jueves, 17 de mayo de 2012

HIJOS PUTATIVOS

En Veracruz ha privado la curiosa costumbre de adoptar personajes, nada más porque los rodea la fama, concediéndoles títulos virtuales de adopción, doctorados honoris causa, cargos públicos, estatuas, nombres de calles, gubernatura, santidad y, toda clase de reconocimientos que, los verdaderos veracruzanos no recibimos porque en su mayoría somos mediocres e intrascendentes. Será que se sigue a la inversa el dicho bíblico de que nadie es profeta en su tierra, de modo que puede enunciarse así: Todo profeta es veracruzano. Carlos Fuentes no fue veracruzano, su padre vivió una temporada en el puerto jarocho y por eso algún día, el escritor dijo que se sentía veracruzano y que amaba a Veracruz, lo expresó solamente para halagar el ánimo de la paisanada en un evento en el que los intelectuales de aquí le rendían pleitesía y le hacían genuflexiones literarias. Como todo mundo sabe, don Carlos Fuentes nació en Panamá y ahora resulta que es jarocho por adopción. Otro hijo putativo de jarochilandia, es Agustín Lara, porque él se dijo de Tlacotalpan; a partir de su dicho, hasta un museo hicieron en La Perla del Papaloapan. Después de muerto, se descubrió que había nacido en el Distrito Federal porque allá estaba su acta de nacimiento y ahí mismo tuvo que inscribirse su acta de defunción. La putatividez o como se quiera llamar a esa costumbre de allegarse hijos putativos, la vi también en Granada, España, donde un modesto comerciante de cajitas musicales que tocaban la canción de Lara que lleva el nombre del lugar, me porfió que Agustín era de ahí mero y hasta me dio el nombre de la calle en donde había nacido. Los jarochos y los granadinos, nos adornamos con un timbre prestado. María Joaquina de la Portilla Torres, conocida mundialmente como María Grever, no nació en Jalapa, por mucha carta de naturalización que le rindamos todos los jalapeños y veracruzanos, nació en Guanajuato, pero todos nos adornamos con el falso paisanaje, que mejor estaría si lo hubiera aceptado, pero se sabe que ella lo rechazó duramente, porque siempre tuvo un mal recuerdo de su paso por Jalapa a donde vino una vez y jamás retornó. A Germán Dehesa también le endosamos la reuma de ser veracruzano, sólo porque su apellido nos sonaba igual al de aquel don Teodoro que desgobernó el Estado durante diez y nueve años el muy eterno: desde 1892 hasta 1911 y se tuvo que ir al mismo tiempo que don Porfirio, que si no, se sigue de frente. Germán, extraordinario humorista, escritor y descriptor de la vida doméstica, nunca negó, el parentesco con don Teodoro ni su veracruzanismo, pero se cuidaba muy bien de afirmarlo; cuando se le preguntaba al respecto sonreía y no respondía ni con un si ni con un no. Germán era del D.F. Patricio Chirinos Calero, que fuera gobernador del Estado del 92 al 98, es de Tamuín, San Luis Potosí, pero como está tan cerca de Pánuco, Ver., pues lo hicimos gobernador. Sus contendientes políticos le sacaron los trapitos al sol en tiempos de la contienda electoral, y exhibieron su acta de nacimiento, tomada copia del registro civil de aquél pueblecito de la huasteca potosina, pero como ya iba encarrerado el gato, los ratones tuvimos que aguantarnos. No fue mal gobernador, vistos los siguientes, algunos veracruzanos de verdad hubiéramos preferido dos chirinos a medio tío fide, a quien nadie discutió su nopaltepedez. Otro nacido en el D.F. que fuera gobernador de Veracruz, lo es Miguel Alemán Velasco. Cuando nació, su papá que si era oriundo del Estado, trabajaba en la Secretaría de Agricultura y Fomento en México D. F. Cuando algunos veracruzanos le fueron a suplicar que viniera a gobernar su Estado natal, él debió aclarar que no era de aquí, que su acta de nacimiento estaba en la capital del país, pero lejos de eso se dejó querer. Aunque algunos de los que fueron a rogarle se arrepintieron después, la mayoría de los paisanos lo reconocen como jarocho, y más después de que se bautizó en las aguas recalentadas de Laguna Verde. Dicen que desde entonces brilla en la oscuridad. El santo jalapeño Rafael Guizar y Valencia, no fue veracruzano, ni siquiera de Misantla, lo que pudiera suponerse por la conjunción copulativa “y” en medio de sus apellidos. Era de Cotija, Michoacán. Es más, habiendo sido obispo de Veracruz, esa investidura ni siquiera la recibió aquí en el Estado, le fue impuesta por el Papa En La Habana, Cuba, lugar donde se encontraba en calidad de desterrado por el gobierno mexicano. Pero los veracruzanos lo hemos aceptado como hijo putativo de nuestro Estado; se le ha santificado, se le ha erigido monumento en la ciudad y se le ha puesto su nombre a una avenida. Ya estoy pensando en nacionalizarme jarocho de Xoloco, Pue.

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