martes, 30 de noviembre de 2010

LOS BARCOS DE CEMENTO

Corre una vieja conseja entre los veracruzanos, a veces contada con tono humorístico, a veces como tema de investigación seria, pero siempre digna de atención; se refiere a que un ilustre personaje de entre tantos paisanos ilustres que hemos tenido, concibió la brillante idea de hacer barcos de cemento en el puerto de Veracruz, y se le hundieron, por supuesto, sin ser submarinos. He aquí la verdadera historia.
Uno de los veracruzanos más celebrados, don Heriberto Jara Corona, nació en Orizaba el 10 de julio de 1880, “La Pluviosilla” donde, burlonamente dicen los jarochos, “comienza el Estado de Puebla”. Ahí también estudió en un centro educativo con nombre de cervecería, la escuela “Modelo”, digna precursora de la Escuela Normal Veracruzana.
Laboralmente no había para donde hacerse porque la región era un centro obrero donde los cerveceros y los textileros habían sentado sus reales, así que el joven Heriberto comenzó a trabajar en la fábrica de hilados y tejidos de Río Blanco. Inteligente e inquieto, se adhirió al Partido Liberal que entonces encabezaban los hermanos Flores Magón, quienes representaban la oposición al régimen dictatorial de don Porfirio Díaz. Jara no intervino, como fuera de esperarse, en la huelga de obreros de diciembre de 1906 porque tiempo antes los franceses, dueños de la fábrica, denunciaron como clandestino el intento de organización laboral, y el joven obrero Heriberto Jara evadió la persecución marchándose, ahora sí, a Puebla.
Al iniciarse la Revolución participó en ella al lado de Camerino Z. Mendoza y al triunfar el movimiento maderista fue electo diputado federal en la cámara que después disolvió el usurpador Victoriano Huerta. ¡Como que lo perseguía la mala racha! ¿Acaso para poner a prueba su carácter y destino?
Don Heriberto se incorporó a las fuerzas castrenses, llegó a general y con ese grado regresó a Veracruz después de andar por Coahuila dentro del movimiento constitucionalista; regresó para encargarse de la comandancia del Puerto en noviembre de 1914, así que le tocó participar en la desocupación de la “Tres Veces Heroica” al lado del también general Cándido Aguilar.
El general Jara formó parte del Congreso Constituyente de 1917 y luego fue designado gobernador del Distrito Federal, ahí tuvo como subordinados a los hermanos Mancisidor y a don Adolfo Ruiz Cortines y, después de ese encargo se fue a La Habana como embajador de México en Cuba, donde encontró al poeta Salvador Díaz Mirón, que fue corrido del país por don Venustiano Carranza por los ataques periodísticos que don Chava le propinó en “El Imparcial”.
En Cuba don Heriberto tuvo la oportunidad de conocer los astilleros donde se fabricaban cascos de buque a base de cemento armado, ahí se le prendió la idea y concibió el plan de traer esa tecnología para el puerto de Veracruz que siempre alentó su vocación marinera, no obstante, tuvo que esperar un tiempo para poner en práctica su propósito, porque en 1920 se distrajo al haber sido electo Senador de la República. Su nombre aparece en la lista de los grandes mexicanos que han merecido la medalla “Belisario Domínguez” que otorga en Senado a destacados civiles.
En 1925 ya era gobernador del Estado de Veracruz y en ese año inauguró el estadio xalapeño, obra monumental que lleva su nombre y de la cual, en tono festivo el poeta Carlos Juan Islas cuenta en sus crónicas que fue el resultado del intento de hacer un barco de cemento que le resultó un estadio de tamaño natural.
En tiempos del presidente Manuel Ávila Camacho (1941-1946) don Heriberto fue Secretario de Marina y fue entonces cuando intentó la construcción de una dársena de cemento. El propio General, en entrevista que concedió a Carlos Zapata Vela, le contó a este lo que a continuación transcribo y que Zapata publicó en un libro de la editorial Costa-Amic Editores en 1992:
