domingo, 10 de mayo de 2009

HUBO UN TIEMPO

Hubo un tiempo en que las madres le soplaban a la cucharada de sopa que se iba a comer su pequeño hijo, para enmendar el desperfecto de haberla calentado demasiado, porque no sabían lo que se sabe ahora, que ese amoroso soplido era la vía de contagio de enfermedades tan letales como el mentado AH1-N1 alias influenza porcina.
Cuantas madres habrán visto agonizar a sus hijos sin tomar conciencia de que ellas mismas los habían mandado a la gloria… celestial; no a La Gloria, congregación del municipio de Perote, Ver., donde las porquerizas Carroll crían puercos protegidos del posible contagio de la influenza humana, que despiden en toses y estornudos los infectos habitantes del lugar.
Hubo un tiempo en que los cumpleaños de mexicanos y mexicanas, fueran infantes, jóvenes o abuelitos, se celebraban con el consabido pastel sobre el cual se colocaban velas encendidas, tantas cuantos años cumpliera el festejado y éste, sin el menor escrúpulo cometía el atropello de soplar sobre el pastel, a veces con visibles gotas brillantes de saliva, para apagar el fuego de las candelas. Ocurría que cuando por lo avanzado de la edad del celebrante, ya no soplaba con la fuerza necesaria, tenía que repetir la acción escarchando de saliva el merengue de la tarta.
Hasta ahora nadie ha consignado ni puesto en estadísticas las muertes por comer pastel soplado e involuntariamente esputado por los cumpleañeros de este kafkiano país.
Hubo un tiempo en que los fieles que asistían a misas y rosarios en este católico solar patrio, se untaban agua bendita contenida en una pila donde todo mundo metía los dedos para untársela en diferentes partes del rostro. En algún momento intermedio de la ceremonia se estrechaban las manos amorosa y efusivamente, y al terminar el ritual pasaban a tomar con la boca la hostia que el cura a mano “limpia” le ponía en la lengua. Nadie se ponía averiguar si el ensotanado se había lavado las manos siguiendo las recomendaciones de los expertos en salud. Todos asumíamos que la bendición del agua, y la consagración del pan eucarístico, equivalían a esterilización. Todavía no sabemos si la duda es un pecado fuera de lista.
Hubo un tiempo en que besarse era una expresión de amor, sólo estaba limitada por los reglamentos municipales si se hacía en público, como por ejemplo en el callejón del beso en Guanajuato, pero las reglas de higiene no proponían ningún límite. Las películas norteamericanas nos enseñaban que el mejor beso era en la boca, abriéndola y hurgándole y removiéndole con la lengua la placa bacteriana de la pareja que amorosamente debía hacer lo mismo. El beso dado con los labios fruncidos, era de reprimidos o simplemente de saludo, costumbre social que distinguía a los de “la alta”.
¿Cuántos muertos habrá habido, asesinados por un simple beso, desde tiempos en que los más avistados como Emilio Zola sólo había previsto que la tísica Margarita Gautier no contagiara a Armando Duval de la ya ahora perfectamente curable tuberculosis?
Hubo un tiempo en que los seres humanos follaban arrebatados por la pasión, sin precaución alguna, tiempos en que todos los hijos eran deseados; el calificativo de indeseados sólo se aplicaba a los chancros y a las ladillas.
Hoy que las reglas de higiene son más importantes que los diez mandamientos, pudiera pensarse que es el aviso del fin del mundo que los profetas dejaron escrito.

sábado, 2 de mayo de 2009

CINCO TAPA BOCAS

H1-N1 O SIDA

Ni esputo ni cagarruta
debe hacerse en las aceras
pues quien los pise, de veras
se contagiará en la ruta
de quien, sin entendederas
nomás a lo bruto esputa.

ANTIVIRUS

Preguntaba un comensal
en restorán de buen ver:
¿Cómo se puede comer
sin retirarse el bozal?

COMO EN BOTICA

Un licenciado pedote
sin resistirse a su vicio,
compró en tienda de servicio
cubre-boca con popote.

PROTEJAMOS LA FAUNA

Mis argumentos son obvios
y espero que a nadie asombre:
la enfermedad, en el hombre
es salud, en los microbios.

YA SOMOS DEMASIADOS

Habrá que decir la neta,
con el humor más ufano:
Por desgracia el ser humano
es la peste del planeta.