llano a un hato de corderos útiles para el trasquile.
Todas las religiones viven de los penitentes que las profesan. El método es sencillo y cruel: lo hacen a uno creer el cuento de que hay un más allá feliz, del que sólo sus ministros (administradores) o vicarios (apoderados) tienen la llave. Y si sólo ellos pueden abrir la puerta, se tiene que estar bien con ellos y hacer lo que gusten y manden. Ahora bien, dentro de las cosas que bienquistan con la cofradía en la que hay que incorporarse mediante ciertas liturgias y ceremonias solemnes, están las siguientes obligaciones: creer, obedecer, renunciar a otra creencia, idea o pensamiento, compartir las utilidades (diezmo) o limosna; resignarse a la pobreza, resistir el dolor y las mortificaciones, no envidiar a los que se bañan en oro (entre los cuales están los propios ministros de la Iglesia), tomar como penitencia las carencias, hasta de lo más estricto, para ganar puntos (indulgencias) que son como el afloja-todo para las bisagras del portón celestial.
De cuando en cuando, los ministros de las Iglesias van haciendo nuevos preceptos o resucitando los viejos que ya habían pasado al cajón de las cosas inservibles, como por ejemplo la obligación de las familias de enseñar a sus vástagos, como si fueran verdades absolutas, la sarta de cuentos, fábulas y ficciones con que nos han hecho comulgar durante cinco siglos, aquí, y mil quinientos años en otras latitudes. La intromisión en la enseñanza pública, es otra manera de garantizar que el rebaño crezca, o se mantenga sin merma, porque de ello depende su existencia. El costo desde luego es elevado, porque de cierto modo, al alumnado le están garantizando también la apertura de las puertas celestes sin que rechinen las bisagras, cosa que la instrucción oficial no ofrece. Y más: parece ser que, los gobiernos de derechas, propician la ineficiencia de la educación oficial, le escatiman presupuesto, y ofrecen becas e incentivos a quienes acepten educarse en los colegios manejados por las iglesias.
Se ha visto, por otra parte, que cuando los países tienen la desgracia de ser gobernados por personas que han caído en esas creencias y las tienen como verdades irrefutables (las derechas les dicen) propician esa forma de control de la “prole”, de la plebe, del pueblo y, de ese modo aseguran la perpetuidad de un dominio que históricamente, ha producido tantos conflictos.
Al inicio de la primavera de este tan profetizado 2012, vendrá a México el Papa Benedicto XVI, cabecilla del catolicismo decadente, que en los últimos años del siglo pasado inició su debacle tras los escándalos suscitados por la pederastia de miembros prominentes de esa Iglesia, y la complicidad vaticana con que se manejó, pagando miles de millones de dólares para sofocarlo. Viene atenido al olvido, y si no al olvido al perdón de tan repugnantes delitos. Viene a vender protección del cielo, para este país al que, últimamente le ha dado por enviar al infierno (la competencia) semanariamente docenas de almas, sin extremaunción. En fin, que viene a hacer un balance porque los ingresos han mermado. El tráfico de su enervante está dejando de ser tan lucrativo como antes.

