domingo, 29 de julio de 2012

AUTOCELEBRACIÓN

En la noche del martes 24 de Julio, en la sala del Colegio de Veracruz, los escritores humoristas Armando Fuentes Aguirre (Catón) y Ramón Durón Ruiz (El Filósofo de Güemes), conocidos de todo mundo, recibieron de manos del gobernador Duarte el reconocimiento Honoris Causa de la Universidad Popular Autónoma de Veracruz (UPAV) cuyo Rector: Guillermo Zúñiga Martínez, impulsó con gran éxito. El maestro Zúñiga, por conducto de nuestro mutuo amigo Uriel Rosas, me invitó a decir una dedicatoria inicial para el evento, para lo cual me pulí y cumplí, creyendo que sería tema de comentario, pero nada. Todas las notas del día siguiente se refirieron a todo menos a lo que yo dije. El único homenaje que recibió mi texto, fue el hecho de que Catón me lo pidiera, cosa que me enalteció y le agradezco de corazón. Pero como yo estoy muy orgulloso de mi texto, pues me van a perdonar que se los ponga en letras de molde por conducto de El Heraldo de Xalapa, para auto celebrar mi mamotreto. Aquí les va: Hace 2,345 años Aristóteles escribió su tratado “Del Sentido y lo Sensible” y fue el primero que se sorrajó todo un ensayo sobre los cinco sentidos de que disfruta el ser humano. Tal vez sus coetáneos tenían sólo cinco sentidos, pero lo que es ahora tenemos muchos más que saltan a la vista y nadie puede negar, a saber: el sentido del equilibrio, el sentido común, (no todos), el sentido térmico, el sexo sentido, el doble sentido y para no seguir enumerando innecesariamente, el sentido del humor, que es al que me quiero referir en concreto. Ya el mismo Aristóteles observó que los sentidos tienen residencia en el alma humana mediante función y órgano, ejemplo, oír > orejas. Mirar > ojos. Sexo > sexo… Humor > cerebro, boca, dientes, esófago, estómago, diafragma y esfínteres. Hay sentidos que funcionan aún estando en la más absoluta soledad como la vista, el olfato, el tacto, el equilibrio. Pero hay algunos que sólo funcionan en sociedad como el sexo sentido y el sentido del humor. El que echa a andar el sentido del sexo en soledad, es un puñetero, y el que se ríe solo es un pendejo. La risa es tan social, que hasta en su forma más elemental requiere de otro: nadie puede hacerse cosquillas sólo. Necesita de otro u otra para divertirse. Por eso el buen humor, la risa, siempre está dirigida a los demás, no es egoísta, es compartida, es un acto civilizado de amor al prójimo. La risa es una forma de redención más pura y sana que el sufrimiento. Los individuos que conformamos la sociedad, muchas veces sin darnos cuenta, le vivimos agradecidos a dos clases de seres humanos: a los que nos sirven la mesa y a los que nos hacen reír. Habrá otros: los que nos emocionan, pero estos estarán siempre en tercer lugar. Los que nos gobiernan recibirán nuestros impuestos, pero nunca nuestro agradecimiento; para explicarlo, decimos que lo que hacen por nosotros es su obligación ni más ni menos. Muchos científicos han llegado a la conclusión de que el amor a la madre es el amor a la teta y nada más, a la mama… ni el nombre varía mucho de mama a mamá. Uno podrá sentir respeto por los héroes, adoración por los santos; pero gratitud, gratitud sólo por los cocineros y los cantineros. ¿Quién no ve aquí con agradecimiento a Pepe Ochoa, el de La Sopa? ¿A los Buché de La Casa de Mamá? (de la mamá de ellos) ¿A Raquel Torres de la Churrería del Recuerdo? ¿Quién no recuerda con gratitud a Conchita Vásquez de Ruiz la de El Tamalito? ¿A doña Fallita Murillo de los banquetes pantagruélicos? ¿A Chico Julio, a Sanctorum, el de Las Palomas? ¿Al prodigioso Negro Uscanga que mereciera un honoris causa de la torta de mariscos o el premio Nobel de la jaiba rellena? Pues así también la gratitud de los hombres se muestra compulsivamente hacia quienes nos regalan una sonrisa, una risa y una carcajada. La sociedad vodevilesca ha visto con gratitud a Medel, a Palillo, a Cantinflas; la sociedad un poco más refinada le vive agradecida a Tin Tán, a Derbez. La gente de letras reverenció con gratitud a Cervantes, Jardiel Poncela, a Álvaro de la Iglesia, a Ibargüengoitia, a Germán Dehesa. Quien hace humor no es cicatero ni estreñido, es dadivoso y compartido. Por eso Armando Fuentes Aguirre, Catón, se merece nuestra gratitud y Ramón Durón Ruíz, él último exponente del legendario Filósofo de Güemes, también se ha ganado nuestra gratitud.

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