jueves, 18 de diciembre de 2008

CUANDO LA COCHAMBRE NOS ALCANCE

El viajero espacial supo que estaba arribando a los linderos del planeta, porque comenzó a ver a través de la ventanilla, montones de bolsas de polietileno volando en la estratosfera. En muchas de ellas se podían leer los anuncios comerciales de los supermercados que las habían repartido a los consumidores al hacer la compra. El capitán de la nave ordenó cerrar las escotillas para evitar que el material de desecho penetrara en los turborreactores. Dispuso se disminuyera la velocidad de dos años luz a sólo semana y media luz y dio la clave para que el contramaestre activara los monitores de televisión. En la pantalla gigantesca se dibujó una gran pompa de jabón detergente color blanco mugroso. EL capitán explicó a los pasajeros que llegaban por primera vez al planeta y a los que regresaban después de haber estado mucho tiempo ausentes, según el calendario terrestre actualizado en el año 1 de la era de la cochambre generalizada: -Lo que ustedes ven en sus pantallas, señores pasajeros, es quizá el planeta Tierra… Hace muchos siglos nuestros pioneros del espacio lo identificaron como “el planeta azul” en virtud de que ese era su color, visto desde la luna, nuestro satélite-basurero actual; pero cuando el detergente saturó los mares, la espuma que hasta entonces era tema poético por su blancura y proporciones naturales, invadió todos los espacios. Suponemos que en medio de ese espumarajo inmundo que ustedes ven, está aún el planeta, de acuerdo a los indicadores de nuestra nave; pero hemos visto tantos fenómenos en los viajes a galaxias remotas, que es posible que la información que nos da la computadora maestra sea sólo un eco del recuerdo grabado en su memoria, y que la espuma sencillamente está donde antes estuvo el cuerpo astral.
De pronto la explicación se vio interrumpida por un llamado de emergencia. La nave pasaba en medio de una inmensa parvada de meteoritos que no eran otra cosa que latas vacías. La alarma la dio automáticamente el sensor de la nave cuando un inimagibillón de latas de Coca le dieron en la cola. El piloto automático inició un vuelo zigzagueante para evitar las nubes de desechos. Una vez pasado el momento de inquietud, el capitán continuó relatando: -Lo que ustedes ven en su monitor ahora, señores pasajeros, no se trata de un sol pequeño sino del famosísimo satélite lunar que en el año 3011 de la era anterior a cuando la cochambre nos alcanzó fue convertida en relleno sanitario por el entonces heredero universal C. Pulcro I, tras su triste fracaso político al tratar de imponer una medida antipopular que se conoció en ese entonces con el lema “El que primero lo huele debajo lo tiene”, proyecto nada descabellado que consistió en dejar a cada habitante generador de basura y a cada comerciante distribuidor de la misma, la obligación de resolver el destino de los desechos producidos por ellos inmoderadamente. Política que no contó con la simpatía de ciertas esferas económicas enriquecidas por el manejo desalmado de las inmundicias. Fue entonces cuando el satélite que ustedes ven se convirtió en basurero, mismo que desde hace cuatro siglos terrestres arde por generación espontánea, iluminando las noches del planeta ex-azul, dicho esto hipotéticamente, si no fuera opacada la luz por la capa jabonosa que desde la superficie del planeta hasta la distancia de cuarenta kilómetros constituyen ahora la “jobonósfera”.
Nuevamente la transmisión se interrumpe al entrar la nave al campo gravitacional de la tierra. El aparato vibra atemorizando a todos los pasajeros. El capitán suplica tranquilidad y explica de lo que se trata, afirmando después que el planeta aún está en su lugar. Bravos y vivas corean el pasaje y la tripulación. El capitán continúa leyendo su manual de ilustración para pasajeros del hiperespacio: -Para amenizar las últimas horas de vuelo, señores y señoras, voy a leer a ustedes un pasaje de La Guerra de la Mugre ocurrida hace chorro cientos siglos, cuando C. Pulcro I envió la primera carretonada espacial de basura de la tierra a la luna, sin el acuerdo previo de los sátrapas de los planetas circunvecinos, lo que dio como resultado un levantamiento y protesta de los venusinos y marcianos, habitantes más cercanos. Su protesta se fundaba en que su calendario agrícola se veía afectado, pues ellos cuentan el tiempo siguiendo las fases de la tierra que desde allá, pasa por llena, menguante, creciente y nueva; igual que los terrícolas antiguos veían la luna antes del espumarajo. Pero llena de basura la luna se incendia iluminando eternamente la faz de la tierra, haciendo perdidizo el conteo. Por supuesto que los marcianos y venusinos estaban equivocados, pero el gran gobernante decidió salirse con la suya previa la imposición de un nuevo calendario para los planetas protestantes, consistente en la prosecución de los ya históricos y proverbiales “tres movimientos de Fab” jabón fabuloso e imperecedero.

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