lunes, 6 de febrero de 2012

CONTAMINACIÓN

El monstruo coprófago era terrible, tenía varias bocas y comía con todas ellas, en algunas se veían dobles hileras de dientes, en otras algunas apéndices de succión le asomaban fuera de la cavidad, en otras parecía tener pequeñas coladeras corneas; no tenia ojos seguramente porque no necesitaba ver que atacaba, simplemente tocaba con sus sensibles tentáculos y de acuerdo a la consistencia, textura, temperatura y dimensión del objeto aplicaba alguna de sus bocas o dos o más simultánea o sucesivamente en un santiamén engullía los detritus; entre más repugnante fuera el aspecto o la hediondez de lo que pretendía llevarse a sus bocas, más suculento le parecía al monstruo, no por ello despreciaba substancias inertes con deleite, parecía que algunas cosas las probaba primero con cierto recelo, sobre todo las que tenían un engañoso aspecto o aroma de limpieza, como la espuma de detergente.
El famoso biólogo hindú Munga Garrates, retiró sus ojos de los oculares del microscopio electrónico y se quedó pensativo chupando el bolígrafo con el que segundos antes había anotado el nombre con el que habría bautizado al microscópico ser: “DEGLUMERDA CHIRIPIOTIS”. Después de unos segundos se dio cuenta de dos cosas,: la primera, que el nombre no tenía ningún chiste así que lo tachó, la segunda fue que de la distraída chupada le había sacado toda la tinta al bolígrafo y tenía la lengua, los dientes y los labios tan azules como su monstruo recién descubierto. Después de lavarse la bica hizo otra reflexión y anotó (ahora con lápiz), “MUNGAGARRATIS VORACIS”. Ese nombre hacía referencia al suyo, como descubridor del bicho, además sonaba científico y, por una parte, dejaba a futuro el llenar de contenido y significación, la fama y el nombre del microscópico monstruo. Ya se imaginaba lanzada a la publicidad de ocho columnas y a los medios y redes electrónicos su gran descubrimiento, dándolo a conocer al mundo entero: “Munga Garrrates descubre al mungagarratis voracis”. “El “Mungavoracis” (nombre abreviado para facilitar su manejo cibernético) erradica la contaminación”. El científico volvió a reflexionar, ¿cómo hacer crecer a su bestezuela?, ¿cómo lograr que rompiera las dimensiones microbianas? O, ¿Cómo lograr su multiplicación y cultivo para diseminarlos estratégicamente por el mundo para que acabaran con la contaminación comiéndose todos los desperdicios, la podredumbre, la cochambre, que arrojan los seres humanos invadiéndolo todo?.
Y así como todos los grandes descubrimientos e invenciones han resultado por casualidad, Garrates, igual que aquel famoso burro que tocó la flauta, dio en el clavo sin saber cómo y un buen día se encontró bajo el microscopio a toda una familia, papá mungavorasis, mamá mungavorasis y dos pequeños a quienes puso por nombres Chiripa y Loraso vorasis, dado su causal origen. Ahora solo le faltaba hacerlos crecer, cosa que logró de la manera más simple, les dio aceite de hígado de bacalao en su presentación farmacéutica, ya que por su feo aspecto, su viscosa consistencia y su vomitivo aroma, aseguró que los bichejos lo devoraran gustosamente creciendo setenta y ocho micras diarias hasta alcanzar dimensiones sobrehumanas. Con esas proporciones comenzaron a engullir desechos industriales, basureros enteros, rellenos sanitarios, deshuesadoras de autos y, toda aquella polución citadina que solía ir a parar al mar, a los ríos, a los campos y al aire antes del descubrimiento de Garrates, y que según los científicos hubiera tardado varios miles de años en degradarse para volver a la naturaleza.
Así fue como en unos cuantos meses, los mungavorasis limpiaron la porquería del mundo entero… Salvo que… lo que no previó el biólogo Munga: las bestias devoradoras de porquería, también tenían necesidad de excretar… Y ¿saben ustedes que defecaron los murgavorasis? Pues obraron candidatos a diputados, a gobernadores, a senadores, a presidentes, tesoreros y secretarios de hacienda, algunos cardenales y un poco de papilla irreconocible, con lo que el mundo se limpió de una cosa, pero se contaminó con otra.

