domingo, 17 de junio de 2012

CUCHICUCHI

-El hombre que no tiene suerte con las mujeres, ¡no sabe la suerte que tiene!- Nos decía sabiamente Manuel Pomares Monleón, un viejo maestro español que impartía literatura en el colegio preparatorio, allá por la mitad del siglo pasado. De los republicanos que huyeron de España, para refugiarse en México, sabía muy bien lo que nos enseñaba. Los alumnos que hicieron de su comentario una forma de vida, ahora les viene completamente guanga la recomendación de doña Josefina Vásquez Mota de castigar la abstinencia sufragista con un mes de abstinencia conyugal. Que si no por la sabia enseñanza, por el paso de los años, porque los que la oímos en aquel entonces, ahora estamos en plena senectud y pisando el umbral de la decrepitud, así que por razones matusalémicas, también nos viene floja la recomendación. Pero doña Josefina se soltó el pelo; de pronto la sugerencia la descubre como una verdadera mujer que sabe lo que tiene entre manos, y sabe cómo se puede manipular a un hombre en condiciones físicas óptimas de meter el voto en la urna sin que le tiemble el pulso y sin equivocarse de ranura. La recomendación la salva, la redime de su apariencia monjil, la hace cambiar su imagen ante los mexicanos, no sólo ante las mujeres a las que se dirige con tanta vehemencia, sino ante el género masculino del que se ve que conoce sus entretelas. Lo que hubiera parecido una procacidad, aunque dicha de manera eufemística, la enaltece; muestra con ello su poder, la fuerza de la feminidad y de la sapiencia en las artes cuchicuchiescas. De pronto lanza en Veracruz un salpicón de feromonas, envidiables e imposibles para los otros candidatos. El mensaje, si se observa con cuidado, apunta a un género y da en el blanco en el otro. A los varones de momento nos causó hilaridad, pero la risa en este caso, cómo lo atinó Freud, es por no llorar, es porque ella parte de un conocimiento previo: El “cuchicuchi” en los hombres es una necesidad más que mensual, quincenal como los sueldos de burócratas… que digo quincenal, semanal como la raya sabatina de los operarios… que digo semanaria, el cuchicuchiplanchado en muchísimos casos y casas es terciado, como las calenturas palúdicas, y a veces diario. El conocimiento de esa idiosincrasia nacional la sitúa en una posición ventajosa, sabe que la mitad de los sufragistas del padrón son perfectamente manipulables, controlables, chantajeables de manera dirigida y precisa. ¿A qué está dispuesto un asalariado para ganarse un día de salario mínimo? ¿A qué un albañil para recibir la raya sabática y gastársela en refino? ¿A que un burócrata por una quincena? ¿A que un diputado por un mes de dieta? Eso, lo sabe doña Josefina aunque no esté dispuesta a explicárnoslo de de manera detallada. Pero nos basta con lo que dijo, porque atrás de sus palabras hay todo un tratado sobre la sexualidad del mexicano, y de la sabia dosificación que las mexicanas saben hacer y la difieren por subordinación, obediencia, u otra emoción humana muy explicable y respetable en este país donde la resignación como la esperanza, además de ser un color simbólico en la bandera, es fe religiosa y una compulsión aleatoria para comprar el melate y sacarse la lotería… sin trucos. Por otra parte, un mes sin cuchicuchi, en caso de darse, es una crueldad, un suplicio que no es admitido ni en los reclusorios de alta seguridad, porque hasta ahí están bien instituidas las visitas conyugales que, si bien se programan semanariamente, permiten privilegios para acortar la frecuencia mediante módicas cooperaciones, y según se cuenta, hasta con salidas nocturnas rigurosamente vigiladas a tubódromos y cabalgódromos de previa y segura contratación, para custodios asignados y reos de lesa salud pública, pero de sana cuchicuchiplanchada. ¡Y si vivir fuera del presupuesto es vivir en el error! ¡Pues vivir fuera de la señora es no vivir! Es ser un don nadie, es ser un cero a la izquierda… que digo cero… es ser un pendejo a la izquierda. ¿Quién se va a exponer a vivir fuera de la señora un mes entero? Dígamelo usted o usted que a esta hora ya está sintiendo las urgencias de llegar a casita, como dice la canción: “Dichoso el hombre casado, saca la mano y ahí está”. Juro y perjuro que este primero de julio, iré convencido a votar pensando fervorosamente en doña Josefina, a ver si así mi mujer me propone terminar con la ya la vieja costumbre de dormir como panelas cosautecas: culo con culo.

