Como un simple espectador a distancia a través de los medios de información televisivos, puedo, como muchos, hacerme una idea de las que pasó Diego Fernández de Cevallos durante el tiempo en que desapareció de su ambiente doméstico y, la primera impresión que me asalta es de que no aprendió la lección y que si le quitaron mucho, no fue tanto porque mucho le quedó. ¡Miren ustedes que regresar de un secuestro tan entero, tan campante! manejando su propio “Mercedes” sin que se le atoraran las barbas en el volante, tan echador y perdona vidas, tanto o más que antes de que lo levantaran… Qué digo levantaran, más ya no es posible, diré que lo atraparan para llevarlo a quién sabe dónde por poco más de medio año… A mí algo me dice que esto tiene más cara de farsa que de realidad, que el “secuestro” así entre comillas, ha sido orquestado con propósitos políticos para ganarse los votos de lástima del pueblo que se conmueve con las angustias ajenas, en las próximas elecciones y que si no votara por él votará para donde señale su dedo.
Me remite este “secuestro” a otro que tuvimos hace poco más de tres años aquí en Veracruz con un candidato huasteco que “ganó” una diputación estando cautivo y apareció el mero día de la toma de protesta del cargo, total para qué, si ni legislar supo. Me huele a algo podrido muy parecido al intento de secuestro del gobernador de Oaxaca José Murat Casab. Y cito estos dos clarísimos casos de farsantes irredentos y premiados por el sistema, para apoyar la idea de que los ciudadanos comunes y corrientes somos simples espectadores de una tramoya, de un escenario, de un suceso teatral que no es aislado e increíble, sino muy socorrido a ciertos niveles y esperanzas de poder o de notoriedad, o de autoafirmación o vaya usted a saber que complejos mueven a un aspirante a más, a entrar en un escenario teatral para fijar en sí la vista del respetable.
Diego Fernández de Cevallos debe tener unos testículos tan grandes y barbados como sus cachetes, para afrontar con tanta valentía y soberbia ese pasaje de su vida… de ser cierto; otro cualquiera hubiera regresado humildito, calladito, agachadito. Este se las trae, regresó bendiciendo a dios y a la virgen y no al revés, porque él es mucho más chingón que dios y que la virgen; regresó con la grandeza espiritual de haber perdonado a sus “captores” ¡Que huevos dios mío! Regresó diciendo que continuará haciendo su vida igualito que como la venía haciendo. ¡Si este hombre extraordinario no es un héroe, yo no sé quién puede serlo en este país de secuestradores y secuestrables! Tal vez sepa yo quiénes no son héroes: no son héroes los que todos los días se levantan a enfrentarse con la vida para ganarse el pan honradamente, no son héroes los que reciben la noticia rascándose la cabeza, de que el salario mínimo para 2011 aumentará el 4.1 %, o sea dos pesos con veinte centavos más que el año pasado. No somos héroes los que nos ponemos a temblar con el simple telefonazo de algún maloso diciéndonos falsamente que tienen secuestrada a nuestra hija. Pero… este hombre blanco y barbado al que se le ve la armadura por fuera y por dentro, éste que sus fechorías pasan como golpes de fortuna, éste que soltó más de veinte millones de dólares, más o menos doscientos cincuenta millones de pesos mexicanos con la mano en la cintura, éste que tiene a dios asido por sus benditas barbas, éste es el verdadero héroe a la altura del arte… escénico.
Que me perdonen mis conciudadanos, que me critiquen todo lo que quieran, pero yo no le doy crédito a lo visto y oído en los medios de comunicación, no me lo trago, no puedo, no me baja ni con jugo de naranja como las purgas que me daba mi abuela. Quisiera suponer que lo que nos dieron como primicia noticiosa fue una segunda parte, que la primera no se vio ni se verá y que era de un Diego lloroso y escarmentado, convencido de la urgencia de pedir perdón de todos sus atropellos y trapacerías documentadas a través de los años en los mismos medios que ahora lo escenifican como el protagonista bíblico de la vuelta del hijo pródigo. Tal vez esa escena si me la creyera, pero… ya los captores relatarán la verdad cuando los agarren, si es que los agarran, si es que hubo captores de verdad; que este mundo es una farsa y los farsantes reclaman el aplauso.
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