Decir “tierra y libertad”
es recordar a Emiliano
quien con su treinta en la mano
reivindicó su verdad,
la dio a la posteridad
como logro de esa etapa,
y un poeta de Xalapa
que fuera Lizt Arzubide
dio memoria que aún pervive
de la muerte de Zapata.
La música de protesta
marcó un hito en la nación
pues protestar en canción
divierte más, que molesta,
pero al fin pica la cresta
de quien es destinatario
del ácido comentario
y la crítica mordaz
pa’ que no descanse en paz
de la cuna al novenario.
El desterrado es ejemplo
de lo que afirma la gente:
cuando el amor es candente
te ha de llevar hasta el templo,
te atonta, te vuelve lento
te pone trampas y tretas,
nada acatas ni concretas,
te da por salir huyendo
y regresarte corriendo
jalado por dos… carretas”.
La cama es un artefacto
que ocupamos media vida,
debe ser a la medida
y recia a cualquier impacto
pero hay que usarla con tacto
sin arrebatos de fiera
ni arrepegones de hiedra
en caso de compartirla
pues hay riesgo de partirla
si no es la cama de piedra.
No falta música dulce
a pesar de los balazos,
que el alma se hace pedazos
cuando el entrepecho sufre,
y aunque el ánimo se estruje
bajo el balcón de la ingrata
se cuelga la serenata
y en el canto mañanero
viaja el beso balconero
que la pasión te desata.
Un trauma mal aliviado
fue haber nacido tejano
y quedar del otro lado
cuando el vecino tirano
compro lo pavimentado.
La pena no se ha curado
la herida to’vía no sana
miramos de mala gana
al paisano desahuciado
que emigra desesperado
a lo que vendió Santana.
Villa montaba seguido
se casó dieciocho veces
pues sus modales corteses
lo hacían ser muy buen marido,
la fama de forajido
y de modales de apache,
(perdonen que lo remache,)
pero yo no me los creo,
de porte gentil lo veo
montando el Prieto Azabache.
Huerta tuvo mala fama
era dipsómano y falso
pura carne de cadalso
con tufo de marihuana,
y aún así murió en su cama
este hombre de mala facha,
su conducta fue tan gacha
que el pueblo, siempre sincero
le puso apodo certero:
le decían “La cucaracha”
La Habana ha sido el destierro
del que huyendo por su vida
no encontró mejor salida
para evitar el entierro
y aunque arriesgando el encierro
de vuelta el camino toma
y a su terruño se asoma
para terminar el viaje,
va adelantado un mensaje
en alas de una paloma.
“Siete Leguas” era yegua
no como dice la Olmos,
no se fijó, para colmos
y por completo la riega,
dicen que de la refriega
ni siquiera oyó los ecos
de adorno le hacían dos flecos
en las crines color bayo,
era yegua, no “caballo”
como hablan los yucatecos.
Por la fuerza hasta el cuartel
llegó un soldado de leva
y en “la bola” ya se enreda
al mando de un coronel,
mala fortuna de aquel
que lucha por la pitanza
y que sin tregua ni pausa
es obligado al combate
y en la duda se debate
peleando sin una causa.
Los mexicanos cantaban
a las armas que blandían,
pero aquí no las hacían
a los gringos las compraban
y esos hasta se las fiaban,
a su gusto hacían la venta
y sin que se dieran cuenta
harta chatarra vendían
que tronaban, mas no herían
así eran los treinta treinta.
Pero no todo fue bronca
hubo beso y apapacho,
damas como Rivas Cacho
andaban de boca en boca,
las admiraba la tropa
y ellas en frívolo plan
escogían un capitán
y con aires de condesa,
como la María Conesa
no les valía el “qué dirán”
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