domingo, 26 de abril de 2009

OMISION FECAL

En el mensaje que Felipe Calderón difundió por los medios apenas a su alcance, con el propósito de controlar la andancia de la influenza porcina, recomendó expresamente a los mexicanos no darse la mano, no besarse, cubrirse la boca con pañuelo o el doblez del antebrazo para estornudar o toser, no concurrir a lugares donde se aglomera la gente tales como, espectáculos de diversión, antros, autobuses y escuelas; pero omitió mencionar dos cosas: la primera: misas y otros eventos religiosos donde invariablemente los feligreses se aglomeran, se dan la mano, besan la mano cochina del cura, besan imágenes o trapos de imágenes que han besado antes cientos de personas, se untan de agua bendita en la que han metido los dedos cientos o miles de otros fieles de dudosa higiene y salud. La segunda cosa: mítines políticos donde los asistentes se abrazan, se ensalivan la oreja, se palmean los lomos, se dan la mano con dos o tres garigoleos o apretones cifrados y frecuentemente hasta orinan o defecan al aire libre.
¿Por qué Fe Cal no mentó de manera expresa estas dos circunstancias a pesar de su claro compromiso en el contagio? ¿Lo omitió intencionadamente o por simple descuido? ¿No quiso en el caso de los eventos religiosos pintarle una raya más al tigre de Bengala? ¿Sintió tal vez, en el caso de los partidos políticos, que el poder preserva del contagio? ¿Por qué la Secretaría de Salud no ha mandado a cerrar los templos donde se amontonan miles de penitentes, como lo hizo con las escuelas? ¿Por qué la basílica de Guadalupe permanece en funciones, a pesar de que el hacinamiento de creyentes de procedencia incierta es mucho más nutrido e incontrolable que en los colegios, antros, conciertos y plazas de toros?
Nada de eso suena lógico, lo que parece razonable es que, muy a pesar de afirmar que estaba hablando con la verdad, estaba muy conciente de que mentía, de que estaba diciendo verdades a medias, quizá por eso insistió innecesariamente en la veracidad de sus afirmaciones.
Creo que Fe Cal por su formación religiosa y política, que en su caso son la misma gata nada más que revolcada, no ha querido exhibir a la Iglesia como vector altamente contaminante de enfermedades, no sólo físicas sino peor aún, mentales, ni a los paridos políticos, principalmente el suyo, que ahora se encuentran en medio de una descomunal refriega a la que han llamado eufemísticamente contienda electoral.
A la gente razonable le debe parecer que los principales eventos que deben cancelarse para evitar el contagio son estos: mítines políticos, misas y procesiones, ¿o qué? ¿Vamos a esperar a que la Iglesia emita un escapulario o una oración que conjure al virus de la fiebre porcina como ocurría en la edad media con la lepra? ¿Tenemos acaso que poner las esperanzas en los resultados de las elecciones para que no llegue a la cámara ningún cerdo virulento?
Señor Fe Cal, componga su discurso y repítalo corregido y aumentado, que la influenza porcina está como la parroquia de san Pedro Apóstol de Xalapa: no tiene cura por el momento.