domingo, 10 de junio de 2012

BATALLA POR UN CASACRÓN

El poder que alguna vez tuvo el Ejecutivo de la nación mexicana, desde hace cuatro sexenios se ha venido diluyendo, ahuecando, vaciando, hasta quedar en una mera figura de ornato, como la del rey de España que ya no sirve para nada, aunque pretenda confirmar su poder matando elefantes. El último presidente que heredó el dominio del cargo fue Salinas, y ya no venía completo, este tuvo que pelear los desperdicios con el EZLN, lo que pudo rescatar lo desperdició convirtiéndolo en pesos, repartiéndolo entre sus familiares y testaferros, y compartiendo con su mal consejero Córdova Montoya. Pudiera señalarse como fecha de quiebre de su dominio, de manera precisa el día 23 de marzo de 1994, con la dolorosa muerte de Luis Donaldo Colosio. A partir de ahí, la fuerza del ejecutivo se derramó como agua entre los dedos, empapando de poder a otros que aprovecharon la situación. Zedillo, ni siquiera salió como el “as” de la manga; respetando la metáfora podríamos decir que fue un modesto siete de bastos que, sirvió para encubrir el crimen nunca aclarado, y a la mafia organizada atrás de él y que, con el tiempo ha ido notándose al ejercer la fuerza que se le escapó de las manos al Ejecutivo. El derrumbe del partido que había ocupado la silla presidencial por más de setenta años, fue ocasionado en buena parte por esa devaluación de la figura presidencial. Fox, de buena presencia, pero sólo eso, llegó con ínfulas de dictador, llamó chiquillos y chiquillas a los diputados y senadores del Congreso de la Unión, en su primer discurso de toma de protesta, y después se fue a festejar la “ascensión” nada menos que al castillo de Chapultepec, como en los buenos tiempos de Iturbide, de Santa Ana y de Maximiliano. El mensaje enviado con ese evento fastuoso inaugural, fue justamente un aviso al pueblo de que el gobierno foxiano sería de oropel y relumbrón. También fue como de burla y relajo, el pueblo lo tildó con los peores epítetos y, de paso a su señora, ambos acabaron defendiéndose como gatos panza arriba, y hasta una cuasi periodista argentina se atrevió a desacreditarlos. El poder por el que tanto habían luchado jamás lo tuvieron, se había movido a las cámaras del congreso y dentro de ellas a unas cuantas manos, una buena parte de esa fuerza pasó a los partidos políticos, a la agrupación de gobernadores CONAGO, a los millonarios mexicanos y extranjeros de siempre, y al crimen organizado. Los aires de esperanza de que el cambio del partido en el poder sería un cambio en la política nacional, se fueron al excusado. Con el control de las maniobras electorales fraudulentas, el partido recién estrenado en la silla presidencial, logró un segundo golpe que a nadie dejó contento; a Calderón lo menos que le llamaron en su cara fue “espurio”, sin ninguna fuerza ni figura, no pudo acceder al recinto de la cámara de diputados para hacer la protesta de ley. Tuvo que entrar furtivamente por algún resquicio del edificio, y a partir de ahí, ni siquiera los tradicionales “informes” de gobierno anuales pudo leer en el recinto camaral, necesitó inventarse la entrega de los ilegibles mamotretos en medio de modestas solemnidades y, largarse a hacer su fiestecita privada a algún rincón, donde los lambiscones de siempre le aplaudían a destajo. Actualmente, el Poder Ejecutivo no tiene nada qué hacer, la fuerza está diluida en muchas manos. Los candidatos actuales o son miopes o están siendo empujados por una inercia histórica que ha dejado de tener vigencia; en la actualidad es más importante ser dueño de una televisora, de una cadena de periódicos, de un supermercado, que ser presidente de la nación; tiene más poder un banquero, un líder obrero, un mafioso y hasta un peta, que el mismísimo presidente de la república mexicana. Así que ¿Qué pelean nuestros candidatos? Se están desgreñando por un cascarón, sólo por el recuerdo de que alguna vez fue la única manera de hacerse rico, o de servir al pueblo, que ahora ya ni para eso sirve y no digo de buscar el equilibrio, la justicia, la distribución equitativa de la riqueza, que sigue siendo asignatura pendiente de todos los que han pasado por el inútil cargo de presidente. Creo que más les valdría hacer campaña para lograr un puesto de huevos entre los locatarios del mercado de la Merced, ahí cuando menos los cascarones tienen adentro clara y yema.