jueves, 8 de enero de 2009

SAN JESUS MALVERDE

Cuenta la leyenda que Jesús Malverde nació predestinadamente la noche del 24 de diciembre de 1870 (otra versión poco creíble y carente de magia, dirá que nació en enero de 1888) en Paredones, Sinaloa. Hijo natural de una mujer llamada Guadalupe Juárez o Guadalupe Mazo. Una pretendida acta de nacimiento levantada en Paredones, la registra como madre del niño presentado con el apellido Malverde, aunque este cognomen le fue puesto a Jesús cuando ya era salteador de caminos, por lo que es dudoso que su madre lo llevara como apellido. El apodo Malverde es realmente una referencia al mal verde como se le conocía en la época del porfiriato al daño que causaban los salteadores saliendo de la espesura de los bosques para atacar a los viajeros. Se cuenta también que el personaje biografiado, murió el 3 de mayo de 1909 a causa de una herida de bala mal curada y que, siendo un bandido generoso, le pidió a uno de sus compañeros bandoleros lo entregara a las autoridades para cobrar el rescate y repartirlo entre los pobres. Parece que la única fecha cierta que se tiene es la de su muerte, mandada a ejecutar por el gobernador del estado General Francisco Cañedo. La certidumbre de este suceso hace más segura la versión de que nació en 1870. Murió a los 39 años, un mes antes que el gobernador Cañedo que falleció de pulmonía en junio. Poco tiempo había asolado el bandido los alrededores de la capital sinaloense entre los años de 1905 a 1909, después de haber llegado a la zona de Los Altos de Culiacán a trabajar como jornalero en el tendido de la vía férrea del Ferrocarril Occidental de México.
El 3 de mayo de 1909 Cañedo que cursaba el treintaidosavo año de gobierno por obra y gracia de su compadrazgo con don Porfirio, mandó a ahorcar a Malverde, disponiendo además que se dejara colgado el cuerpo hasta que se pudriera y cayera al suelo, sin derecho a ser enterrado; todo ello para ejemplo y escarmiento de quienes pretendieran emularlo. La gente del pueblo que había recibido los beneficios del bandido generoso, fue depositando piedras encima del cadáver, ante la prohibición de inhumarlo, hasta cubrir el cuerpo insepulto, después pusieron sobre el túmulo una cruz y lo declararon santo laico, patrón de los que medran fuera de la ley; más adelante erigieron una capilla a la que hasta ahora van a dar gracias quienes han logrado pasar un cargamento de droga o a pedir que no los alcance el fuego amigo o enemigo. Arturo Pérez Reverte en su muy recomendable libro “La reina del sur” consigna el culto y adoración de ese santo civil a quien se le atribuyen incontables milagros en sufragio de los hampones más urgidos.
El culto a San Jesús Malverde tiene fieles en Sinaloa, en Baja California, en Jalisco, en Colombia, en Los Ángeles, California, EE. UU. Etc. Etc.
Puede que la historia de este “ángel de los pobres” sea falsa, pero no es más falsa que la de muchos santos que gozan de lugar en el calendario católico, por mencionar sólo algunos: San Pedro que para haber sido el primer Papa como se sostiene falsamente, tuvo que haber vivido más de trescientos años. San Tiago o Santiago o Jacobo o Jácubus que la iglesia afirma desvergonzadamente que está enterrado en Compostela. Santa Elena, madre del emperador Constantino, aventurera y chismosa que inventó el encuentro de la cruz de Jesús sacrificado, después de trescientos treinta años de estar perdida. Bernardette de Lourdes aquella trastornada que creía que la virgen le hablaba. San Juan Diego, personaje tan caricaturesco como Mickey Mause o el Pato Donald de quien su canonización debemos tomar como un gran golpe de sentido del humor de Juan Pablo II y nada más. Y otros muchos que el Papa Juan XXIII en un arrebato de sinceridad discontinuó por formar parte de un engaño perpetrado durante más de mil quinientos años, insostenible frente a seres humanos mejor preparados.

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