Me da grima ver en los noticieros televisados el manejo insolente que se hace de las capturas de personas presuntamente delincuentes. Remarco la presunción delictiva porque legalmente es sólo la sentencia irrecurrible de un juez la que da certeza a la calidad de delincuente de una persona. La exhibición espectacular de un individuo maniatado, esposado, engrillado, interrogado para que “cante”, “suelte la sopa”, auto-incriminándose o incriminando a sus compinches, sólo obedece a la morbosidad impune con que los reporteros manejan las noticias de nota roja, y constituye un hecho ilegal, prohibido por la Constitución que, dentro de las garantías, concede a los detenidos el derecho de no ser maltratados, no ser obligados a declarar, mucho menos a ser infamantemente exhibidos.
Las televisoras están incurriendo flagrantemente en la violación de las garantías constitucionales de los detenidos, al transmitir públicamente un interrogatorio que debiera ocurrir en privado por seguridad de los propios involucrados y por respeto al público televidente sensible. La forma en que se ha estado dando la noticia de la captura de Edgar Valdez Villarreal, de quien nos restriegan con toda mala leche el alias de “La Barbie”, nos permite darnos cuenta del poder que tienen las empresas televisoras sobre las autoridades encargadas de la seguridad pública, nos ofrece una muy segura inferencia de que entre esos medios de comunicación y las policías hay un maridaje tan reprobable como el que existe entre estas y la delincuencia organizada y, nos da a entender que hay que cuidarse de esos medios de comunicación tanto o más que de los que son presuntamente delincuentes. También nos explicamos, viendo las barrabasadas que nos ofrecen como noticias, el porqué los mismos estudios de televisión son atacados con bombas y granadas, mientras que a los ejecutivos, haciéndose las víctimas, nos les pasa por la cabeza que se han ganado a pulso los atentados de que son objeto.
Ofrezco comparativamente el ejemplo de los juicios que se hacen en los países donde sí se respetan los derechos humanos, o se presume que se respetan. Ahí no se permiten reporteros gráficos, por lo que han resuelto el impedimento introduciendo dibujantes en las salas de audiencia; de ese modo han encontrado un subterfugio para evadir la prohibición. Los lectores o espectadores de noticias en periódicos y tele, nos conformamos con ver los bosquejos de los habilidosos retratistas. No se trata de un anacronismo, se trata de no vulnerar los derechos protegidos de quien, aún no ha sido declarado culpable y por ende no puede exhibírsele como carne de patíbulo.
Estamos en México en etapa salvaje todavía, en tratándose de respeto a los derechos humanos, lo triste es que estos fueron reconocidos a finales del siglo XVIII como consecuencia de la revolución francesa, y aquí en el arranque del siglo XXI aún no acabamos de entender con qué se comen.
Si los delincuentes son eso, delincuentes, por su supina ignorancia de lo que son los derechos del hombre y del ciudadano, actuemos en consecuencia y hagámosle ver a los medios de comunicación, que ellos y sus reporteros lo serán también si no enmiendan su actitud de perdonavidas poderosos e impunes violadores de la ley.
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