lunes, 11 de julio de 2011

PALIACATE

Los jarochos hemos vivido orgullosamente engañados, con el paliacate al cuello y creyendo dogmáticamente que se trata de un invento veracruzano, que sólo nosotros lo usamos para todo. En efecto, el paliacate es aquí toda una institución que ha servido tanto, para sonarse los mocos, como para detener el sudor que fluye de la cabeza, cuando nos lo atamos en el cuello, como aquel famoso candidato a gobernador, don Fernando Gutiérrez Barrios, que lo convirtió en una divisa de campaña, aunque, una vez habiendo ganado, jamás lo volvió a usar. Pero aunque me apene arrojar una pequeña mancha en la inmaculada ignorancia de algunos de mis lectores, les comunicaré algo que yo tampoco sabía hasta ayer que, buscando otra cosa, me topé de chiripa con el origen de tan útil trapito.
Hay tres versiones en un documento cibernético denominado Etimologías de Chile, todas complementarias, no contradictorias, aunque lo parezcan a primera vista, la primera dice: que los portugueses fundaron un puesto comercial al sur de la India en el año de 1502, en un lugar denominado Palicat. Hoy en día se llama Pulicat en el Estado de Tamil Nadu, antes llamado Madrás. Una de las actividades económicas del lugar era la producción de pañuelos muy coloridos, a los que se les llamó precisamente “pañuelos de Pulicat” que con el uso se fue deformando hasta quedar en Paliacat y finalmente Paliacate. Los franceses los llamaron mouchoirs de Paliacate y, handkerchiefs from Paliacate los ingleses. Hay varias referencias de este producto en documentos del siglo XVIII en los idiomas mencionados; el informante de Wikipedia que ofrece su versión, hace notar que los diseños estampados en esos pañuelos, son evidentemente indios, pero de la India, de ninguna manera mexicanos. Cuenta que en el siglo XVII había en el puerto de Paliacat un millar de telares produciendo esos pañuelos entre otros productos, los que fueron distribuidos por todo el mundo por los comerciantes de la época.
La segunda versión, es del Diccionario de la Real Academia española de la Lengua y dice que: se trata de un hibridismo de castellano y náhuatl: Pa, apócope de para y yacatl que se traduce por nariz, o sea: para la nariz, y la tercera versión del mismo origen dice que se trata de dos palabras nahuas: Pal que equivale a color y yacatl, nariz. De todas maneras, estas versiones idiomáticas poco afortunadas, no contradicen el origen hindú del tan sonado pañuelo.
Y si bien el origen del paliacate no es jarocho ni mexicano como creíamos, no todo está perdido, seguramente el uso que se le ha dado en estas tierras de la luna de plata, si es exclusivo: Mire usted que usarlo como ya comentamos que hizo el caballeroso Gutiérrez Barrios, para lograr la identificación de rumbero y jarocho, trovador de veras, que logró sólo porque aquí y entonces nadie sospechaba que el adminículo venía de Cachemira y no de Chacaltianguis como lo creíamos todos equivocadamente. Un segundo uso particular es el de atarlo al cuello a efecto de que la churria y los metlapiles de mugre de la nuca y el pescuezo, no manchen la blanca tela de la guayabera, de ese modo la prenda alforzada aguanta dos puestas o más, y otro uso que definitivamente no he visto hacer en otras latitudes, es el tirarlo al suelo y anudarlo con los pies mientras se baila La Bamba, El Colas, u otro son jarocho que exige de los caballeros ser muy competente con el botín, y de las damas con el chapín. Quiero finalmente, en honor al paliacate, sea de donde sea, decir que es una gloriosa institución, que un jarocho sin paliacate es como un Supermán sin capa, como un El Santo sin máscara, o sea que no vale para maldita la cosa y que, un buen jarocho debe traer dos o tres paliacates cuando menos, uno anudado al cuello, otro para limpiarse el sudor de la frente y cabeza, quitándose el sombrero de cuatro pedradas por supuesto, y otro para limpiarse los mocos; este último no debe usarse para darse un limpión, porque como dice Margarito Ledesma, el poeta de Chamacuero de Comonfort: “las materias y sustancias escurridizas y los humores narizales se resecan en el pañuelo después de que uno se suena, y se ponen tan duros y resistentes como pedazos de vidrio, y de allí vienen los rayones y las tasajeadas y las sacadas de sangre”.

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