sábado, 18 de septiembre de 2010

¿Y LOS TEMPLOS QUÉ?

El huracán Karl trajo más aspaviento que viento y más despechados que destechados, yo soy uno de ellos. Me reí cuando mi mujer me pidió ayuda para pegar tiras cruzadas de papel adhesivo en las ventanas atendiendo las recomendaciones de las autoridades de protección civil, y más me reí cuando pasada la falsa alarma, tuvo que quitarlas sin mi ayuda y con cara de preocupación porque el pegamento tenía que limpiarse con alcohol para que después no se le pegue al vidrio la pelusa que vuela. El centro nacional de huracanes, de Miami porque aquí no tenemos, no apuntó bien, equivocó el sitio de entrada a tierra y la trayectoria de Karl, así que de todos modos cogió desprevenidos a los costeños de Úrsulo Galván, La Antigua y Zempoala, que estaban muy quitados de la pena viendo para Laguna Verde donde habían apagado los reactores y luego, como si el meteoro fuera un emisario del pasado cogió la ruta de Cortés para llegar al altiplano; a los jalapeños nos hizo lo mismo que a Juárez.
Se improvisaron albergues para la gente que vive en lugares riesgosos. Los lugares llamados así son los que la gente rica le ha dejado a la gente pobre: los campesinos sin campo que se arriman a los centros urbanos y forman eso que alguna vez le llamaron cinturones de miseria, nombre que resultó ser tan ofensivo para los fregados como para los ricos y, sobre todo para los especuladores de la tierra que no pueden ver un cacho de mapa sano que no se apoderen de él, para sí o para el negocio. El peyorativo nombre cayó en desuso, aunque no esas goteras de toda ciudad moderna. Los lugares riesgosos son invariablemente causes secos de ríos desecados que, cuando el agua recobra su memoria los inunda. Son también barrancones que se deslavan con el peso del agua obedeciendo la ley de la gravedad y ese extraño impulso del planeta de hacerse más redondo y más liso, rellenando huecos y aplanando cimas. Claro que los que han sido orillados por la gente decente a vivir en esos lugares, tienen que sufrir las consecuencias.
Los albergues, como su nombre lo indica, son lugares para guarecer a las personas a las que la sociedad a marginado desde antes, o sea, mandado a la vergüenza de la pobreza o menos que eso, a la sobrevivencia en lugares en donde no estarían si tuvieran la posibilidad de vivir en un buen fraccionamiento, o ya no la pidamos con trenzas, aunque sea pelona: en un complejo habitacional de interés social. Con algunas excepciones honrosas como la Xalapa 2000 donde los deslaves y los barrancones coexisten con los asustados vecinos.
¡Pero qué digo! Ahora la temporada de huracanes nos ha traído la modalidad de los “albergues patito” que consisten en que algunos vivales, aprovechándose de la necesidad ajena y de la bondad pública, abre un centro de acopio y ayuda para los supuestos damnificados, y se hace de todas las aportaciones para negociar con ellas y ganar dinero. Así que fíjense ustedes que el gobierno, la Cruz Roja, las almas caritativas y hasta la delincuencia organizada ofrece ayuda a los damnificados. Bueno, hasta el centro de convenciones internacionales de Boca del Río esta vez fue convertido en albergue.
¿Y los Templos? Esos templos que son catedrales, parroquias, iglesias, capillas, ermitas, administradas por el altruista y bondadoso clero católico, u otras religiones. Esos no dicen esta boca es mía, así se esté cayendo el cielo sobre sus feligreses. Los templos son propiedad de la nación, de acuerdo a su filosofía debieran ser los primeros en abrir sus puertas y convertirse en albergues para quien los necesite. El Estado debería invitarlos a que participen de ese modo, no que se van nada más a todo pa’cá y nada pa’llá. Serían albergues de lujo.

viernes, 3 de septiembre de 2010

CUARTO PODER

Me da grima ver en los noticieros televisados el manejo insolente que se hace de las capturas de personas presuntamente delincuentes. Remarco la presunción delictiva porque legalmente es sólo la sentencia irrecurrible de un juez la que da certeza a la calidad de delincuente de una persona. La exhibición espectacular de un individuo maniatado, esposado, engrillado, interrogado para que “cante”, “suelte la sopa”, auto-incriminándose o incriminando a sus compinches, sólo obedece a la morbosidad impune con que los reporteros manejan las noticias de nota roja, y constituye un hecho ilegal, prohibido por la Constitución que, dentro de las garantías, concede a los detenidos el derecho de no ser maltratados, no ser obligados a declarar, mucho menos a ser infamantemente exhibidos.
Las televisoras están incurriendo flagrantemente en la violación de las garantías constitucionales de los detenidos, al transmitir públicamente un interrogatorio que debiera ocurrir en privado por seguridad de los propios involucrados y por respeto al público televidente sensible. La forma en que se ha estado dando la noticia de la captura de Edgar Valdez Villarreal, de quien nos restriegan con toda mala leche el alias de “La Barbie”, nos permite darnos cuenta del poder que tienen las empresas televisoras sobre las autoridades encargadas de la seguridad pública, nos ofrece una muy segura inferencia de que entre esos medios de comunicación y las policías hay un maridaje tan reprobable como el que existe entre estas y la delincuencia organizada y, nos da a entender que hay que cuidarse de esos medios de comunicación tanto o más que de los que son presuntamente delincuentes. También nos explicamos, viendo las barrabasadas que nos ofrecen como noticias, el porqué los mismos estudios de televisión son atacados con bombas y granadas, mientras que a los ejecutivos, haciéndose las víctimas, nos les pasa por la cabeza que se han ganado a pulso los atentados de que son objeto.
Ofrezco comparativamente el ejemplo de los juicios que se hacen en los países donde sí se respetan los derechos humanos, o se presume que se respetan. Ahí no se permiten reporteros gráficos, por lo que han resuelto el impedimento introduciendo dibujantes en las salas de audiencia; de ese modo han encontrado un subterfugio para evadir la prohibición. Los lectores o espectadores de noticias en periódicos y tele, nos conformamos con ver los bosquejos de los habilidosos retratistas. No se trata de un anacronismo, se trata de no vulnerar los derechos protegidos de quien, aún no ha sido declarado culpable y por ende no puede exhibírsele como carne de patíbulo.
Estamos en México en etapa salvaje todavía, en tratándose de respeto a los derechos humanos, lo triste es que estos fueron reconocidos a finales del siglo XVIII como consecuencia de la revolución francesa, y aquí en el arranque del siglo XXI aún no acabamos de entender con qué se comen.
Si los delincuentes son eso, delincuentes, por su supina ignorancia de lo que son los derechos del hombre y del ciudadano, actuemos en consecuencia y hagámosle ver a los medios de comunicación, que ellos y sus reporteros lo serán también si no enmiendan su actitud de perdonavidas poderosos e impunes violadores de la ley.