sábado, 11 de febrero de 2012

EL OPIO DEL PUEBLO

Carlos Marx, escribió en 1844: “La religión es el opio del pueblo”. Lo hizo dentro de un contexto social que le daba sentido diferente al que podríamos darle ahora; no quiso ser tan negativo y cruel en contra de esa vía del pensamiento, sino que tomó la metáfora de Emmanuel Kant, quien antes que Marx Escribió: “Bienvenida sea una religión que derrame en el amargo cáliz de la sufriente especie humana algunas dulces, soporíferas gotas de opio espiritual, algunas gotas de amor, esperanza y creencia”. Tómese en cuenta que en ese tiempo y lugar, no estaba prohibido el consumo del opio. China, recientemente había perdido precisamente “la guerra del opio” contra la imperialista y colonialista Inglaterra, la pérfida Albión, y se había visto forzada a aceptar un mercado libre, donde se incluía la amapola y sus derivados. Cuando los filósofos europeos hablaban de la religión comparándola con el opio, no perdían de vista que el nombre de la planta de la que se extraía, se llamaba “adormidera” y que, uno de sus derivados, la morfina, había recibido ese nombre en alusión a Morfeo, el dios griego del sueño. Pero además, porque ellos: Marx, Kant, Engels, Freud, no se privaban de su placentero consumo.
Pero no cabe duda que la comparación es un hallazgo: la religión adormece, hace creer y tener esperanza en que habrá de venir una felicidad que, finalmente nunca llega, mientras se está vivo, pero resigna y de alguna manera hipnotiza, anestesia, obnubila el pensamiento. En esa medida, la religión, cualquiera que esta sea, y los narcóticos, producen efectos parecidos, ergo: los narcotraficantes y los ministros de las iglesias, trafican con parecido soporífero y, procuran que se nos haga vicio, que nos resulte indispensable para soportar y tolerar la inequidad, las injusticias, la pobreza ante la visible y tantas veces denunciada por mal habida riqueza de los que ven en el pueblo llano a un hato de corderos útiles para el trasquile.
Todas las religiones viven de los penitentes que las profesan. El método es sencillo y cruel: lo hacen a uno creer el cuento de que hay un más allá feliz, del que sólo sus ministros (administradores) o vicarios (apoderados) tienen la llave. Y si sólo ellos pueden abrir la puerta, se tiene que estar bien con ellos y hacer lo que gusten y manden. Ahora bien, dentro de las cosas que bienquistan con la cofradía en la que hay que incorporarse mediante ciertas liturgias y ceremonias solemnes, están las siguientes obligaciones: creer, obedecer, renunciar a otra creencia, idea o pensamiento, compartir las utilidades (diezmo) o limosna; resignarse a la pobreza, resistir el dolor y las mortificaciones, no envidiar a los que se bañan en oro (entre los cuales están los propios ministros de la Iglesia), tomar como penitencia las carencias, hasta de lo más estricto, para ganar puntos (indulgencias) que son como el afloja-todo para las bisagras del portón celestial.
De cuando en cuando, los ministros de las Iglesias van haciendo nuevos preceptos o resucitando los viejos que ya habían pasado al cajón de las cosas inservibles, como por ejemplo la obligación de las familias de enseñar a sus vástagos, como si fueran verdades absolutas, la sarta de cuentos, fábulas y ficciones con que nos han hecho comulgar durante cinco siglos, aquí, y mil quinientos años en otras latitudes. La intromisión en la enseñanza pública, es otra manera de garantizar que el rebaño crezca, o se mantenga sin merma, porque de ello depende su existencia. El costo desde luego es elevado, porque de cierto modo, al alumnado le están garantizando también la apertura de las puertas celestes sin que rechinen las bisagras, cosa que la instrucción oficial no ofrece. Y más: parece ser que, los gobiernos de derechas, propician la ineficiencia de la educación oficial, le escatiman presupuesto, y ofrecen becas e incentivos a quienes acepten educarse en los colegios manejados por las iglesias.
Se ha visto, por otra parte, que cuando los países tienen la desgracia de ser gobernados por personas que han caído en esas creencias y las tienen como verdades irrefutables (las derechas les dicen) propician esa forma de control de la “prole”, de la plebe, del pueblo y, de ese modo aseguran la perpetuidad de un dominio que históricamente, ha producido tantos conflictos.
Al inicio de la primavera de este tan profetizado 2012, vendrá a México el Papa Benedicto XVI, cabecilla del catolicismo decadente, que en los últimos años del siglo pasado inició su debacle tras los escándalos suscitados por la pederastia de miembros prominentes de esa Iglesia, y la complicidad vaticana con que se manejó, pagando miles de millones de dólares para sofocarlo. Viene atenido al olvido, y si no al olvido al perdón de tan repugnantes delitos. Viene a vender protección del cielo, para este país al que, últimamente le ha dado por enviar al infierno (la competencia) semanariamente docenas de almas, sin extremaunción. En fin, que viene a hacer un balance porque los ingresos han mermado. El tráfico de su enervante está dejando de ser tan lucrativo como antes.

1 comentario:

  1. Viene a colación el que, el opio, haya sido usado como analgésico natural, entre lineas se podria deliberar que la Iglesia, mediante la fe, induce a aquello de lo que habla paz, a saber: "... Y si no todos somos estoicos e impasibles —como Juárez y Cuauhtémoc— al menos procuramos ser resignados, pacientes y sufridos.(El Laberinto de la Soledad)"; Estos razgos supravalorados por la iglesia inducen a una pasividad no propia de si misma(La Iglesia), pues si algo ha demostrado es su voracidad; a cambio el pueblo mitigara los agravios sufridos con el cielo...

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