domingo, 5 de junio de 2011

QUE TU MANO IZQUIERDA...

Un santón anacoreta
Alejado del bullicio
Adquirió el bendito vicio
De hojear la Biblia completa,
Supo así el analfabeta
De la necia moraleja
Que tontamente aconseja
Que la izquierda no se entere
Lo que la derecha hiciere
Y obedeció la conseja.

Puso los brazos en cruz
Sin juntar mano con mano
Y de ese modo el fulano
De Dios creyó hallar la luz,
No se rascaba el testuz
Y ni se limpiaba el ano
Por temor a que una mano
Supiera qué hacía la otra
Y cayera en la derrota
Del pecado más profano.

Rezaba mustio y contrito,
Triste dormía y despertaba
Y si un mosco lo picaba
Ni aplaudir podía el bendito,
De sufrir ya estaba ahíto
Pero limpio de pecado
Y al sentirse perdonado
Lo acometió una insolencia
Que amenazó su inocencia
De color inmaculado.

Involuntaria erección
Lo pilló medio dormido
Y entre sueños y afligido
No ha atinado a otra reacción
Que cambiar de posición
Y abriéndose la bragueta
Olvidó de anacoreta
Su insufrible condición
Y a dos manos, con fruición
Se ha tejido una puñeta.

sábado, 4 de junio de 2011

¿FUMAR ES UN PLACER?

“Dios nos dio los pulmones para respirar aire, no humo, pendejo”. Me dijo mi padre el día que me sorprendió fumando, y añadió:- “Si Dios hubiera querido que respiraras agua te hubiera puesto agallas y serías un pinche guachinango, y si hubiera querido que respiraras humo te hubiera puesto un chacuaco en vez de gañote y serías una ladrillera de Chavarrillo”… y me repitió el calificativo para rematar la frase. Tenía yo doce años cuando ocurrió esto y, por la elocuencia de la frase, o quizá por la autoridad que ejercía mi padre, no adquirí el vicio. Ahora que en esta semana se ha celebrado el día mundial de no fumar, recuerdo el suceso con gratitud y cariño hacia ese hombre inteligente que, en el momento más oportuno, me convenció de que fumar era una acción de tontos.
No puedo negar que algunas veces, ya siendo adulto, volví a fumar llevado por el mal ejemplo de algunos compañeros de escuela y de juerga; en las noches bohemias donde en torno de una mesa se decían poemas, se cantaban canciones y se bebían vinillos espirituosos, no podían faltar los cigarrillos; me daba tono sentarme frente al piano con una copa de coñac y un cigarro en la boca al estilo de Agustín Lara, y echarle humo y sentimiento a los ya viejos, para entonces, boleros del músico-poeta. Pero las crudas de tabaco me resultaban peores que las de alcohol y, juntas, ¡no te digo! Eran ni más ni menos una convalecencia de trasplante de corazón.
El segundo consejo sabio respecto al vicio del cigarro, se lo oí también a mi padre, dirigido a un sobrino de él, primo mío, sobre el que no tenía autoridad; le dijo: “Si no puedes dejar el vicio de fumar, deja el vicio de comprar, así sólo fumarás cuando tengas a cerca a un pendejo a quien gorrearle los cigarros, eso no ayuda a los pulmones, pero si a la cartera”. Ese consejo era el complemento del primero. La intuición de ese hombre inteligente que jamás fumó, había descubierto lo que los estudiosos de la conducta humana confirmaron después, que fumar es un uso social, como el brindar con bebidas alcohólicas, que tienen un porqué en reuniones sociales, pero que su práctica en solitario, acusa un desequilibrio de la personalidad. Hay quienes fuman porque no saben qué hacer con las manos, el origen de la acción compulsiva es el mismo del que se truena los dedos cuando no tiene las manos ocupadas, o mueve involuntariamente las piernas cuando pretende tener un rato de reposo. Quien lo hace, seguramente ha sido un hijo maltratado y reprimido.
Conozco fumadores que encienden un nuevo cigarrillo con la colilla del que se han quitado de la boca, son los que tienen los dientes amarillos por la nicotina del tabaco, si usan bigote también lo tienen teñido de alquitranes y les hiede el aliento a florero de panteón. También se de algunos y algunas que si no fuman después de los alimentos y después del coito, no sienten que comieron ni que cogieron… Esos, para mi gusto, si están graves, porque las reglas de la higiene moderna recomiendan que sin perder tiempo, después de comer debe uno pararse a caminar, y después de follar debe uno correr al baño a ducharse el aparato, y no entretenerse en desabrocharse el cinturón, eructar y fumarse un habano con toda la parsimonia que antiguamente exigían los usos de la buena mesa y de la buena cama, que finalmente han devenido en malas costumbres.
Tuve la suerte de estar presente en la sesión de la cámara de senadores, donde se discutió la reforma sobre la ley de salud, prohibiendo fumar; fue, si mal no recuerdo, la última sesión de la LVII legislatura. Los debates se centraron: a favor con el argumento de que el tabaquismo es nocivo para la salud de quien fuma, tanto como para quien está cerca del fumador. Los argumentos en contra se apoyaron en el derecho de cada uno de hacer lo que se le antoje, como garantía constitucional. Para estos últimos el asunto se veía como un problema de salud personal, para los otros era un asunto de salud pública. Seguramente ambas posturas son ciertas: fumar es un acto personal como el suicidio de a poco a poco, que debiera respetarse, siempre y cuando el suicida antes de apuntarse a la sien, no aviente bala a su alrededor indiscriminadamente, que es ni más ni menos lo que hacen los que fuman en público.