LA RESIDENCIA DE LA HONRA

Hubo un tiempo muy largo, en que la honra de los hombres tenía su residencia en la vulva de su mujer y en el himen de sus hijas, consecuentemente solía salir raspado con harta frecuencia, entonces se inventó la fidelidad como escudo del honor; la primera y más antigua fidelidad, que no tenía nada que ver con la fidelidad de ahora; me refiero a la alta fidelidad de los aparatos de sonido. Esa fidelidad de antaño consistía simplemente en una patente de exclusividad sexual en la relación de pareja, en la que el compromiso de la mujer era subordinado y obligatorio so pena de divorcio, madriza y/o asesinato de la infiel y en el hombre era laxo, tolerable, discrecional e impune. Pues bien, eran tiempos en que no se habían siquiera presentido los derechos de las mujeres, pues si bien los derechos del hombre y del ciudadano se descubrieron y consagraron en las normas democráticas de la revolución francesa, tuvieron que pasar cientos de años más para que las mujeres fueran consideradas ciudadanas; todavía hace sesenta años mas o menos, ellas carecían de derechos, aún de los más elementales para el ejercicio de la vida en sociedad, y solamente eran conocidas en función de quien les concedía el honor de depositar la honra en su entrepierna y el apellido que distinguía la estirpe, la familia y la casa de procedencia. La decisión de tener o no tener hijos y el número de ellos era decisión y voluntad del varón, si no de dios nuestro señor, la mujer solamente tenía la gracia obligatoria de separar las rodillas y que fuera lo que dios quisiera. Ninguna dama que se apreciara de serlo honorablemente, podía expresar su voluntad de palabra, y menos de obra, para decidir quien se le antojaba como padre de sus vástagos, y no se diga respecto a un simple y placentero acostón sin consecuencias. Hasta el siglo XXI llegó como reminiscencia absurda la enseñanza de tres mil años atrás, desde los albores de los pueblos “civilizados” que armaron guerras de exterminio en defensa de la honra de su rey quien, habiéndola depositado en los labios mayores de Helena de Esparta le fue testeraeda por Paris el príncipe de Troya. A nadie se le ocurrió, desde entonces a esta fecha, que Helena no había sufrido ninguna violación ni secuestro, sino que por su propia voluntad, alegría y gustito había tomado la decisión voluntaria de huir con el papasote de Paris; no, todo mundo asumió que la mujer había sido llevada como un semoviente por un abigeo y que la honra de Menelao sería humedecida por lenguas viperinas y mordaces.
Tuvieron que pasar centurias para que el hombre se diera cuenta que había escogido el peor lugar para domiciliar su honra; peor aún, llegó primero a ellas la certeza de que el uso y disfrute de sus zonas erógenas es un acto de voluntad humana que ha pasado a formar parte de los derechos humanos no enajenables, ni negociables y que, las cláusulas del contrato matrimonial donde se limita el uso y disfrute del sexo, deben tenerse por no puestas ya que se trata de estipulaciones leoninas inaceptables, porque conculcan la libertad de empinar el papalote donde a cada quien se le pegue su regalada gana y a la hora que le sople el viento favorable para hacer rezumbar la rezumba que todo buen papalote debe llevar.
En estos tiempos en que se exalta el orgullo de ser minoría, corren tan rápido los acontecimientos, que lo gay ya ni es de minorías ni da orgullo, me atrevo a decir que ya son mayoría y por lo tanto debe pasar como normal común y corriente. Ahora que las nuevas formas de unión de pareja están descubriendo la parte leonina del viejo contrato matrimonial, cabe predecir que muy a corto plazo la viejas fórmulas solemnes y asfixiantes del matrimonio se irán a la goma, para dar paso a uniones más libres, más inteligentes, que no ataquen ni repriman las libertades de que todo ser humano debe goza y digo gozar en todos los sentidos del término. Esto viene a cuento, porque los ayuntamientos veracruzanos, y no sé si en otras entidades, se esfuerzan en organizar el día del amor, 14 de febrero, matrimonios colectivos de parejas a las que se les nota que están al borde de la nausea de vivir juntos y preferirían un decoroso par de lustros de viudez, a la que, todo mundo tiene derecho y debería elevarse a rango de garantía constitucional. Propiciar oficiosamente el matrimonio, cuando la gente está bien como está, es una intromisión injustificable, y una violación de los ayuntamientos al principio jurídico que dispone que los funcionarios no pueden hacer lo que no les está mandado a hacer de manera expresa en la ley.

jueves, 2 de febrero de 2012