jueves, 15 de octubre de 2009

ELEFANTES BLANCOS


“Los elefantes blancos no son comunes,
son como las gallinas que ponen huevo en lunes”
Renato Leduc.


Siendo presidente de la república Miguel Alemán Valdés, le encargó, nada menos que al eminente arquitecto Mario Pani Darqui, la construcción de un hospital para tuberculosos; corría el año de 1943, eran tiempos en que se creía que los tísicos se curaban respirando el aire de montaña cargado de resina de los pinares, y también era época en que los árboles de las faldas del cofre de Perote no habían sucumbido al hacha inmisericorde de los González Nañez. Ximonco fue el lugar ideal elegido por quienes estudiaron el terreno; allí se elevó en ocho pisos espectaculares el edificio con un diseño adecuado para sanatorio de los émulos de Chopin y Margarita Gautier.
Dos años duró el funcionamiento hospitalario, los que ahí murieron tuvieron la ventaja de que les quedó ya muy cerca la Gloria. ¡Bueno! las dos glorias, la eterna arriba de las nubes, y La Gloria congregación de Perote que se haría famosa en el siglo XXI como Sodoma en el XXI a.C. por el catastrófico nacimiento de la influenza porcina en los pulmones del niño Edgar Enrique Hernández, sobreviviente (como Lot) del ataque del virus H1N1 y de la megalomanía del gobernador Fidel Herrera Beltrán que le mandó a hacer una estatua… o sea que se libró de la influenza pero no de la influencia.
El gran edificio, a pesar de su costo, fue abandonado por muchos años, hasta que en 1959 se estableció una Escuela Normal Rural Federal a la que se le puso el nombre del político tuxpeño “Enrique Rodríguez Cano”. Duró diez años como normal y luego por algunas anormalidades se volvió a abandonar. Otro tiempo fue escuela técnica agropecuaria y taller de hilados y tejidos. Desde hace varios sexenios pululan dentro del monumental edificio fantasmas, la llorona y otras ánimas del purgatorio. Miguel Alemán Velasco, en su período de gobernador de Veracruz, lejos de intentar rescatar el “elefante blanco” que hizo su padre, decidió hacer el propio. ¡Cómo iba a quedarse atrás!
El “Agrocentro siglo XXI” construido por Miguelito Jr., (2004) cerca de la garnachera población de Rinconada, tiene varias similitudes con el hospital de su papá: Costó más de noventa millones de pesos, se ubicó en un paraje al que sólo se llega sudando la gota gorda si no se es gobernador para arribar por aire en helicóptero, es una garnachota inútil o más bien parece un comal de garnachas volteado al revés, aunque la gente que pasa a la distancia lo ha motejado como “el armadillo” por la reluciente caparazón que brilla en lontananza desde que toma uno la pendiente de Rinconada; sólo se llenó el día de la inauguración, desde entonces tanto Miguel como Fidel han buscado algún incauto cliente que se ocupe de él y se haga cargo del costo que representa su mantenimiento. Lo andan vendiendo porque una vez quisieron regalarlo a los industriales jarochos y no lo aceptaron. Es otro elefante blanco sembrado a lo pendejo y abandonado por incosteable.
Si Freud no descubrió y le puso membrete a esa compulsión de tirar el dinero construyendo adefesios inútiles, los herederos de Alemán deberían ofrecer su nombre para tal efecto: “Síndrome de los Migueles”. Cabría dentro de la clasificación de las megalomanías de atar, en las que el afectado se cree Hércules llevando a cabo las doce hazañas que le impuso el oráculo de Delfos… pero con dinero de los contribuyentes… o sea de nosotros.

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