Así como Dios,
alguna vez sentado
a dos carrillos
en el trono más alto de los cielos,
mandaba desde atrás de su infalible dedo
y todos los demás obedecíamos,
(porque la monarquía
cacicazgo o reinado o satrapía
tan sólo la ejercía
Dios caudillo, omnímodo y supremo)
Así una vez
por años floreciera
a imitación del cielo
en este nuestro suelo de subsuelo,
un dictador falaz y omnipotente
que simulando el voto de la gente
se hacía llamar, con bombo,
Presidente.
Y era la viva imagen del supremo
el señor mandamás,
el de mayordomía indiscutible
el Tatiaxca mayor,
el infalible,
el intocable,
rodeado de su estado mayor.
Alzando la falange de su índice certero
siempre daba en el blanco… o en el negro.
No había pa’donde hacerse
no había merced,
ni pa’ti, ni pa mi, ni para usted…
había que andar, con tiento y disimulo…
con el culo pegado a la pared.
Los hijos y entenados,
todos de la revolución del centenario,
“electos” presidentes, diputados,
gobernadores, preciosos o precisos, solapados,
o somnolientos miembros del senado,
ministros de la Corte… de la tremenda Corte
bien pagados,
o ungidos, vitalícios
líderes sindicales
¡charros y millonarios!
Componían la cohorte
del que fuera inquilino
en turno sex-anuario de Los Pinos…
aunque primero y acaso por recato
cuatro años sólo,
durara el “maximato”…
mas los que se añadieran el siguiente
sumiso candidato
a presidente de un solo sufragio.
Nadie tenía más fuero que su fuero,
nadie tenía más sueldo que su sueldo,
nadie decía que no cuando pedía
y nadie se negaba a obedecerlo.
Y así vivimos setenta y tantos años,
PRImerizos en cosas de gobierno
a imagen semejante de los cielos.
Pero el sistema envejeció, por suerte
la corrupción se les ahogó en sancocho
y al llegar el fatal sesenta y ocho
se volvieron aliados de la muerte.
Ahí fue donde
se firmó la debacle del sistema,
pataleando por casi cinco lustros
sintiendo su final ya no tan lejos
aceptaron el pírrico anatema
de injustos,
con tal de no pasar como pendejos.
Pero nada valió
se le fugó el poder al presidente
se le fue de las manos a Vicente
para suerte y fortuna de la gente
y el pueblo respiró.
Se burló de su imagen;
de su señora,
que opacó su buen ver con la ambición
de emular a Isabel la de Perón.
Y la risa del pueblo fue el castigo,
no pudiendo otra cosa, nos mofamos
del rancho, de las botas, del ganado
y de los sinvergüenzas entenados;
de todo se burló el pueblo sonriente
y se olvidó cuando pasó Vicente.
Así el poder cambió de domicilio,
se fragmentó en parvada de huilotas
se alejó de los pinos e hizo amagos
de buscar otros cielos y otros lagos.
Nació con fuerza así un nuevo concilio
que por sus siglas se llamó CONAGO
allí se arracimaron treinta amigos
cual más merecedores de presidio.
(o sea, de presidir dicho concilio).
Los ministros de la Supina Corte
mirando ya en la nave velas rotas,
le brincaron también como resorte
sin ver la dimensión de sus nalgotas,
Se agotó el poderío de un solo hombre
se disipó la fuerza de su dedo
y en el nombre del pueblo
se atrevió a gritotearle
hasta el desangelado Muñoz Ledo.
Más eso no fue el pedo
sino que los partidos siempre atentos
a sacarle tajada a la carroña
a jugar se pusieron a la roña
para cogerse… los mejores puestos
y regar sin pudores su ponzoña,
sin aceptar sanciones ni denuestos.
Fuero y poder, así se llaman estos
favores consignados por la historia.
Y ya siendo la silla un vil cajón
de bolero aventado en un tugurio,
por pura inercia subiose Calderón
chaparro al que apodaron “El espurio”.
Mas no pudo acercarse a la hornacina
del salón de sesiones del congreso
y viendo que el mitote estaba grueso
aceptó penetrar por la cocina.
Así disimulando su gran mohína
protestó sin pensar, por el deceso
de presidencialismo que termina.
El pueblo,
esperanzado pueblo,
entre ingenuo y huraño,
creyó mirar que ese poder de antaño
se aposentaba hogaño
entre escaño y escaño.
Nació una expectativa redentora
estaba ahí nuestro representante
con la ley en la mano…
Pero, con eso y todo
el pueblo siguió ajeno y expectante.
El altavoz con retumbar audible
sin asomo de un gramo de impaciencia
calmadamente la lista de asistencia
nos hizo comulgar con lo increíble:
en la mullida piel de los escaños
sin menor disimulo,
arrellanaban su gastado culo
los mismos diputados de ha doce años:
Chuaiffet, Porfirio, Víctor Flores,
Beatriz Paredes, Laura itsel Castillo
y otra manga insufrible de vivillos
cual vergonzosa penca de coyoles,
“vuelve a la vida” en un coctel de pillos
Baste un botón
para poner ejemplo
de lo que está ocurriendo en el congreso
en ese que debiera ser el templo
de la ley, del honor y del esfuerzo,
Ahí están los de siempre
haciendo un amasijo de perversos.
procurando que el pueblo pague impuestos.
Ya ni llorar es bueno,
ni acercarse a la iglesia por consuelo…
Ahí cobran el diezmo.
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