“Las críticas que recibí fueron injustificadas y tendenciosas. Durante la guerra mi actitud y conducta antifascista fueron cabales y cumplidas, y esto significó enemistades de carácter fundamentalmente político. Fue natural que durante la guerra todos los elementos de que México podía disponer se pusieran al servicio de la democracia y los aliados, defendiendo siempre nuestra integridad y soberanía; se hizo así por lealtad a nuestros aliados, por lo que, para atender a necesidades interiores, tuvimos que recurrir a otros medios y procedimientos adecuados a las circunstancias. Entonces los técnicos de fabricación naval, aconsejaron la construcción de barcos de cemento para el servicio de cabotaje; en realidad nunca llegó a construirse un barco, solamente se hizo una dársena de cemento que al ser llevad al dique seco de San Juan de Ulúa se hundió por el defectuoso manejo de su construcción. Pero esto no significa que haya sido errónea la idea de construir embarcaciones de cemento; el cemento armado no tiene mayor peso que las placas de acero con las que se construyen los trasatlánticos, éstos no se hunden por razón de su peso estructural. El cemento recubierto con impermeabilizantes eficaces es útil para las construcciones navales. Cuba cubre la mayor parte de sus servicios náuticos de cabotaje con embarcaciones construidas con ese material. En cuanto a que se construyeron talleres marítimos en la ciudad de México, tal medida me pareció y me parece estratégicamente valiosa para evitar la necesaria construcción de talleres en el Golfo y en el Pacífico. La ciudad de México se encuentra a distancias equidistantes entre Acapulco y Tampico, por ejemplo; las partes de los barcos que se construyeran en el altiplano, caudernas, quillas, propelas, pueden ser fácilmente llevadas a uno u otro litoral con relativa facilidad; tome en cuenta que no hemos podido construir ferrocarriles transcontinentales, para contar con ese medio de comunicación entre los dos litorales. Se construyó el ferrocarril Tampico-México y el proyecto era continuarlo hasta Acapulco, pero se detuvo y quedó suspendido en Iguala, y en el Istmo de Tehuantepec, de hecho fue anulado el ferrocarril transístmico. Hace mucho tiempo que se ha pensado y proyectado establecer una vía de comunicación entre Coatzacoalcos y Salina Cruz y, como solución a esta necesidad, logré, desde el punto de vista técnico, que la Secretaría elaborara un proyecto de canal que utilizando el río Coatzacoalcos lo uniera mediante un tajo aéreo a cielo abierto con el río de San Juan, que desemboca en la Laguna Mayor en la costa del Pacífico, puede ser que algún día México logre esto sin sufrir la suerte de Panamá, que debe sus desgracias al canal construido en su territorio por fuerzas, intereses y medios no panameños. En tales condiciones, me pareció lógico e inteligente utilizar a la ciudad de México para el establecimiento de talleres que atendieran las necesidades de ambos litorales. Una confirmación de su estratégica situación es que aún sigue trabajando en la ciudad, ampliados y mejorados, los talleres de la Secretaría de Marina, los hospitales navales y las instalaciones que prestan servicios tecnológicos a los puertos de nuestros litorales. Recuerdo que dentro de la idea de realizar esas instalaciones en la ciudad de México, estaba el propósito de construir un gran puerto militar y mercante en Manzanillo, con todo lo necesario para proyectar nuestra actividad naval y naviera hacia el océano Pacífico; aumentando nuestra presencia comercial en las costas asiáticas del gran océano. En el pasado las comunicaciones marítimas entre Filipinas y Acapulco fueron constructivas, permanentes y útiles desde cualquier punto de vista, especialmente el económico-cultural. El océano Pacífico es el inmenso tesoro que no hemos querido, sabido o podido aprovechar; salvo la raquítica y no muy nuestra industria turística, pues en ella nosotros prácticamente sólo ponemos el paisaje; la infraestructura e instalaciones turísticas son extranjeras y sólo a extranjeros aprovechan”.
Sorprende aún en este tiempo, el conocimiento de los problemas nacionales, la visionaria posición política y la liberalidad del pensamiento de don Heriberto Jara Corona.
Las cenizas de este extraordinario personaje, tal como lo dispuso antes de morir, fueron arrojadas al mar desde un avión. Sus obras están cerca de nosotros sirviéndonos.

2 comentarios:

  1. Soy del Puerto de Veracruz y conocí la Isla de sacrificios desde muy joven en ella hay un casco de barco que sirve de pequeño muelle., desde antonses supe que fue construido en la Escuela Nautica del Puerto y que al flotarlo solo alcanzo a llegar como refugio a la Isla en donde encayo., y ahí permanese todavia.

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  2. Increíble toda la historia que puede guardar lo que podría parecer un insignificante trozo de piedra. Es simplemente maravilloso :D me encanta Veracruz <3

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